Haciendo un poco las paces con el chino éste.
Sonatine
Cuando una guerra entre clanes yakuza se desata en Okinawa, Murakawa (Takeshi Kitano) es enviado por su jefe para establecer la paz. Pero nada sale como esperaban, y se ve obligado a retirarse junto a sus hombres a una casa junto a la playa... Inclasificable thriller de mafias con el sello inconfundible del creador de “Humor amarillo”, el cual le da la vuelta al género hasta dejarlo irreconocible, partiendo de la recurrente trama de alianzas y traiciones entre bandas rivales. Por un lado, una mirada inocente, infantil incluso, a medio camino entre lo serio y lo bufo. Por otro, una violencia brutal y explosiva que irrumpe en medio de la tranquilidad, ante la cual los personajes permanecen absolutamente impasibles. Unos personajes hieráticos, algo ridículos y autistas, que van a parar a una especie de limbo en ninguna parte, a la espera de un acontecimiento previsiblemente doloroso y sangriento.
Película decididamente crepuscular, que muestra la desapasionada rutina de unos profesionales del crimen que han asimilado el matar y el morir como un aspecto más de sus vidas y de su labor, desprovisto de todo sentimiento o significado. En su imperturbable papel habitual, Kitano es un matón taciturno, simpático y algo gañán, un antihéroe de vuelta de todo embarcado en su última misión. Siempre acariciando la muerte, su existencia no tiene sentido fuera del mundo que conoce, y su sacrificio (no por verdadero interés, sino por principios) viene a ser el acto moral que le completa. Es más cuestión de leer entre líneas, sin apenas diálogos que lo den a entender, pero aunque resulte complicado involucrarse con las vivencias de estos tipos que parecen de otro planeta, la subtrama romántica, casi muda, es hasta conmovedora. Sobre todo, frente a lo desconcertante de esos juegos playeros y combates de sumo a cámara rápida...
La historia se desenvuelve de manera parsimoniosa, recreándose en los tiempos muertos y en planos estáticos, con gran atención estética a cada encuadre. De una violencia seca y contundente, no por ello menos impactante, quienes esperen unos tiroteos espectaculares se van a llevar una decepción… aunque para eso ya está John Woo. Entre lo lírico y lo patético, lo de Kitano es diferente y es mucho más inquietante.