Henry ¿quien ha usurpado tu ordenador? Tu no eres Henry, el nunca hablaría así de sus idolatrados vhs...
¡¡Henry, vuelve!!
Tarde o temprano... cuando duermas...
Nah... en serio... los VHS los amo. Y el rollo videoclubero, nunca olvidaré las CIENTOS de horas que pasé en videoclubs como el Valle, el Urigar, el Cinema o el amadísimo Amigos. Ni el ENORME dolor que fui sintiendo conforme estos templos se cerraban. Yo, de niño, ya lo he dicho varias veces, no me preocupaba porqué iba a ser de mayor: iba a tener mi propio videoclub, y aprendería todos los secretos del cine y de las cintas VHS. Ver que iban desapareciendo, lenta, dolorosamente, primero transformándose, intentando acaparar otros modelos de negocios muy diversos para sobrevivir (desde tiendas 24 horas, que es en lo que acaban convirtiéndose la mayoría de los que aún se mantienen abiertos, a videojuegos, complementos, tiendas baratas tipo todo a cien...). Fui testigo de como el videoclub pasaba de ser un punto de encuentro social de fin de semana para familias y pandillas de amigos, un lugar al que uno acudía a buscar películas que no podía ver en la otra única fuente que existía para verlas (la televisión) a convertirse en modelos de negocio caducos, abandonados, frecuentados solo por nostálgicos y cinéfilos que buscaban cosas todavía no editadas en los nuevos formatos, antes de que Internet lo pusiera todo al alcance de un click. Vi como señores y señoras que para mi eran dioses, gente que tenía conocimientos, que tenía contactos y que podía dar respuestas a preguntas que en un mundo sin Internet, eran realmente complejas y especializadas, adquirían la condición de mortales: gente que llevaba sus negocios, que amaran o no el cine, simplemente se habían ganado su vida con una pequeña pasión. Y no eran dioses, ni magos con saberes arcanos: solo gente, como yo mismo, que se convirtieron, a la muerte de los videoclubs, en quiosqueros, en zapateros, en dependientes de tiendas de bisutería barata y regalos de cien pesetas, o se retiraron, si tenían ya cierta edad, a cuidar de los nietos.
Todo eso supuso un impacto muy duro para mi, como persona. Comprar VHS lo hice por amor al cine, a cierto tipo de cine; y por salvar cierto tipo de cine, también: las pelis chungas, los directos a vídeo, las que venían con carátulas canallas copiadas de éxitos, o editadas por casas de vídeo pirata... las mil pelis de ninjas, de psycho killers o de adolescentes calentorros que nos invadieron desde todas partes del mundo, y que nunca, jamás, volveremos a ver, porque nunca, jamás, las volverán a editar. Eso era, hasta cierto punto, razonable: coleccionar algo raro que poca gente colecciona... coño, casi podría decirse que es la definición de coleccionismo.
Es más, y esto es algo que he compartido con poca gente... cuando los videoclubs, a principios de siglo XXI, se declararon muertos del todo (ya llevaban muertos unos cuantos años, desde finales de los 90, en una agonía que yo deseaba interesadamente confundir con un periodo de bajón) yo cogí la costumbre de, cuando salía de trabajar, darme una vuelta por los tres videoclubs que más habían significado en mi vida: el Urigar, el Amigos y el Cinema. Dos de ellos estaban ya cerrados entonces, sin ningún rótulo o toldo abandonado que indicara que en otra época, allí hubo videoclubs, y uno seguía abierto, pero no tenía ya VHS, y en fin, no era lo mismo. Solía hacer "la ronda" los viernes cuando salía de currar; y no sé muy bien porque´lo hacía... porque no quería olvidarme de aquello, y de lo que aquello había sido para mi, supongo. Y cada viernes se me partía el corazón de ver aquellos sitios abandonados, o transformados. Solo yo, pensaba, recordaré dentro de unos años que aquí hubo un videoclub. Y seguramente, sea yo el único que se acuerde exactamente de cuantos videoclubs hubo en mi pueblo, de donde estaban, y de cómo se llamaban sus dueños.
Pero pasa el tiempo. El impacto emocional, como todo impacto, tiene su clímax, y luego se pasa. Y creo que la palabra clave la ha dicho Atre en su último post: PRIORIDADES. Llega un momento, en que, con 35 años no puedes permitirte el lujo de compadecerte cada viernes, porque un mundo que tú querías ha desaparecido sin posibilidad de regreso, y no va a volver solo porque ahora sabes, de verdad, lo que valía aquello para ti. Hay otras cosas. Hay responsabilidades, y hay problemas de dinero y espacio, claro; apàrte de unos 350 VHS, tengo unos 200 DVD, y cómics, y libros... y uno quiere seguir viendo películas, y leyendo cómics, o surgen otros hobbies. Y entre todo eso, el VHS es un objeto inútil. Si, inútil: al factor de espacio + dinero hay que añadir el factor inutilidad: un VHS es, al fin y al cabo, una película en formato mutilada, en un solo idioma y sin extras, con mala calidad, pero eso si, envuelto en una carátula que, normalmente, vale el que la tengas. Cada día que pasa, el VHS (y sobre todo, en las cantidades en las que yo los tengo) es un lujo, un enorme y absurdo desperdicio de espacio. Muchas de las películas que compré en su día, las compré y las vi una vez. Las compré porque los videoclubs se estaban deshaciendo de sus vídeos, y era "ahora o nunca".
¿Significa eso que voy a tirar mis VHS a la basura? No. No, ahora mismo no. Seguro que con el tiempo, el 70 o el 75% de ellas si acaban en un contenedor; de otras, no podría desprenderme ni aunque me estuviera muriendo de hambre.
Pero en fin... supongo que puede parecer un punto de vista negativo, o una "muerte de la nostalgia" pero en realidad, es al contrario. Si algo sé es que los VHS, el videoclub, todo lo que significó para mi, está en mi corazón, y siempre lo llevo conmigo. No es NECESARIAMENTE obligatorio tener una habitación llena de VHS para acordarte de lo mucho que los quisiste