Aquí van un par de últimos hallazgos, eso sí, de hace unos años ya.
The signal, de David Bruckner, Dan Bush y Jacob Gentry
Los habitantes de una pequeña ciudad comienzan a enloquecer por culpa de una misteriosa frecuencia que aparece en televisores, teléfonos y radios, haciendo que se maten entre sí.
A primera vista, otra más de “infectados”. En realidad, una original y estimulante propuesta dentro del género terrorífico, así como un loable intento por salirse de los tópicos y de lo conocido a través de la mezcla sin complejos de diferentes géneros. La película está formada por tres segmentos que vienen a contar la misma historia desde la perspectiva de los tres personajes involucrados, a la manera de diferentes “versiones” de lo ocurrido, cosa que se pone en relación con la idea central: la pérdida de la identidad, la paranoia y la despersonalización. De hecho, la base de la historia no es otra que una historia de amor y de celos.
Así pues, a partir de un comienzo en clave de terror y gore, saltamos a una parte central de humor muy negro y disparatado, y de ahí a un final apocalíptico y más bien surreal. El juego con la locura y la confusión del espectador es continuo e imprevisible, mientras que la excusa argumental de la señal no deja de ser eso, una excusa sobre la cual no llegamos a saber mucho. Por otra parte, hay situaciones algo cogidas por los pelos, personajes que reciben mil hostias y permanecen impasibles… el típico caso de manejar una premisa potente sin saber aprovechar todas sus posibilidades, quedando en un invento curioso, siempre divertido y cabrón, pero faltándole algo. Pero se agradece.
Deadgirl, de Marcel Sarmiento y Gadi Harel
En un psiquiátrico abandonado, dos adolescentes encuentran a una misteriosa mujer encadenada. Cuando se dan cuenta de que es invulnerable a la muerte, convierten el descubrimiento en un morboso secreto.
Una macedonia de géneros, del drama al terror, y del terror al humor macabro, no siempre manejando adecuadamente tales ingredientes. Curioso título y bastante digerible pese a su grotesca premisa, que propone una variante del género Zombie “con mensaje”, es decir, haciendo hincapié en aquello de la perversa naturaleza humana y sus rincones más oscuros, y en lo de que los auténticos monstruos somos nosotros. Sexualidad necrófila y dudas morales forman parte de un peligroso juego que, en definitiva, se intuye que no terminará muy bien.
Toda la primera parte viene a ser realmente un drama sobre la juventud abandonada a su suerte, con los estereotipos de instituto de siempre (marginados, jugadores de rugby que les pegan, etc.) donde la premisa argumental se podría sustituir por drogas o algo así, y el resultado sería el mismo. Posteriormente desfasa, introduciendo unas importantes idas de olla, y la sensación es de repetición y de argumento estirado. Pero definitivamente el desenlace me ha convencido, con una mala hostia descomunal y evitando moralismos.
Imperfecta aunque interesante película, en la que aparte de lo ya mencionado destacaría a la actriz que hace de muerta viviente y su inquietante interpretación.