El increíble hombre menguante, de Jack Arnold
(¿
SPOILERS?)
Sin duda uno de los cuatro o cinco títulos esenciales de la serie B de todos los tiempos, incluso de la sci-fi, adaptación de una novela de Matheson que recuerda a un capítulo de series tipo Twilight Zone, que vendría unos años después. Los trucajes y efectos empleados siguen sorprendiendo hoy día (aún siendo, claro está, muy de la época) y conservan todo el encanto del cine fantástico de por aquel entonces, destacando la sencillez tanto narrativa (va muy al grano) como de recursos visuales. El argumento nos presenta a un tipo normal y corriente metido en una situación incomprensible, puramente kafkiana (anda por ahí el tema de la radiación nuclear, tan del momento) que le aparta cada vez más de su mujer, de la sociedad en que vive (tan idílica y tan de los 50), siendo un freak incluso entre lo freak, y finalmente, de toda similitud posible con sus congéneres humanos.
Como en una pesadilla cotidiana, la historia nos pone ante el lado oculto de la realidad más prosaica, inofensiva y repentinamente hostil, donde el empequeñecimiento amplía (paradójicamente) nuestra percepción de aquello que tenemos a nuestro alrededor y nos hace más sensibles a ello; una simple inundación doméstica es un mar embravecido, una mascota es una bestia hambrienta, una araña puede ser el mal abstracto que nos acecha... el protagonista, que podríamos ser nosotros, debe hacer uso de todos sus recursos si quiere sobrevivir y adaptarse, convirtiéndose su odisea en un insólito ejemplo de cine de aventuras. El monólogo final abre una nueva dimensión a lo visto y cierra perfectamente la trama; nuestro héroe pierde toda referencia humana (¿Cronenberg?) y entra en contacto con la realidad absoluta y trascendente del cosmos.
Cine de evasión, de fantasía sin pretensiones, y al mismo tiempo de una carga filosófica nada gratuita... obra maestra sin discusión posible.