Harkness_666
Son cuatro
Espectacular el fenómeno, la peli ya es otro cantar. La sala hasta arriba, la peña en éxtasis, unos aclamando, alguno creo que llorando, un pobre fulano medio asfixiado susurraba “gracias, gracias”. San Kevin Feige vuelve a alzarse como salvador del cine y mesías de nuestro tiempo, que derrama su maná sobre nuestras frentes cual padre bondadoso. Tras una temporada regulera consigue lo imposible, petarlo en cuanto a expectación una vez cerrada la fase anterior. Muy cuñadamente me atrevería a decir que esto no estaba previsto, que tenían pensada otra aventurilla sin más del arácnido, pero vino la puta pandemia y alguien se ha visto obligado a fabricar un super-evento que pudiera reanimar la taquilla a lo bestia.
Dejo mi ladrillo en el spoiler.
Dejo mi ladrillo en el spoiler.
Nueva y colosal maquinaria nostálgico-pornográfica pensada para manipular un tanto torticeramente los sentimientos (¿Hasta qué punto es mérito de esta peli en sí que la gente se emocione tanto?). Bienvenidos a la nostalgia dosmilera, con Marvel reciclándose a sí misma en una propuesta convencional en parte, desvergonzada y arriesgada en cuanto a una impúdica exhibición de fan-service y de guiños internos que la hacen demasiado dependiente. El problema, quizás, es que llega tarde, pues lo que aporta ya lo aportaba (¿incluso mejor?) la de animación de hace unos años, esa deconstrucción en clave “meta” del personaje y su idiosincrasia… pero Marvel, con sus moldes fijos, da para lo que da; grandes dosis de melodrama, para que luego se quejen los amigos de lo adulto, pero muchos chistes también.
La versiones anteriores de “Spidey” ahora se incorporan, como fagocitadas, a la ficción interna del UCM con la excusa del “multiverso”, ¿Genialidad o poca vergüenza? A Marvel le salen bien los argumentos corales, manejando cual malabares a muchos personajes y elementos en pantalla, y ahí ni sorprende, ni defrauda; pantagruélica batalla final en la estatua de la libertad, difícil incluso de seguir, o lo de la “dimensión espejo”, con psicodelia nunca lo bastante exprimida de Origen y ese gag tan puñetero de magia contra ciencia… todo con tal de que no pensemos en lo chorra, en las abismales lagunas lógicas (el hechizo del olvido y sus incoherentes consecuencias, el gran porque sí de atraer a los villanos, el maquinucho de un Stark convertido en deus ex machina después de muerto que a su vez construye máquinas, M. Rajoy Style)… lo hizo un mago, aquí literalmente, y por cierto, qué grande ese Strange, qué grande el actor y qué poco partido se le saca, me acaba dando la impresión. Al final lo que triunfa viene a ser un curioso especial de nochebuena, con viejas glorias y una trama en el fondo muy vacua para hacerlo posible. Spiderman en el diván, referencias a coñas ya no de la franquicia, sino de la vida real, que los fans llevan haciendo años (el lanzatelarañas orgánico o no), lo cual es a veces un poco forzado, a veces bien hilado (la redención del Spiderman “cutre” pero “amazing” de Garfield, que esto ya es hacer humor… ¡con los títulos de las películas!). La gente quiere esto y esto es lo que toca.
Los malos malísimos, pese a lo blandito, creo que son la mejor baza, ahondando en las interacciones con y entre ellos, eterno defecto marveliano y pata coja de sus entregas; su “curación” como acto moral del héroe, ¿pero quién coño quiere “curarse”? Aquí son seres trágicos y vulnerables incluso, predestinados a morir porque siempre queremos que la peli termine bien y gane el bueno, y dan juego esas posturas diferentes de unos y otros. El mejor, un Willem Dafoe que en sus breves apariciones se los merienda a todos, sea un pobre anciano desorientado o la encarnación primigenia del mal; absoluto terror y sensación de peligro real, el mejor villano de este universo es prestado.
Se clausura la trilogía de Watts, primer director que completa una trilogía y claro merecedor a mejor empleado y muerdebotas del año, anunciándose una vuelta a las esencias del superhéroe humilde y “de barrio”, alejado de movidas mistico-cósmicas y más próximo a su mitología; aceptación, miedos, conciliar faceta humana y superpoder, y cómo no, la famosa “responsabilidad”, entendiendo el sacrificio por los tuyos como el mayor acto heroico, en un paralelismo o sentimiento universal que atraviesa las distintas “dimensiones”. Por último, me hace reír y me conmueve ese gordito que deja por una vez de ser “el tío de la silla” para convertirse en el Aprendiz de Brujo. Y cómo no, el gag calentorro de rigor con el Holland luciendo cuerpazo musculado muy gratuitamente, la mejor escena de la peli y de la saga completa.
La versiones anteriores de “Spidey” ahora se incorporan, como fagocitadas, a la ficción interna del UCM con la excusa del “multiverso”, ¿Genialidad o poca vergüenza? A Marvel le salen bien los argumentos corales, manejando cual malabares a muchos personajes y elementos en pantalla, y ahí ni sorprende, ni defrauda; pantagruélica batalla final en la estatua de la libertad, difícil incluso de seguir, o lo de la “dimensión espejo”, con psicodelia nunca lo bastante exprimida de Origen y ese gag tan puñetero de magia contra ciencia… todo con tal de que no pensemos en lo chorra, en las abismales lagunas lógicas (el hechizo del olvido y sus incoherentes consecuencias, el gran porque sí de atraer a los villanos, el maquinucho de un Stark convertido en deus ex machina después de muerto que a su vez construye máquinas, M. Rajoy Style)… lo hizo un mago, aquí literalmente, y por cierto, qué grande ese Strange, qué grande el actor y qué poco partido se le saca, me acaba dando la impresión. Al final lo que triunfa viene a ser un curioso especial de nochebuena, con viejas glorias y una trama en el fondo muy vacua para hacerlo posible. Spiderman en el diván, referencias a coñas ya no de la franquicia, sino de la vida real, que los fans llevan haciendo años (el lanzatelarañas orgánico o no), lo cual es a veces un poco forzado, a veces bien hilado (la redención del Spiderman “cutre” pero “amazing” de Garfield, que esto ya es hacer humor… ¡con los títulos de las películas!). La gente quiere esto y esto es lo que toca.
Los malos malísimos, pese a lo blandito, creo que son la mejor baza, ahondando en las interacciones con y entre ellos, eterno defecto marveliano y pata coja de sus entregas; su “curación” como acto moral del héroe, ¿pero quién coño quiere “curarse”? Aquí son seres trágicos y vulnerables incluso, predestinados a morir porque siempre queremos que la peli termine bien y gane el bueno, y dan juego esas posturas diferentes de unos y otros. El mejor, un Willem Dafoe que en sus breves apariciones se los merienda a todos, sea un pobre anciano desorientado o la encarnación primigenia del mal; absoluto terror y sensación de peligro real, el mejor villano de este universo es prestado.
Se clausura la trilogía de Watts, primer director que completa una trilogía y claro merecedor a mejor empleado y muerdebotas del año, anunciándose una vuelta a las esencias del superhéroe humilde y “de barrio”, alejado de movidas mistico-cósmicas y más próximo a su mitología; aceptación, miedos, conciliar faceta humana y superpoder, y cómo no, la famosa “responsabilidad”, entendiendo el sacrificio por los tuyos como el mayor acto heroico, en un paralelismo o sentimiento universal que atraviesa las distintas “dimensiones”. Por último, me hace reír y me conmueve ese gordito que deja por una vez de ser “el tío de la silla” para convertirse en el Aprendiz de Brujo. Y cómo no, el gag calentorro de rigor con el Holland luciendo cuerpazo musculado muy gratuitamente, la mejor escena de la peli y de la saga completa.