Atreyub
En busca y captura
Respuesta: Quentin Tarantino. The post.
Pero tampoco quiero dejarme en el tintero tantos y tantos momentos que pueblan esta obra magna que pasarlos por alto me dejaría un mal sabor de boca imperdonable:
- Ese padre francés, frente al enemigo, manteniendo la calma en todo momento sabiendo que en sus manos están las vidas de los judíos y como se encuentra entre la espada y la pared sin posibilidad de escape.
- Hitler golpeando la mesa lleno de miedo a ritmo de un "nein" interminable demostrando que los bastardos han llamado su atención.
- Los bastardos en medio de un bosque, con un grupo de nazis capturados, mientras le demuestran a uno de ellos lo que le sucederá si no coopera. Eli Roth, en las sombras, golpeando sistemáticamente la pared y acrecentando el miedo en el nazi resulta uno de los momentos más logrados sin apenas mostrar nada en ese preciso instante, donde el terror en estado puro lo dice todo. La escena siguiente donde Hitler descubre qué les sucede a los que quedan libres es otro icónico plano de lo "creativo" que puede llegar a ser Tarantino.
- La preparación de Shosanna Dreyfus a ritmo del mejor (David Bowie) pintándose la cara con pintura de guerra y estando lista para darle cuerpo a la venganza que tiene preparada.
- Como a modo de cuento retorcido con Cenicienta en mente un zapato logra encajar en el pie de su portadora (fetichismo puro made in Tarantino) en uno de los momentos más angustiosos donde, una vez más, el cazador da muerte a su presa.
Lo más llamativo del caso es que la estructura narrativa de "Malditos bastardos" es pura orfebrería, reloj suizo por así decirlo. Todo está montado y colocado para el deleite del fan y para el aplauso del más escéptico. No hay plano que sobre y ni un sólo monema suelto que no esté puesto a la casualidad. Importante uso del modo Tarantiniano moderno pero sin olvidar u obviar las formas del bélico clásico (esa presentación de Aldo Raine, esa compostura letal de Landa, el encuentro entre Archie Hicox (Fassbender) - Ed Fenech (Miers) - Churchill (Taylor) donde el diálogo lo es todo, al igual que los momentos más livianos ante el amorío frustrado de Zoller ante Shosanna. Porque Tarantino se permite el lujo de crear un triángulo amoroso trágico con aroma a Romeo y Julieta donde la tragedia épica está puesta al servicio de la historia y no puesta porque sí.
El ritmo, a excepción de los estallidos violentos y ya clásicos en la filmografía de Tarantino (aparte de emplear técnicas más modernas como la cámara lenta o zooms agresivos dignos del mejor Peckinpah), es un puro deleite. Se toma su tiempo, como si no tuviese prisa en llegar al final, porque necesita un ritmo pausado pero nunca perdiendo el punto de vista ni el propósito de la propuesta para acabar en un final apoteósico, cargado de violencia y exceso, acribillando a un Hitler muerto con ráfagas de metralleteo insano, fuego y una película vengativa dentro de una película que enaltece los (supuestos) valores de la heroicidad patria donde una vez más Tarantino juega al cine dentro del cine. El plano de Marcel fumando delante de toda la montaña de película y lanzando el cigarrillo es casi una alegoría de la victoria de una raza tachada de inferior, un golpe de venganza, de logro, de consecuencia.
Y aunque está claro que Tarantino, al igual que Landa con sus prisioneros, marca con su sello distintivo todo aquello que toca se puede contemplar, decir y afirmar que "Malditos Bastardos" es un punto y aparte en su filmografía, un título clave en la década del 2000, un trabajo metódico y eficaz, logrando mantener el estatus de clásico inmediato y director de intachable factura a pesar de que pueda molestar a ciertos críticos resignados o que disfrutan criticando lo que en sí mismo no es necesario.
Pero tampoco quiero dejarme en el tintero tantos y tantos momentos que pueblan esta obra magna que pasarlos por alto me dejaría un mal sabor de boca imperdonable:
- Ese padre francés, frente al enemigo, manteniendo la calma en todo momento sabiendo que en sus manos están las vidas de los judíos y como se encuentra entre la espada y la pared sin posibilidad de escape.
- Hitler golpeando la mesa lleno de miedo a ritmo de un "nein" interminable demostrando que los bastardos han llamado su atención.
- Los bastardos en medio de un bosque, con un grupo de nazis capturados, mientras le demuestran a uno de ellos lo que le sucederá si no coopera. Eli Roth, en las sombras, golpeando sistemáticamente la pared y acrecentando el miedo en el nazi resulta uno de los momentos más logrados sin apenas mostrar nada en ese preciso instante, donde el terror en estado puro lo dice todo. La escena siguiente donde Hitler descubre qué les sucede a los que quedan libres es otro icónico plano de lo "creativo" que puede llegar a ser Tarantino.
- La preparación de Shosanna Dreyfus a ritmo del mejor (David Bowie) pintándose la cara con pintura de guerra y estando lista para darle cuerpo a la venganza que tiene preparada.
- Como a modo de cuento retorcido con Cenicienta en mente un zapato logra encajar en el pie de su portadora (fetichismo puro made in Tarantino) en uno de los momentos más angustiosos donde, una vez más, el cazador da muerte a su presa.
Lo más llamativo del caso es que la estructura narrativa de "Malditos bastardos" es pura orfebrería, reloj suizo por así decirlo. Todo está montado y colocado para el deleite del fan y para el aplauso del más escéptico. No hay plano que sobre y ni un sólo monema suelto que no esté puesto a la casualidad. Importante uso del modo Tarantiniano moderno pero sin olvidar u obviar las formas del bélico clásico (esa presentación de Aldo Raine, esa compostura letal de Landa, el encuentro entre Archie Hicox (Fassbender) - Ed Fenech (Miers) - Churchill (Taylor) donde el diálogo lo es todo, al igual que los momentos más livianos ante el amorío frustrado de Zoller ante Shosanna. Porque Tarantino se permite el lujo de crear un triángulo amoroso trágico con aroma a Romeo y Julieta donde la tragedia épica está puesta al servicio de la historia y no puesta porque sí.
El ritmo, a excepción de los estallidos violentos y ya clásicos en la filmografía de Tarantino (aparte de emplear técnicas más modernas como la cámara lenta o zooms agresivos dignos del mejor Peckinpah), es un puro deleite. Se toma su tiempo, como si no tuviese prisa en llegar al final, porque necesita un ritmo pausado pero nunca perdiendo el punto de vista ni el propósito de la propuesta para acabar en un final apoteósico, cargado de violencia y exceso, acribillando a un Hitler muerto con ráfagas de metralleteo insano, fuego y una película vengativa dentro de una película que enaltece los (supuestos) valores de la heroicidad patria donde una vez más Tarantino juega al cine dentro del cine. El plano de Marcel fumando delante de toda la montaña de película y lanzando el cigarrillo es casi una alegoría de la victoria de una raza tachada de inferior, un golpe de venganza, de logro, de consecuencia.
Y aunque está claro que Tarantino, al igual que Landa con sus prisioneros, marca con su sello distintivo todo aquello que toca se puede contemplar, decir y afirmar que "Malditos Bastardos" es un punto y aparte en su filmografía, un título clave en la década del 2000, un trabajo metódico y eficaz, logrando mantener el estatus de clásico inmediato y director de intachable factura a pesar de que pueda molestar a ciertos críticos resignados o que disfrutan criticando lo que en sí mismo no es necesario.