SIETE HERMANAS (What Happened to Monday, 2017) de Tommy Wirkola
Primera película no-cómica y la de mayor presupuesto del director de los dos
“Zombis nazis” y de
“Hansel y Gretel, cazadores de brujas”. En un futuro donde se prohíbe tener más de un hijo, un abuelo (Willem Dafoe) oculta a sus siete nietas en un apartamento, de donde sólo podrán salir un día por semana cada una, asumiendo todas, en esas salidas, el mismo nombre, como si de la misma persona se tratara. El posible drama distópico existencial en manos de otro director, aquí se transforma muy pronto en un film de pura acción, con Noomi Rapace disfrutando de sus siete papeles (con siete personalidades diferentes, muy prototípicamente marcadas, cómo no) y Wirkola conduciendo el film no de mala manera, en ese nivel superficial en que está planteado, claro. Y algún detallito sangriento, para que alguien pueda hablar de “toque personal”, si es que gusta de creer en eso.
Y dos fantasías checas, que ya había visto, pero estaba
in the mood para disfrutar -otra vez- de ese particular cine (género y país de orígen).
MALÁ MORSKÁ VILA (1976) de Karel Kachyna
Deliciosa adaptación de “La sirenita” de Hans Christian Andersen, contada con un tratamiento “ligero” y colorista, característico de muchas fantasías fílmicas de Europa del Este. El film tiene mucho encanto en su despliegue de diseño de producción (y ese alucinante trabajo de peluquería ), el tono naif y el surrealismo asociado a este peculiar tono. A algunos quizá se les atragantará cierto aspecto “teatral” y el que pueda resultar “muy lenta”, para los paladares
modelnos al fantástico, pero es un film agradable y a ratos fascinante (sobre todo en lo visual), con esa combinación de poesía y tristeza que imagino compartirá con el relato original (que reconozco que no he leído).
La siguiente ya la cité en el hilo que dediqué al director Juraj Herz, pero como sólo fueron tres líneas, me extenderé ahora más:
LA BELLA Y LA BESTIA (Panna a Netvor, 1978) de Juraj Herz.
Extraordinaria versión del clásico fairy tale, llevada a cabo por un cineasta básicamente conocido por
"El Incinerador de cadáveres", cruda (pero con humor negro y avieso) historia sobre la ocupación nazi del país y terror claustrofóbico, en blanco y negro y con planificación barroca y llena de planos y angulaciones extrañas, que siempre llaman maravillosamente la atención de cada nuevo y vírgen espectador que la visiona. En "La Bella y la Bestia", se introduce en un puro fantástico mórbido, que ya había experimentado en la magnífica “
Morgiana”. La historia fuerza, dentro de un fantástico convencional (que tampoco estamos hablando de Walerian Borowczyk
) ciertos elementos violentos, sexuales y psicológicos, del cuento original. Entramos en un escena pre-créditos (éstos maravillosamente bizarre, as usual en el cine East Europe, la imagen de arriba pertenece a ellos) de ambiente lleno de niebla y barro, mientras una caravana penetra, temerosa, en un bosque con fama de encantado. Veremos muertes, La Bestia repeliendo (como se supone, hace siempre) a los que entran en su territorio e, incluso, se sugiere violando a una mujer (viendo la forma en que nos muestran posteriormente el cadáver). Una primera mitad de película en que no llegamos a ver a La Bestia: solo su mirada cámara subjetiva; y su mansión, castillo en el que vive, decrépita, oscura, llena de vapores pantanosos, y sus súbditos, una especie de goblins. A partir de que el padre de nuestra Bella sea perdonada su vida, a cambio de que su hija se entregue al monstruo, ella llegará y su relación hará que el film mude, del cine de terror a la clásica historia romántica del cuento. Pero con una omnipresente voz interior de la Bestia, su parte animal, que la insta a matar a la chica; mención aparte de una hiriente escena de ataque y muerte a un cervatillo. Destacar las excelentes fotografía, música y diseño de producción. Sin olvidar la apariencia física de la Bestia: no es, como ha sido casi siempre, una especie de figura vaga o explícitamente leonina, sino un ave rapaz. Algunos pueden encontrarlo ridículo, pero a mí me gusta más que lo otro: le aporta un halo de extrañeza, de bestialidad, de no la cierta belleza o hasta candor -visto en cierto modo- de las figuras cánidas o leoninas.