007: Skyfalló
A Sam Mendes le conozco por tres películas: American Beauty, Camino a la Perdición y Revolutionary Road. Todas películas dramáticas con su dosis de mala leche y cada una enmarcada dentro de un género. La primera es casi una comedia ácida, la segunda cine negro y la tercera un drama existencial. De todas he salido encantado. Por tanto, el nombre de Sam Mendes en una película de James Bond, así como unos trailers hechos para ponértela dura, habían hecho que fuera al cine con cierto priapismo entre las piernas.
Así que va a comenzar la película y, aunque Quantum of Solace es una montaña rusa que acaba en desastre en lo que a calidad se refiere, yo estaba tranquilo, ya que esta historia es una entrega independiente que lo único que conserva es al Bond actual y un poco el nuevo carácter del personaje nacido en Casino Royale, por lo que, además el tito Sam tenía libertad para hacer lo que le saliera del prepur y no tener que preocuparse de algo que los frikis adoramos y que nos encanta criticar: la continuidad y sus errores en sagas que siguen un mismo argumento. En este caso, el argumento de Vesper aún tiene filones abiertos, pero para esta entrega, nos la pela. Perfecto pues, fuera prejuicios. Todo parece indicar que voy a eyacular y eso siempre es una buena noticia, aunque no sea a través de un contacto heterosexual.
Empieza el prólogo: La hostia. Persecuciones espectaculares, fotografía preciosista, dinamismo, el flipómetro disparándose pero no importa porque es Bond y es lo que he venido a ver, un origen para el argumento principal interesante (disco duro con listado de agentes secretos infiltrados en organizaciones terroristas) en las manos equivocadas y una necesidad extrema por recuperarlo porque se puede liar parda en cuanto esa lista salga a la luz. El tiempo se va agotando así como las posibilidades para que la misión sea un éxito. Entonces llegamos al clímax/cliffhanger del prólogo: Bond se encuentra enfrascado como Nathan Drake en una pelea sobre un tren con el ladrón del disco duro. La compañera en la misión de Bond está de francotiradora pero no tiene un tiro limpio para librar a Bond del agresor, y se aproxima un túnel bastante largo durante el cual no se sabrá qué puede suceder en su interior y si Bond podrá salir victorioso o no, ya que está herido. M pierde los nervios y ordena a la compañera de Bond que dispare, errando el tiro y dando a Bond. 007 cae al vacío, a un río, como un Bourne cualquiera, y cuando uno espera que en cualquier momento comience a sonar Moby, la caída de Bond se funde con unos créditos magníficos de la mano de Adele. Unos créditos que también son engañosos, porque te muestran ciertas cosas de una forma tétrica dando a entender que la peli va a ser algo que finalmente no es. Vemos a un Bond delante de unos espejos, confundido, sin saber bien cuál es la dirección correcta, le vemos matando a sus sombras y que una le dispara por la espalda, imagino que en clara alusión al dicho “no fiarte ni de tu sombra”, y por último vemos la mansión de Skyfall sobre la que cae el cielo.
Parecía que esta historia de Bond, en consonancia con la última corriente en el cine iba a ser “más oscura”. Tengo que decirlo: estoy hasta la polla de ese cliché. Todo es “más oscuro”. Pero bueno, hasta aquí promete. Qué coño, me manché el pantalón, para qué nos vamos a engañar. Joder, como todo esto siga así, me van a arruinar mi descendencia, pensé. Me imaginaba las posibilidades de la historia en ese momento: “Joder, el disco no lo han recuperado y, probablemente, agentes secretos a lo largo de los países de la OTAN empezarán a caer como moscas. Coño, y aún no sabemos qué ha pasado con Bond”.
Hasta aquí palotismo severo con dolor arterial por falta de flujo sanguíneo, algo que generalmente es muy positivo en estas películas, porque además aumenta tu tolerancia ante las posibles cagadas futuras ya que tu sangre no se encuentra en el cerebro.
Sin embargo, lo que empieza a suceder a partir de ahora transforma la erección en gatillazo.
Previsiblemente, semejante cagada de pérdida de datos no puede quedar impune, y la cabeza responsable del acto, como no, sería M. Así que mientras escribe la necrológica de Bond, a quien han dado por muerto, es llamada para darle el rapapolvo. Entonces aquí aparece el señor Ralph Fiennes que, reconozcámoslo, aunque es un pedazo de actor, se le ha acabado el trabajo como Voldemort y tiene que seguir comiendo. Pero él no quiere trabajos esporádicos, no, estamos en crisis, a él le molan trabajos para largo, y para eso las sagas son lo mejor. El caso es que Mallory (Fiennes) le dice a M que está vieja, chocha, y que la van a jubilar con medallitas incluídas. Y claro, a uno siempre le sienta muy mal que le llamen viejo, más a una mujer, así que se va muy indignada ella, como es lógico. Es justo en este momento donde empieza lo que creo que es la intención presuntuosa de Mendes a lo largo de toda la película, su tema principal: lo viejo frente a lo nuevo, lo clásico frente a lo moderno. A partir de aquí esto va a ser un festival de comparaciones odiosas entre esos dos campos.
Pero el caso es que justo al volver hacia al MI6, a M le han colado un troyano en el ordenador portátil por ver porno duro (porque es el que se lleva a casa, en el MI6 hay cámaras y como bien sabemos todos la masturbación pertenece al ámbito privado) y le advierten que no se olvide de sus pecados. No sólo eso, resulta que es hora punta y encima han avisado de bomba en el MI6 que, efectivamente, explota.
Aquí yo primero pensé en que había sido Bond. Dije, le han tocado los cojones al escocés equivocado y ahora quiere sangre británica. Podía ser, joder, tenía motivos para ello, M no confió en que pudiera recuperar el disco y optó por la opción más segura: disparar a ciegas que, según ella, es el protocolo.
Por lo visto, los protocolos del MI6 son la polla.
—Joder M, al final has perdido el disco.
—Yo hice todo lo que pude, fue el protocolo.
—Decidiste jugártela a la ruleta rusa con tu mejor agente sobre la mesa, con un disparo que tenía más posibilidades de fallar que de acertar, en lugar de intentar confiar en 007, porque total, de cualquiera de las maneras el disco estaba casi perdido. ¿Eso dicta el protocolo?
—Aaaaah (tapándose los oídos) ¡no te oyo, no te oyo!
Entonces viajamos de nuevo a un paraje tropical, donde al parecer, 007 aún sigue con vida. El tío es el más macho. Se zumba a tías estampándolas contra la pared, porque si se quedan incrustadas luego es más cómodo y así puede descansar el brazo, se pone de analgésicos a lo Max Payne, bebe whiskey con un escorpión en la mano, y cierra el bar él solo. ¿Por qué? Porque está muy enfadado. ¿Cómo salió con vida? No importa. ¿Cómo que no importa? ¿Dos balazos (uno que le ha dejado restos de metralla de uranio, como comprobaremos después) y una caída de más de 100 metros de altura y nos tenemos que creer que sobrevivió porque es Bond, y él puede? Bien es verdad, que estos iconos en el cine pueden disfrutar con entrega de la ausencia de credibilidad, pero coño, tienes que atarlo un poquito a la realidad. Muéstrame en flashes de segundos a alguien recogiéndolo del río, a un par de curanderos poniéndole algún tipo de pasta a lo Gladiator, algo.
El caso es que mientras se sirve su siguiente copa, Bond escucha en las noticias que al MI6 le han reventado el ano desde dentro, y su orgullo patriótico le hace volver a ver si puede echar una mano a M y al MI6. Y entonces es cuando esto me empieza a tocar los cojones. Vamos a ver, ¿no estabas enfadado con el mundo cambiando tu sangre por ricos destilados? Puedo entender que como gran patriota quieras ayudar a tu país, pero no bajo las órdenes de M y/o el MI6, entendería que volvieras, pero por tu cuenta, a tu manera, sin que nadie en la seguridad y comodidad de un despacho tenga tu vida a merced de una orden. Más aún cuando ya te han traicionado antes.
A partir de aquí, empiezan a suceder las tramas de las que habla Seaker que no llevan hacia ningún lado, por lo que no voy a abundar en lo mismo. Si bien hacer hincapié en lo que he dicho antes: al volver Bond más cascado que un pene adolescente, de nuevo tenemos el falso conflicto entre lo viejo y lo nuevo, lo arcaico y lo innovador, lo clásico y lo moderno. Te lo quieren meter por todos los lados: Bond que ya está viejo, y jodido, y que no ha superado las pruebas estándar de un agente joven, como le dice Mallory; la forma de atajar los problemas del MI6, con agentes repartiendo leches por el mundo, y las nuevas formas de ataques basadas en las nuevas tecnologías; los coches clásicos contra los modernos, los gadgets clásicos contra la tecnología de última generación, hasta incluso las armas clásicas (cuchillo, dinamita, pólvora y cartuchos de escopeta de caza) frente a las armas de la actualidad (ametralladoras, pistolas automáticas, helicópteros), la propia M frente a Mallory… En fin mil y una comparaciones que al final no llevan a nada. Y hacen especial hincapié en el hecho de que la puntería de Bond, a una mano, todo hay que decirlo, deja bastante que desear. Lo de “a una mano” es necesario puntualizarlo, porque como todo el mundo sabe, disparar a una mano es de las cosas más difíciles del mundo y eso sin estar tarado del hombro, y aparte, queda más “badass”. Pero esto en realidad no importa, porque a dos manos Bond le acertaría a las alas de una mosca, como podremos comprobar al final de la peli.
Por cierto, digno de mención el pollazo anal sin vaselina que nos han metido a todos con el trailer de la peli y la pistolita de los cojones. “No es una pistola cualquiera, es una declaración de principios”. Joder, así hasta molaba, es que incluso te hacía creer que iba a haber algo de venganza personal de Bond en la película. Pero como dijo Groucho, “Estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros”. De hecho, y para ser justos, la conversación frente al cuadro es casi de lo mejorcito de la película, más que nada porque es la única conversación real y “Bondesca” que sucede en toda la peli. Seamos claros, el Bond que nos presentaron en Casino Royale es un Bond tosco y parco en palabras, pero no obstante lo suficientemente elocuente con las pocas que soltaba. Tiene su dosis de mala leche, ironía y sarcasmo. Pero en esta peli, los personajes sólo parecen esperar su turno para hablar, no hay sensación de conversación. No sé, a mí me dio esa impresión. Por eso, la pequeña conversación frente al cuadro, creo que es la única que más o menos se siente “cool”, se siente natural, se siente “Bond”.
Por fin, tras varios sucesos intrascendentes, Bond se encuentra con el malo malosillo. Resulta que este malo malosillo, había sido la súperpolla antes que el propio Bond. Vamos, vamos, vamos, ni punto de comparación. Y además tiene un complejo de madre para con M, la cual también le traicionó, haciendo que Bond y él tengan más cosas en común de las que aparentan en un principio. Esto en realidad es una oportunidad gigantesca de brillar que se echa a perder. Si algo sabe hacer Sam Mendes es crear dramatismo, crear tensión, hacerte pensar. Cojones, pues haz lo que sabes hacer. Es la oportunidad perfecta para que Bond se enfrente a la eterna disyuntiva del soldado: ¿eres un soldado que sólo acata órdenes, ya que el bien y el mal es una cosa que cambia con las épocas, por lo que debes simplemente obedecer y asímismo no guardas rencor a M porque, como soldado, sabes que así son las cosas? ¿O por el contrario eres un guerrero que lucha por un ideal, por una causa, por una convicción ética y moral, por una patria, alguien que necesita una razón para luchar y que tus convicciones influyen a la hora de acatar órdenes? ¿Eres Sam Fischer o eres Solid Snake? Porque ése es el quid de la relación entre Bond y Silva. Silva lucha por una razón muy humana, la venganza. ¿Bond por qué lucha? ¿Por M? ¿Por su país? Es más, la película quiere incluso hacernos creer que Silva en realidad está tratando de convencer a Bond de ya que a ambos les han jodido, casi que debería pasarse al otro bando, pero las razones de Silva para ello, que podrían haber sido para enmarcar, si alguien las hubiera escrito, son simples y burdas. Casi diría ñoñas.
Pero Silva, como todo malo que se precie, por muy súperpolla de agente que haya sido, parece olvidar que un Bond al 70% es mejor que diez masillas de tu panda de esbirros malvados por defecto, por lo que, con dos cojones y poco cerebro, suelta a 007 para llevárselo a dar una vuelta. Porque es rubio y puede. Es lo que pasa cuando compras cápsulas de cianuro a los chinos, que te crean asesinos en serie y merman tu cociente intelectual.
Como era de esperar, la chica prescindible muere, y Bond, suelto y con pistola, en un desliz se carga a todos los vigilantes a su alrededor, capturando a Silva ya que Bond, previamente activó su mini Game-Boy. Muy a lo Joker todo.
Y llegamos a lo mejor de lo mejor: Tenemos a Q, el crackmáster informático que ha inventado todos los protocolos súper chupi guays de seguridad en el mundo y parte del extranjero. Pero llega Silva y se la cuela por la escuadra. No sólo eso, se pone a desencriptar la información del malo en plan “Dios, esto es la polla de encriptación, me estoy molando yo mismo, porque cada vez que intento hacer algo, la encriptación cambia y es como un orgasmo nerd” y entonces, llega Bond, todo chulo, ve unas letras ahí y, gracias a su vasta experiencia haciendo sopas de letras dice “Chachi pon ahí Camborough, vas a ver cómo mola”. Hecho. Lo hemos desencriptado y, de paso, hemos abierto todas las cerraduras. ¿Para qué tanta polla de súper hacker si tiene que venir Bond a hacer el trabajo?
Mención especial el plan ultramalvado para hacer caer a M y así poder matarla de forma personal. El peor plan de la historia para una venganza personal. Vamos a jugar a un juego: Elijamos el mejor plan para una venganza personal contra M de entre estos dos:
PLAN 1:
- Le robo a M un listado con todos los agentes infiltrados en organizaciones terroristas.
- Empiezo a publicar semanalmente 5 nombres, para destruir su reputación.
- Espero a que la juzguen en una comisión y se cepillen al MI6 y se la carguen funcionarlmente hablando.
- Cuando esté en casa, sola, desprestigiada, y sin MI6, la mato en su casa (a la que, por cierto, debe ser muy fácil acceder, porque Bond lo hace sin problemas).
PLAN 2:
- Le robo a M un listado con todos los agentes infiltrados en organizaciones terroristas.
- Empiezo a publicar semanalmente 5 nombres, para destruir su reputación.
- Me dejo atrapar por 007 perdiendo una cantidad considerable de esbirros.
- Hackeo todo el sistema del MI6 para escapar.
- Espero a que la juzguen en una comisión.
- Escapo y me disfrazo como poli.
- Voy a la sala donde la están juzgando, con todo lleno de peña y la mato en público reafirmando que el MI6 efectivamente tiene razón de ser porque hay peña muy loca.
Está claro, ¿no? El plan 2, es el más coherente.
Otra de las cosas que la película no explota en absoluto es la supuesta incapacidad de 007 tras el incidente del tren. Se supone que no ha pasado ninguna de las pruebas físicas ni psíquicas para ser un agente de campo y el tío corre como un puto gamo, infla a ostias al más pintado y tiene los reflejos de Spiderman. No existe enfrentamiento épico entre un Silva al 100% y un Bond a medio fuelle que se vea obligado a recurrir a cualquier extremo con tal de ganar, no. Bond sólo es superado en esta película en una cosa: en número, porque en habilidad está como el primer día.
Por lo demás está todo dicho, no hay nada que no haya dicho Seaker respecto a la trama. Pero sí me gustaría hacer una reflexión sobre una tendencia que voy notando en el cine reciente que me hace hervir la sangre: aparte del cliché del “todo más oscuro”, ha aparecido el cliché de no tomar partido y dejar la elección al espectador. Vamos a ver, cuando eres un creador de arte, se supone que tu obra es tu forma de expresión, necesariamente el mismo arte te exige tomar partido, dar una opinión, sea la tuya o no. Por ejemplo, las películas sobre la existencia de Dios que siempre al final no se acaban de posicionar sobre si existe o no. Coño, el cine es FICCIÓN, tienes completa libertad para posicionarte con toda comodidad si es en beneficio dela historia. Es muy cómodo plantear la duda, y dejar que el espectador elija, porque además parece que te haces el interesante, pero en realidad lo que esconde es un burdo truco para satisfacer a todo el mundo, y no casarse con nadie, así el que cree, seguirá creyendo, y el que no, no creerá. Pero nadie va al cine para que lo convenzan de nada, la gente va a ver historias, y las obras de arte (si entendemos el cine como tal) no tienen la obligación de satisfacer a todo el mundo.
Y ese es el mayor error de Skyfall. Durante toda la película quiere coquetear con la disyuntiva de lo clásico frente a lo moderno, para darte una conclusión de que al final todo es bueno en su justa medida. Así satisfacemos a los fans de las películas clásicas con los diversos homenajes que hay durante la peli y al mismo tiempo satisfacemos a los fans post Casino Royale. Pienso que Mendes debería haber posicionado a la película hacia un lado u otro de la balanza, sea o no su opinión personal sobre ello, y siempre en favor de la historia que estaba contando que, en este caso, tras la victoria de un Bond cascado que ha vencido a la tecnología de última generación con dos escopetas de caza, dinamita, y una casa vieja, parece que es lo clásico mola más que lo moderno.
Por último señalar un detalle que Seaker vio mal: Es Bond quien dispara al hielo para “inteligentemente” intentar escapar en aguas heladas. Entonces Silva se queda mirando, como diciendo: “valiente estupidez”, se ríe, y se va, imagino que pensando que la “heroicidad” de Bond, le iba a costar la vida a nuestro querido agente secreto, por aquellos factores como la hipotermia, así como el peso de la ropa mojada, y el hecho de tener que pelear bajo agua helada y luego salir a un clima frío. Pero nada, luego llega a la Iglesia, más seco que salido del desierto de Arabia, sin ningún temblor o signo de hipotermia y al súper agente que fue la pollísima mucho antes que él, se lo carga con un cuchillazo por la espalda, como hacen los hombres, recordemos, con el brazo jodido y semi congelado.
En fin.