ESPÓILERES
“The Place Beyond the Pines” (Cruce de caminos, 2012), de Derek Cianfrance
Me gusta Derek Cianfrance. No he visto su primera película ni sus documentales, pero entre esa costra a punto de caerse que era
Blue Valentine y la idea de este ambicioso título que la sucede es fácil pensar en un tío con ganas de hacer películas con un punto sincero y noble, diferente de su cansina horda de compatriotas “indies”. Porque parece querer de verdad a sus personajes y querer de verdad a los actores que los dan vida, permitiendo que surjan esos momentos de bendita complicidad que te dejan asintiendo con la cabeza delante de la pantalla como un imbécil.
El camino hacia lo alto es sin embargo más neblinoso cuando se sale de una película tan aclamada como
Blue Valentine. Parecía un proyecto hecho con el estómago en la boca, doloroso para el director y guionista, levantado dentro de una casa con el tesón de tres jóvenes profesionales comprometidos de verdad con sus respectivas artes. Aquí Cianfrance, henchido (inevitable), decide acometer un drama épico que se extiende entre dos generaciones y múltiples temas. Y la casa se le queda pequeña, y afuera en la calle se le escapan los personajes.
El principal problema que le veo a la película es que parece nacer del personaje de Ryan Gosling, de ese motorista acrobático de pasado incierto y mirada en carámbano filoso, y ese amor por el personaje que decía se siente vibrar en su fragmento, pero este resulta ser solo el extenso punto de partida. Y que no se me entienda mal; Cianfrance tiene el atrevimiento de plantear varios saltos mortales en la narrativa de la película, el principal siendo esta estructura de tanta base para que pueda soportar lo demás y alcanzar luego hasta el personaje de su hijo, y me parece una idea muy buena. Lo malo viene a la hora de invertir el mismo cariño en escribir las otras dos partes, y en dar una visión contundente sobre los temas que se despliegan en ellas.
Así tenemos una primera parte donde Cianfrance confía tanto en la atracción de Luke que no le importa meter unas elipsis de tamaño peligroso para ser tan tempranas. La historia lo exige y los personajes dados su dibujo y su situación lo admiten. Con un par. Luke, el motorista fantasma, vuelve para pedir que se le deje ejercer de padre tras descubrir (en una escena “Es tuyo” muy peliaguda) que Romina no le dijo nada hace un año. En el momento del bautizo, observando desde la parte trasera de la iglesia, el padre mira a su hijo y a su pasado, a todo lo que Cianfrance nos ocultaba en el plano inicial, y decide emprender un camino en consecuencia hasta que el dinero fácil se cruza por medio. Prácticamente todo en este segmento desconcierta para bien, desde el conflicto presentado sin miramientos, una Eva Mendes que juega con los tiempos de forma inesperada, y un ambiente sonoro tenebroso que establece un tono en el día que recuerda a las noches de Lynch. Hay un encuentro adrenalítico en un bosque, con un plano malrrollero de los ojos de Gosling, y unos atracos bien ejecutados. Y hay, sobre todo, una persecución fantástica rodada con una sencillez que no la convertirá en hito, pero sí es digna de aplauso (lástima de plano subjetivo final acercándose a la casa, que no pintaba nada).
A partir de aquí Bradley Cooper y los premios del gremio parecen hacerse cargo de la película. Cooper me gustó mucho en
Silver Linings Playbook (
El lado bueno de las cosas) hasta el punto de que no habría abucheado un Oscar, pero ahora se nota que ni tiene las dotes de su compañero Gosling ni la misma química con Cianfrance, y no consigue brillar en su primer papel dramático jugoso. Tampoco ayuda que sea el protagonista del segmento más disperso, más indeciso. Este empieza tratando la angustia del héroe, entra en escena la corrupción de sus compañeros, el dinero fácil, el sentimiento de culpa por el asesinato, por el crío huérfano, los caminos de la justicia… y todo se hace con detenimiento pero sin sutileza (hay diálogos horribles como el del hospital o el de la psicóloga) y sin decisión. Todo se toca para tocar de todo pero sin profundizar demasiado, hasta el punto en que me pregunto seriamente qué quiere contarnos Cianfrance, o si quiere contarnos algo, puesto que está claro que esta película busca por todos los medios
contar.
Y esto llega en la parte final, a la que quería llegar el director desde ese bautizo horriblemente musicado: la relación paternofilial que es mucho más que sangre, el amor por el progenitor arrancado que sabes que te quería y que te cuidaba, las pulsiones atávicas. Ahora la historia de amistad sí tiene un pathos que se respira a bocanadas cortas, y la reacción de venganza en la cabeza de ese adolescente perdido surge sin andamios de guión, apoyada en la interpretación del siempre solvente Dane DeHaan. No puedo decir lo mismo del error que interpreta al hijo de Cooper, incapaz de aportar nada a un personaje de por sí pobre y antipático.
The Place Beyond the Pines parece ser el sitio para ajustar cuentas de los personajes y de su creador. A partir de ahora Cianfrance deberá decidir qué hacer con sus ambiciones, si sacarlas adelante con el nervio en la mano, sin el miedo a los retos que ha impulsado este proyecto; o depurar imperfecciones y ofrecer un cine de más cohesión, siempre que se pueda mantener el tacto para que los actores duerman con sus personajes y para que la cámara abrace lo que se le ponga delante. Todo eso tan fácil.
Nota: a pesar de la ineptitud y vagancia de los trabajadores de Tripictures, incapaces de dar con un título mejor que el del hipermercado francés, y de estrenarla antes de que saliesen copias pirata de muy buena calidad, creo que por la escala del drama y por la fotografía de Sean Bobbitt merece verse en cine. Espero que podáis aguantar unos meses, si la estábais esperando.