Yo tampoco viví esa época (no toqué un ordenador hasta el 2000 y pico), pero no cabe duda que gran parte del Internet-social de hoy en día es heredero de aquella época.
No cabe duda que la lógica de la web 2.0 (la inteligencia colectiva, compartir) choca frontalmente con la mentalidad capitalista, donde todos los productos son considerados como mercancías comercializables, donde la producción está controlada por unos pocos, donde la comunicación es unidireccional (unos pocos emisores producen para la gran masa) y donde el valor de los productos se mide en función de su escasez (lo escaso es valioso).
En Internet la lógica es la contraria: todos los usuarios somos emisores y receptores de información, todos participamos en la creación de cultura, el valor de los productos se mide en función de su difusión (lo valioso es lo que llega a más personas), y gran parte del trabajo que se hace es por amor al arte.
Es lógico que las industrias culturales se caguen del miedo ante internet. Porque el modelo cultural impulsado por los internautas es mucho más eficiente que el comercial. En 24 horas, cualquier internauta puede tener acceso a todos los capítulos de televisión emitidos el día anterior en cualquier canal del mundo, con buenos subtítulos en su propio idioma, y puede consultar la transcripción completa del capítulo en su wiki correspondiente. A veces, incluso se curran carátulas chulísimas para los DVDs tostados caseros. Sin embargo, las versiones oficiales, a veces tardan meses, van acompañadas de subtítulos basurescos, carátulas horribles, 0 extras, van capadas e incluyen amenazas veladas en forma de anuncio... ¿cómo pretenden que la gente pague por ediciones profesionales que son peores que las amateurs?
En cierto sentido, casi deberíamos sentirnos orgullosos de que nos llamen piratas, porque lo cierto es que a los hackers se lo debemos todo. Sin white hats y black hats, hoy el mundo sería un poco peor. No cabe duda que los internautas de a pie, que no tenemos ni papa de informática, les debemos muchísimo a los auténticos piratas.
No cabe duda que de la interacción entre los que buscan un Internet-social y los que quieren un Internet-negocio acabarán surgiendo nuevas maneras de producir y disfrutar la cultura que permitirán que los artistas se puedan ganar la vida de lo que producen. Pero el primer paso debe ser comprender que Internet tiene que ser un aliado, no un enemigo. Y que en que la época en el que el valor radica en la difusión y en la versatilidad de la información, no puedes pretender hacer negocio levantando muros y vallas. Porque internet no funciona así, y antes de que te des cuenta, quedarás desfasado y sin posibilidad de adaptarte a los nuevos tiempos.
No cabe duda que la lógica de la web 2.0 (la inteligencia colectiva, compartir) choca frontalmente con la mentalidad capitalista, donde todos los productos son considerados como mercancías comercializables, donde la producción está controlada por unos pocos, donde la comunicación es unidireccional (unos pocos emisores producen para la gran masa) y donde el valor de los productos se mide en función de su escasez (lo escaso es valioso).
En Internet la lógica es la contraria: todos los usuarios somos emisores y receptores de información, todos participamos en la creación de cultura, el valor de los productos se mide en función de su difusión (lo valioso es lo que llega a más personas), y gran parte del trabajo que se hace es por amor al arte.
Es lógico que las industrias culturales se caguen del miedo ante internet. Porque el modelo cultural impulsado por los internautas es mucho más eficiente que el comercial. En 24 horas, cualquier internauta puede tener acceso a todos los capítulos de televisión emitidos el día anterior en cualquier canal del mundo, con buenos subtítulos en su propio idioma, y puede consultar la transcripción completa del capítulo en su wiki correspondiente. A veces, incluso se curran carátulas chulísimas para los DVDs tostados caseros. Sin embargo, las versiones oficiales, a veces tardan meses, van acompañadas de subtítulos basurescos, carátulas horribles, 0 extras, van capadas e incluyen amenazas veladas en forma de anuncio... ¿cómo pretenden que la gente pague por ediciones profesionales que son peores que las amateurs?
En cierto sentido, casi deberíamos sentirnos orgullosos de que nos llamen piratas, porque lo cierto es que a los hackers se lo debemos todo. Sin white hats y black hats, hoy el mundo sería un poco peor. No cabe duda que los internautas de a pie, que no tenemos ni papa de informática, les debemos muchísimo a los auténticos piratas.
No cabe duda que de la interacción entre los que buscan un Internet-social y los que quieren un Internet-negocio acabarán surgiendo nuevas maneras de producir y disfrutar la cultura que permitirán que los artistas se puedan ganar la vida de lo que producen. Pero el primer paso debe ser comprender que Internet tiene que ser un aliado, no un enemigo. Y que en que la época en el que el valor radica en la difusión y en la versatilidad de la información, no puedes pretender hacer negocio levantando muros y vallas. Porque internet no funciona así, y antes de que te des cuenta, quedarás desfasado y sin posibilidad de adaptarte a los nuevos tiempos.