El lago azul (Randal Kleiser, 1980)
Cuando el otro día un forero preguntó acerca de si en 'Summer Lovers' se veían tetas, culos y miembros, o bien todo lo tapaban con sábanas, debí contestar: 'pero hombre, ¡si hablamos del director de El Lago Azul!'. Pues eso, Kleiser se embarco en una cinta que, en este caso, no dudaría en calificar de 'explotation' pura y dura disfrazada de fantasía juvenil romántica, por mucho que el director nos haga tragarnos multitud de insertos cursis de parejitas de animales hasta hacer estallar las retinas, para justificar la relación 'primaria' entre la pareja protagonista.
Aunque todo el mundo se quedó con el pseudodesnudo de una Brooke Shields aún por desarrollar en lo físico
(y que por tanto motivó el uso de dobles para los planos de genuina desnudez), a Kleiser y Néstor Almendros (su director de fotografía) se les ve el plumero a la legua, puesto que el verdadero amor de la mirada de este film es Christopher Atkins. De él es sin duda de quien vemos el mayor número de planos de todos los tamaños y perspectivas sobre la totalidad de sus atributos físicos. Ok vale, que él era mayor de edad y la Shields no, pero ....
Y bueno, después de tanto foki foki (que diría mi madre
) y arrumacos, acompañados por una notable BSO de Basil Poledouris eso sí, resulta que el film tiene que acabar porque es consciente de que no hay más donde rascar, y lo hace de la manera más extrañamente abrupta posible. Que vale que ese final ya estuviera presente en la novela original, pero oye, un poco más de tensión o algo. Pero en fin, para qué pedir peras al olmo.
Un saludete.