Hoy he vuelto a ver VIGILANTE, de William Lustig (animado por el comentario de Henry, en el hilo de cine ochentero); sin duda, su mejor película (con mucha diferencia).
-System?...System, my ass- Esto es lo que le espeta (poco antes de llevarse la mano a la pechera para presentarnos a su juez y jurado particular) un malhumorado Nick (Fred Williamson) a su ingenuo amigo Eddie Marino (Robert Forster) cuando a éste no se le ocurre otra cosa que proclamar su fe en el sistema, durante los prolegómenos del repulsivo y tendencioso juicio farsa que acabará por darle artificialmente la razón al primero. El típico romanticismo fantasioso y balsámico, propio del cine de justicieros urbanos...
Porque lo cierto es que este subgénero tiene más de radiografía del comportamiento humano (y de la dualidad seguridad/libertad) que de reivindicación política reaccionaria (medianamente seria); como una especie de reflejo (advertencia) de lo poco que el hombre (supuestamente) civilizado se conoce a sí mismo, y de los extremos inimaginables a los que puede llegar al verse sometido a situaciones límite (un ejemplo reciente, de título muy gráfico, es La extraña que hay en ti... traducción nada literal, pero sí muy reveladora). Y en el caso de Vigilante, todo esto resulta aún más evidente. El propio personaje de Williamson defiende de manera inequívoca el derecho de cada individuo a encontrar su camino, experimentar para conocer sus límites y buscar sus propias respuestas... Él lo tiene claro: quiere recuperar las riendas de su vida (nada de soluciones conjuntas en las que confiamos como corderos en profesionales fríos y apáticos, en el mejor de los casos, o incluso corruptos, en el peor de ellos -un problema inevitable que parece surgir no sólo de la naturaleza humana-); volver, de alguna manera, a aquellos tiempos donde los hombres delegaban menos y ejercían su libertad hasta sus últimas consecuencias... la época Liberty Valance, vamos (otro título muy revelador).
En cualquier caso, el aspecto diferencial más destacado e interesante, respecto al canon Kersey (o el de producciones más recientes como Death Sentence de James Wan o la ya mentada de Jordan) es que los justicieros de Vigilante son de extracción humilde; nada de triunfadores de vida acomodada que tienen la mala suerte de bajar a las cloacas por un desgraciado e inesperado giro del destino. Se trata de currantes que han de convivir a diario, en sus barrios working class degradados (donde los agentes de policía, aunque bienintencionados, son incapaces de contener la violencia generalizada), con todo tipo de gentuza sin escrúpulos que les hacen la vida imposible.... De hecho, el retrato que ofrece el film de los profesionales de clase alta (líderes de la sociedad) no es nada benigno: abogados y jueces corruptos, fiscales ineptos y pusilánimes, empresarios de éxito que esconden tras su fachada de honorables self made men a traficantes de droga sin escrúpulos... Un desolador paisaje humano que me ha recordado, en esta ocasión, a un episodio de Curro Jiménez emitido hace pocos días; uno dirigido por Pilar Miró, donde el despreciable villano interpretado por el mítico Jack Taylor, representaba aquellos nuevos vientos de cambio importados desde Francia; una modernidad aparentemente apetecible y liberadora que, pasada por el tamiz de la realidad y de las miserias humanas, deviene en nuevos ricos sin escrúpulos que se aprovechan de triquiñuelas legales de nuevo cuño para apropiarse de las viviendas, las pertenencias y la dignidad tanto de nobles como de vasallos, con la connivencia de cargos administrativos corruptos que se lo llevan crudo.
En cuanto a aspectos estrictamente cinematográficos, destaca mucho lo cuidado de la propuesta (especialmente en un film de estas características): exteriores reales rodados en Nueva York (no como otros); buenas y variadas composiciones panorámicas (que facilitan mucho la labor de montaje); estilizados movimientos de cámara; interesante uso de la luz y del color... Desde la aparición inicial de Nick entre las sombras (para echar su mítico discurso) se nota el interés y las ganas por crear algo de cierta calidad: el estilo giallo argentario del primer crimen en el ascensor/azotea; los colores casi sobrenaturales de la escena del "puticlub" (que funcionan también para expresar el radical cambio en la personalidad del protagonista); las trabajadas perspectivas de la ciudad (desde el centro, con sus edificios institucionales, a los barrios periféricos residenciales o las zonas industriales)... También destaca el efectivo mix de elementos seventies y eighties en la banda sonora (cuya máxima expresión es esa pieza que acompaña el decidido paseo por el parque de ese nuevo Marino, que acaba de salir de prisión con las ideas ya muy claras) o el uso de ciertos recursos sonoros para dotar de mayor dinanismo a determinadas escenas o transiciones.
Sin embargo, la película no está exenta de problemas. Uno de sus mayores defectos es lo irregular de las interpretaciones; picos y valles demasiado acentuados que desvían la atención del espectador y alteran negativamente la forma en que éste percibe la película. Hay momentos realmente lamentables (de serie z casposa) que alternan con otros de gran nivel. Williamson, por ejemplo, compensa sus carencias con esa presencia icónica y carismática marca de la casa (aunque en muchos momentos se pasa de frenada, como si estuviera en una de Castellari); Forster está fantástico la mayor parte del tiempo (su excesiva frialdad ante determinadas situaciones se puede interpretar como un rasgo del personaje); y ambos están acompañados por un gran elenco de secundarios: el mítico Woody Strode (ya muy mayor y no muy creíble en las escenas de acción); dos imprescindibles de la época, como son Joe Spinell y Richard Bright (saga El Padrino, por ejemplo); el tristemente desaparecido Steve James (que ya había participado en otra cinta de justicieros, unos años antes: El Exterminador); e incluso Don Blakely, el único pandillero que realmente destaca (y al que rescató Tarantino, años después, para un pequeño cameo en Pulp Fiction.....Aprovecho aqui para comentar la gran cantidad de conexiones tarantinianas que hay en esta película. Algunos pensaran que hilo muy fino -y tal vez tengan razón- pero hay varios momentos de Reservoir Dogs muy similares a otros que se ven aquí: la carrera de Forster acera adelante -clavada a la de Mr. Pink-; la forma de acribillar a los agentes en el coche patrulla; el momento ducha de gasolina... no es sólo el reparto, o que el primer director en el que presuntamente pensó Quentin para dirigir sus guiones de True Romance o Asesinos Natos, fuera Lustig...).
La cinta posee, también, numerosas inconsistencias a nivel argumental: la relación de Marino con su mujer no termina de estar bien perfilada; muchas veces parece que se hilvanan secuencias de manera un tanto gratuita (para que la acción no decaiga); y el personaje de Strode se agradece, pero no deja de ser un pegote desaprovechado... adjetivo que describe perfectamente a una película en verdad estimable, pero que podría haber sido mucho mejor si se hubieran pulido más ciertos aspectos y detalles.
Con todo, resulta encomiable cómo el resultado final sortea con fortuna todos estos problemas y es capaz de ofrecer un producto muy digno, de cierta calidad, enormemente entretenido, disfrutable, enérgico y de duración ajustada (hora y media, créditos incluídos).