Cine hecho a partir de la nada, o lo parece, una idea levantada con cuatro duros y dos actores (uno de ellos el propio director), terror que también puede interpretarse como comedia muy negra en torno a dos tipos solitarios y más parecidos entre sí de lo que aparentan. Formalmente, la cosa tira del tan socorrido metraje encontrado, con lo que cae (creo yo) en situaciones en que ésto queda forzado (la excusa de hacer un vídeo puede colar, pero no puede decirse lo mismo cuando la trama avanza más allá de dicha premisa). El Duplass es sin duda el que roba el show, un tipo peculiar de cojones y con un físico impagable que te hace dudar tanto como al pobre protagonista. Al final nos queda una historia marciana de amistad, de amor incluso, en la que Aaron acaba cogiéndole aprecio a Josef, aunque no quiera reconocer esos impulsos insanos donde la violencia y su contrario parecen entremezclarse.
Y es que quien palma al final lo hace porque piensa que el otro no va a hacerle daño, porque cree que lo del lago es otra broma macabra más de las suyas (la película juega con el manido recurso de los sustos, simples chistes malos, o bien algo peor que hay detrás). Me queda un interrogante final ¿Es sincero Josef, a su grotesca manera, o es un cínico de campeonato? En cualquier caso, puede que Aaron sea la única persona que ha querido de verdad a semejante trastornado y que ha confiado en él (de ahí lo poco verosímil de su última y bucólica grabación), hasta las últimas consecuencias. El desenlace, muy explícito y abierto descaradamente a hacer secuela, parece ofrecer pocas incógnitas sobre lo que oculta la máscara del lobo, sobre lo que hay detrás del cúmulo de manipulaciones y mentiras que proyecta semejante villano, el perfecto psicópata simpático. Quiero pensar que detrás de sus crímenes lo que late es el amor verdadero y que todavía queda un poco de romanticismo en este mundo… aunque venga por parte de un repugnante asesino en serie.