No Mercy (2010) - Kim Hyeong-joon
Otra película de Corea del Sur dedicada a psicópatas y venganzas, que cuanto más retorcidas, nauseabundas y dementes, mejor. Un guión que bien pudo haber dirigido Chan-Wook Park pero sin los lujos y constantes visuales de éste. Si ya su argumento es delirante, el director se empeña en enfatizar los instantes, las miradas, los giros. Por cada nuevo descubrimiento, la música estalla, los flashbacks dignos de CSI, con contraluces dorados y azules (la gente en la tv y el cine parece que recuerda en colorines) se adueñan de la función, explican situaciones que ya estaban más que claras y otras que no hay forma de entender cómo pueden calzar en la narración y en el conflicto de los personajes.
En los primeros veinte minutos me propuse disfrutar del plan loco que se estaba montando, pero es que una vez planteados ciertos propósitos, no hay vuelta atrás. La locura deviene en risa. El dramatismo es tan tramposo e intensito que sigues hasta el final con media sonrisa. Final que en su afán de ser el shock de la década, se mete en el terreno de la comedia bárbara. El verdadero shock es que el director se lo toma en serio, no hay más que ver la reacción de sus personajes y la música empleada.
L'uomo in più (2001) - Paolo Sorrentino
La primera película de Sorrentino demuestra ya su capacidad para crear atmósferas a partir de planteamientos casi marcianos, sentimientos imprevisibles a punto de estallar (violencia, autoconfesión salvaje), por perfilar personajes exhibicionistas o sigilosos al extremo, angustiados, retorcidos, atrapados. Con humor y esperpento. Aquí detallando la historia de un músico adicto y un entrenador de fútbol que, aunque no se conozcan, poseen el mismo nombre y unas existencias completamente simétricas en su mediocridad, en su soledad, en lo que alguna vez poseyeron, en la forma en que cayeron.
Como siempre, la música, aunque un poco reiterativa en ocasiones, adquiere una armonía notable con lo narrado, funcionando, ahora si, como espejo de sus personajes.
Hay algún bajón, algún impedimento. Pero se redime por unos últimos veinte minutos deliciosos y hasta emotivos. Por ese final encantador y surrealista donde el esquema se hace pedazos.
Y Toni Servillo vuelve a estar sensacional. Adorable en su resplandeciente decadencia.