Incluso puede decirse que es una película con un autor detrás que revela algo de su propio mundo y de su fantasía macabra característica, lo cual es mucho decir y ni lo esperaba a estas alturas de la saga (del negocio), además de ser superior a la media en lo formal y con un mayor esmero en la planificación de escenas. Y no hay que olvidar que este hombre fue de los que comenzaron con los superhéroes hace más de dos décadas y que este es su retorno al género.
En cierto modo es lo que debió de ser la descafeinada y muy prescindible primera parte, o al menos debió parecerse más a esto, con un personaje que me ha funcionado mejor hasta el momento como secundario molón. A vueltas con Strange, el super-mago un tanto arrogante y gilipollas multidimensional que actúa de manera unilateral jugando nada menos que con universos alternativos y equilibrios cósmicos que nada deben a los pequeños dramas y mierdas personales, insignificantes, de cada uno, y demás moralina sobre la aceptación de la realidad que nos hace creer que esto contiene algo más que tipos con mallas o con capa tirándose conjuros. La trama tiene como cien mcguffins (el libro bueno y el libro malo, que ni se explican, aunque ya se pierde uno entre pelis, series, etc.) y pasan mil cosas; servidumbres de la franquicia que no falten, sin tiempo para que nadie se aburra y siempre un poco a presión, vinculando con sucesos pasados pero más o menos independiente en cuanto al grueso de la trama, que sólo faltaba.
Con todo, el protagonismo está muy repartido entre el mago, la muchacha y Wanda; es insólito y se agradece que por una vez se haya aprovechado para el rol de villano a alguien de las anteriores, con cierto peso y trasfondo por tanto, en lugar de sacarse de la manga al enésimo malvado de tres al cuarto escrito con puta plantilla. La doble personalidad maligna, eso sí, es una buena excusa para separar claramente las dos mitades de su identidad y así esquivar excesivas complicaciones morales, y su resolución sigue siendo igual de previsible. Buena y matizada interpretación la de la Olsen, entre la vulnerabilidad y el engendro del demonio, pese a que las escenas con los niños están muy pasadas de azúcar… esto sí que es una maternidad conflictiva hasta el punto de inventarse, literalmente, lo real.
Le han dado más relevancia al florero que interpretaba McAdams (no era difícil), en una especie de romance frustrado a través de las realidades. Me gana muchos enteros el tramo final, a medida que resuelve lo que propone, con el Sam desatado relativamente, con ese festival del Doctor zombi, los espíritus oscuros, algún que otro taco incluso, por no hablar de chorradas simplemente irresistibles como esa batalla de notas musicales, o las dimensiones variopintas que atraviesan. América Chávez, un “coming on age” un poco del montón el suyo, aunque funcional (como casi todo). Pero para un servidor lo más flojo ha sido la parte intermedia, con esos Vengadores de Hacendado y ese “fan service” a manos llenas que tampoco aporta nada.