Bien la rapidísima introducción de los personajes a partir de su adolescencia en un montaje trepidante, difícil de asimilar en un primer vistazo, al igual que bien la presentación de los mismos tíos años después, lo que sirve para plantear un contraste divertido al ver de qué distintas maneras han evolucionado unos y otros. Desde el incorregible Gary King, eterno y patético adultolescente, hasta sus colegas, cuya aparente madurez es fachada y en cuyas vidas no todo son luces, desde luego. Tras el humor, reside una amargura, un cansancio vital, un sopor... Gente POCHA que NECESITA reactivarse regresando a un estado anterior.
Comedia sobre el paso del tiempo y el reencuentro coleguil con el encanto de la nostalgia por la libertad de la juventud y por la cultura de bar, la película funciona notablemente hasta que hace irrupción el elemento fantástico y todo se convierte en un correcalles CANSINO, repetitivo y hasta vulgar que no ofrece otro aliciente que el movimiento y el chiste. Me deja de importar y la acabo por inercia y con una sensación agridulce, lamentando el cambio de rumbo hacia una versión de acción de los ladrones de cuerpos que agota en su simpleza. Que no es que acabe siendo un bodrio, ojo, pero sí creo que pierde la chispa, por así decir, así que la cosa va de más a menos y la impresión que me queda es que la película podría haber terminado mucho antes.
Y Nick Frost, por cierto, se come con patatas a un sobreactuadísimo y abofeteable Simon Pegg (aunque su personaje "lo requiera" y bla, bla, bla).
¡Lástima!