En la habitación europea se ha colado un elefante del cual nadie parece querer hablar. Se trata de Matteo Salvini, pinchahimnos playero, líder ultra de la ultra Liga, ministro del Interior italiano y el hombre que abre y cierra los puertos azurros cuando le sale de sus partes sin que, aparentemente, sus socios de gobierno del antes destemido e iconoclasta Movimiento Cinco Estrellas, los intocables jueces o los circunspectos señores y señoras que mandan en Bruselas y en las cancillerías europeas, antes tan valientes con los pobres griegos, puedan hacer nada salvo lamentarse y llorar por las esquinas; como los niños a quienes les quita la merienda el abusón durante el recreo.
Ese paquidermo macarra y tan poco acostumbrado a trabajar y ganarse el pan con el sudor de su frente, como nuestro pinchahimnos nacional Santiago Abascal, tiene hoy casi todas la papeletas para convertirse en el jefe del Gobierno de uno de los cuarto grandes de la UE.
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Cada día le saldrán imitadores como Albert Rivera o bufones que se ofrezcan a llevarles la huevera, como Marcos de Quinto