Gangs of New York (2002). Leo que hubo un problemón con el material original y que por eso existe esta edición restaurada, de hecho, lo he leído después de volver a ver la película porque recordaba una foto regulera que no dejaba disfrutar del todo el fastuoso diseño de producción y me he encontrado hoy con todo lo contrario, un producto acabadísimo visualmente que se recrea en el trabajo de Ferretti.
La película no la veía desde hace más de 15 años calculo, la vi en cines y cuando la estrenó el plus, y, como esperaba, la he disfrutado mucho más, sabiendo que ya la valoraba moderadamente. Sin llegar a ella, es el Scorsese de Casino, con una presentación inmersiva que es puro sense of wonder, tanto en su intro in media res en forma de enfrentamiento salvaje como en el descubrimiento que hacemos de Five Points en forma de paseos con DiCaprio y Henry Thomas, conociéndolo tanto físicamente como en su estructura social.
El hueso argumental es puro western con leit motiv de venganza y se mueve en estas coordenadas durante dos tercios de metraje, con apuntes de fondo de gran fresco épico y social de época. El gran riesgo de la película y que a mí me fascina es que el fresco social en forma de revolución canibaliza por completo la trama principal (de western) en el último tercio y lo hace, no sabemos si por la necesidad de cortar metraje o por pura decisión, de una manera violentamente apabullante, con un montaje eléctrico y, por ello, plenamente scorsesiana. Rodrigo Cortés es de la opinión de que la necesidad de cortar, paradójicamente, la hizo más scorsesiana en ese tercio final.
Al margen de Day Lewis, que no solo apabulla en cada escena sino que además amplía la mítica de la historia con el relato que hace del padre DiCaprio y una especie de código del guerrero, hay dos personajes maravillosos que enriquecen el relato cada vez que salen, tanto por los actores como por lo que representan, que son Broadbent (ese animal político, falso como él solo) y Gleeson (un intento íntegro pero frustrado de transformación de la violencia en valores modernos), ejemplos de ese background social que en los dos primeros tercios asoma y que se apodera de la película al final hasta el punto de que la culminación de la venganza es lo de menos e incluso así lo asumen sus protagonistas.
Y es que para asimilar ese final, posiblemente, me faltaba cultura y contexto del momento para disfrutarlo de post-adolescente. Todo se convierte en un poliedro fascinante, al protestantismo contra catolicismo y el odio al inmigrante con los que arranca la película como ejes principales, se va añadiendo una lucha de clases en toda regla motivada por el alistamento y las bajas en plena guerra civil (las escenas de contraste de los ricos en Five Points y de los protagonistas en la mansión multimillonaria son maravillosas), la batalla política totalmente aprovechada del odio hacia el inmigrante, una batalla racial a raiz de la revolución de (una parte de) las clases bajas contra los negros como respuesta, también, al reclutamiento y bajas de soldados al sur, y la consecuente represión policial pero, sobre todo, militar ante la revuelta. Me ha parecido maravilloso.
DiCaprio y Cameron Diaz, siendo lo menos destacable de la película, no están ni mucho menos tan horribles como se hizo habitual leer y escuchar, sus encuentros casuales por las calles están bien perfilados, así como su relación salvaje como gatos callejeros que son. Sí es la subtrama de ellos dos la que más sufre en el tercio final y queda más diluída pero es coherente ya que todo lo que hemos visto queda sepultado por la revolución. Me encantan las anécdotas (que ya salían en extraordinaria The Bowery de Raoul Walsh) sobre las peleas entre brigadas de bomberos por apagar un fuego mientras la gente saquea la casa o los combates de boxeo sobre el mar.
Un disfrute total que, con su segura versión larga que se quedó quién sabe dónde, sería otra obra total del maestro.