Respuesta: Quentin Tarantino. The post.
Dedicada a mi compadre Ropit.
(con spoilers).
(
Inglorious basterds, 2009)
Érase una vez en la Francia ocupada por los nazis...
Malditos bastardos fue el punto y aparte de la filmografía de Tarantino. Desde que hiciese acto de presencia con "Pulp Fiction" el mundo se rindió ante esta esponja humana que absorvía referencias cinéfilas y las regurgitada en forma de clásicos por derecho propio pero los más incisivos, de vez en cuando, podían acabar criticándolo por no ser otra cosa que creador de coolismo cinéfilo sin más interés que sorprender, confundiar y molar a partes iguales. Después del díptico oriental enfocado a homenajear los clásicos del Kung Fu con aroma a Shaw Brothers y Bruce Lee como estandarte el siguiente trabajo, con el ojo puesto en el bélico, suscitaba a partes iguales admiración por sus fans más acérrimos como dudas (quizás infundadas) por sus detractores más patentes.
A día de hoy se puede decir con la boca abierta y clamor a los cuatro vientos de que la película, toda ella, es por derecho propio una auténtica obra maestra, una joya del séptimo arte sin escatimar en excelsos adjetivos calificativos y sentirse uno contento de emplearlos. Sin ir más lejos tan sólo hay que ver las formas empleadas para darse cuenta uno que Tarantino ha madurado, ha alcanzado el cenit y encima contento de ello. Sólo hay que ver el primer capítulo de los que pueblan esta atractiva, hipnótica y rabiosa película sobre nazis y vengadores, apodados los bastardos, para descubrir con asombro lo bien hecha que está. Claro, es imposible obviar que el leiv motiv de la película, como suele suceder en la filmografía completa de Tarantino, es la venganza y el ajuste de cuentas de la forma más cruda, salvaje, extrema y espectacular a partes iguales.
Sustentada en dos historias, por un lado tenemos al coronel Hans Landa, el Cazajudíos, implacable y metódico (sus dotes detectivescas son efectivas, encima Tarantino le customiza una pipa digna del mejor Sherlock Holmes para redondear su rol maquiavélico) quien mata sistemáticamente a todo judío que encuentra escapándosele uno, en este caso Shosanna Dreyfus, que es la que protagoniza o domina la segunda mitad y por otro lado tenemos la banda de bastardos, comandada por Aldo Raine, a quien llaman "El apache", metódico y sistemático, que cuenta con una banda de soldados quienes están preparados y programados para acabar y vencer a los nazis que encuentran en su camino, con sus cabelleras a modo de trofeos y que no escatimarán en emplear la fuerza bruta y la violencia necesaria para acabar con el premio mayor: dar muerte a Hitler.
Tarantino se regodea y babea (con todo lujo de detalles) con uno de los clásicos por antonomasia de la Historia Universal: haber dado caza al mayor dictador que haya existido y si es necesario montar todo este magistral, serio, seco y contundente sueño para construir una historia básica en cuanto a detalles de guión (matar y vengarse) para luego ir escarbando y descubriendo cada vez más matices, historias secundarias, personajes famosos que forman parte del entramado como si, por una vez más, hubiese podido darse esa casualidad heroica finalizada en esa reunión del mal en estado puro en una sala de puro metacine (cine dentro del mismo) para acabar deparando un festival de sangre, sudor, lágrimas y espectáculo sin ambiguo resultado, pero que nunca deja de sorprender lo mucho que puede dar de sí el cine del maestro del cine contemporáneo.
Para empezar no hay mejor forma de dar el pistoletazo de salida con ese episodio (para mi gusto lo mejor filmado hasta la fecha de toda la filmografía de Tarantino) donde la cruda y triste realidad se da cita en una habitación claustrofóbica, un interrogatorio cada vez más retorcido y un Christoph Waltz, cuya presencia aterra e intimida a partes iguales por su metódica crueldad y su fría presencia encarnando al mal en estado puro. El momento donde ese francés delata a sus protegidos, con una lágrima que grita y esa satisfacción de Landa por haber hecho "bien" su trabajo es una demostración de estar contemplando uno de los momentos más Stendhalizados de la historia del cine. Pero encima Tarantino se calza un guiño/homenaje al western (en sí la película no fue tildada de Spaguetti western porque sí) con Landa en el exterior visto a través de la puerta e intentando matar a Shosanna y gritándole un "
au revoir, Shosanna" casi semejante al "te perdono" de Fiennes en La lista de Schindler, sabiendo que es sólo cuestión de tiempo para darle caza y muerte.
Si por algo funciona "Malditos bastardos" es por su metódica presentación de personajes, por su cuidada puesta en escena, logrando hacer creíble esa Francia invadida y dominada por el enemigo, por su relación concisa y como las historias fluyen, al igual que los pequeños detalles dan mayor valor artístico y cinematográfico a cada una de esas historias. Pero lo mejor de todo es que Tarantino no puede evitar darle su sello de identidad, darle esa aura de modernismo al más mínimo plano, para reconocer su estilo y no perder su seña de identidad. Porque no hay mejor forma de seguir siendo uno mismo que por más géneros que uno toque y por más historias que uno cuente no alejarse de un estilo tan perfeccionista, tan meticulosamente cuidado pero con la (supuesta) intención de que todo es por pura casualidad.
Tan sólo hay que ver la larga pero interesante escena del bar, con el juego de cartas a modo de divertimento liviano pero reforzando el carácter extremo y un tanto lunático por parte de los nazis para acabar convirtiéndolo en un duelo como si de un western se tratase (el modo en como se da el pistoletazo de salida y como los planos cortos y el montaje atrevido rompe por completo con las normas claras del cine bélico) o como Tarantino juega con el suspense y el tono de la escena cuando Landa hace esperar a Shosanna la nata del Strudel (vaso de leche incluído). Algo que puede pasar desapercibido pero está todo puesto de una forma metódica, casi irritante, para conseguir demostrar quien domina la situación, quien controla a quien y como nada está puesto al azar. Al igual que la escena donde Bridget Von Hammersmark, una Diane Diane Kruger pletórica, es interrogada a su vez por Raine, sin evitar aplicarle dolor para saber del bando que está (ese dedo metido en la herida es tan real que abruma).
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