Vista "El incidente". Y menuda sorpresa, sí. A veces parece que se obra el milagro y se alinean los astros, porque si repasas la trayectoria de Larry Peerce o del guionista se puede comprobar cómo esa gente trabajó principalmente en la televisión
y no parece haber nada en su carrera que se sitúe a un nivel similar a esta película.
Se abre con dos tipos conflictivos que buscan diversión de madrugada liándola mediante atracos, agresiones o vejaciones por pura excitación. Antes de que empiece la acción en el vagón de metro, la película dilata la espera y, tranquilamente, se centra en retratar con detalle a cada uno de los personajes (menos al mendigo, ya presente en el vagón) que entran en ese espacio cerrado en el que tiene lugar un "secuestro" que deriva en un desenmascaramiento de la ausencia de solidaridad de un colectivo dividido, prejuicioso, sectario, acomodado y egoísta, es decir, un grupo hijo de su tiempo que representa el estado de la sociedad yankee del momento. El comportamiento cruel de los dos tipejos, que son meros don nadie y que se basan más en la intimidación que en la fuerza física, es el detonante que saca a la luz las miserias de unos personajes por los que se puede sufrir o sentir indiferencia. La tensión y la asfixia se acrecientan, al igual que la incertidumbre respecto a un desenlace que se prevé fatal. No es necesario el recurso de lo explícito ni de la violencia física para apretar las tuercas y hacerte sentir incómodo ante la impunidad de esos dos mequetrefes que campan a sus anchas. Pero lo grande llega en un final poderoso que deja un poso de desolación, pues ahí queda un cuerpo abandonado, el del mendigo, por el que no se interesa nadie.
Impresionante trabajo de Tony Musante y Martin Sheen debutando en el cine y repartazo con Beau Bridges, Thelma Ritter, Donna Mills o Gary Merrell. Todos ellos rezuman verosimilitud, y el escenario único durante buena parte de la película nos acerca a una obra casi teatral en la que cada uno ocupa su lugar en la representación por medio de papeles muy definidos. Y en ese set único, la cámara de Peerce se mueve como pez en el agua, dotando de un ritmo fluido a lo que es el desarrollo de una larga agonía.