Corriendo al lado de Sylvester Stallone o haciendo ejercicios sobre el cuadrilátero. Así conoció la mayoría del mundo a Tommy Morrison, peso pesado de los noventa que participó en Rocky V en su única incursión en la pantalla grande. Ahora, a los 44 años de edad, el exboxeador ha fallecido en un hospital de Nebraska como consecuencia de enfermedades derivadas del SIDA.
Tommy Morrison fue uno de los grandes del boxeo en los noventa. Dicen los entendidos en la materia que era de los pocos que logró plantar cara en el ring a los púgiles de color. En 1990, Sylvester Stallone contó con él para la quinta entrega de uno de los boxeadores del cine más famosos. Morrison se convirtió así en Tommy ‘Machine’ Gunn, compañero de entrenamiento de Rocky Balboa.
El sobrenombre que eligió para la película parece estar relacionado con un familiar lejano actor y mucho más conocido que él. Uno de los tío-abuelos de Morrison no era otro que el rey del western, John Wayne. Su verdadero mote, con el que luchaba, era The Duke.
La de Rocky V fue su única incursión en el cine, aunque participó en alguna serie y un documental. Lo suyo era ser boxeador más allá de un guión escrito. Con cifras de récord, en 1991 encajó su primera derrota. Fue ante Ray Mercer, merced a un KO que muchos recuerdan como de los mejores de la historia de este deporte. Su carrera se acabó en 1996 –aunque en 2003 intentó volver protagonizando tres peleas– cuando le diagnosticaron SIDA.
El diagnóstico truncó su carrera. Ocurrió justo antes de una pelea con Arthur Weathers el 10 de febrero de 1996. La Nevada Athletic Commission le suspendió y tuvo que colgar los guantes. Un fuera de serie dentro del cuadrilátero con un currículum personal plagado de problemas. Detenciones por armas, por conducir bajo los efectos del alcohol… Nunca encajó bien su retirada forzosa y llegó a acusar a los médicos de ineptos y a asegurar que no estaba enfermo.