Es una película menor en la filmo de Marty, pero su tono histérico, excesivo y over the top es perfectamente coherente con la representación de la fantasía masculina del poder y el hedonismo. Yo creo que no pretende ofrecer el retrato pormenorizado de los intríngulis de una época, sino un reflejo distorsionado de personajes sujetos a la búsqueda del éxito y el placer sobre cualquier otra circunstancia. No hay postura crítica o moral en Scorsese, y aquí el ascenso y caída, estructura habitual en su cine, es una progresión narrativa a secas, sin mayor implicación. Lo cual, por otro lado, puede hacer que alguien se sienta decepcionado al ver que hay una distancia respecto a unos personajes que bordean la caricatura desatada, siendo la cumbre ese delirante y divertidísimo tramo que abarca a Di Caprio y Hill drogados hasta las cejas (absolutamente DESCACHARRANTE). En este sentido, es evidente que se apuesta por la ligereza y la comedia, dejando en un segundo plano los tintes dramáticos, y así la tendencia es ir hacia la astracanada en la que viven unos tipos que nadan en alcohol, sexo y drogas gracias a su capacidad para vender en un sistema que compra lo que sea. Atención también a un McConaughey espléndido en el poquito tiempo que tiene y a un final rebosante de sorna y mala leche. Porque aquí cabe otra reflexión: la acostumbrada admiración y relevancia que cobran los sinvergüenzas supuestamente rehabilitados, como si sus actos pasados en pos del poder a cualquier precio despertara nuestra fascinación. Héroes antiheróicos que alcanzaron sueños privados para el común de los mortales, si bien derivaron finalmente en pesadillas perdonadas. Vamos, una película bien disfrutable que avanza como un tiro y recalca la energía lúdica de un director que parece estar muy lejos de chochear o de bajar el pistón. No todo puede ser Taxi Driver, Toro salvaje o Uno de los nuestros. También tiene derecho el hombre a divertirse con cositas tan chispeantes como esta.
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