Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales.

Pues hay que reconocer que el papel de inculto lo hace a la perfección. A mi ha conseguido engañarme.
Y aunque muchos críticos vayan de ese palo, me da igual, malos críticos entonces que se quedan en alabar lo que lleva años en enciclopedias de cine y cualquier otra cosa les asusta.

Eso sí, lo de la gracia no lo discuto. Es un cómico de campeonato, yo me descojono siempre con sus payasadas.
 
Es que esta es una conversación que nadie puede ganar. Son los gustos de cada uno y punto. No se valora nada "objetivo". Al igual que cuando valoramos cine.
 
La valoración de mi sobrina vale tanto como la de Boyero, es cierto.
 
Habló el que nunca falta el respeto... ¿También es esto una "apetencia"?
 
Estudio desde una oportuna lejanía; reflexión mediante la forma; conflicto en el posicionamiento; salto al vacío al fin y al cabo. Esto es "Tiro en la cabeza", la última e imprescindible obra de Rosales.

Muchos se aburrirán, no todos la comprenderán, algunos de hecho se indignarán, pero ahí está el riesgo de adentrarse en lo espinoso de una manera tan poco convencional y estimulante, exigiendo una actitud al espectador, que es lo que cuenta en estos casos.
 
No me ha gustado la nueva película de Jaime Rosales.

Como "experimento" artístico y formal es curioso, además de todas las cualidades que se le deberían exigir como tal: radical, arriesgado, polémico. Pero en el fondo no me está diciendo nada; o mejor dicho, no me está diciendo nada nuevo que no me dijera con su ópera prima "Las horas del día". Que sí, que el asesino es humano, que su vida es tan rutinaria como la de cualquier otro, bla bla bla. ¿Y? Es exactamente el mismo esquema que el de su debut... pero sin diálogos. Y esto es algo que no me aporta absolutamente nada, porque encima me ha aburrido hasta límites insospechados en sus escasos 80 minutos. Y el asesinato (eje central del film) me pareció rodado de manera un tanto torpona y para nada consiguió impactarme como debería. Creo que el conflicto vasco merece algo más de dedicación y reflexión que un simple seguimiento natural y humanista del asesino: ni me aporta nuevas preguntas que no supiera ni (por supuesto) me da ninguna respuesta (esto último no lo pedía). Para mí, este film no da ni siquiera para debate.

Y sí, entiendo lo que me quiere decir, sé cuáles son sus intenciones, pero me parecen de una planeza y simplicidad abrumadora, algo inexcusable trantando del tema que trata. No me pareció ofensiva, sino más bien todo lo contrario (incluso diría que peca de ingenua en ciertos momentos).

Espero que a Rosales no se le haya agotado ya su discurso y pueda ofrecernos más cosas interesantes, porque es capaz sobradamente como ya nos ha demostrado, y hay directores que han basado toda su carrera en un par de ideas, pero han sabido llevarlas, adaptarlas, añadirlas variantes y hacerlas siempre interesantes (Haneke, sin irse muy lejos). Y el panorama español anda necesitadísimo de casos como éste. Pero, por favor, que no vuelva a enseñarnos la cotideanidad de otro ser (in)humano y mejor se dedique a otros inventos, que para revolucionar el cine no hace falta ser tan rebuscado (y pretencioso).

Desde luego, se convertirá en película de amor/odio.
 
Como James Steward. Así me he sentido al experimentar la última película de otro Jaime, esta vez Rosales.

Tal y como viene siendo habitual en él, no es tanto el fondo (sería muy fácil trazar paralelismos con su debut), sino la forma lo que le hace tan sumamente interesante. En esta ocasión ha vuelto a hacer pleno en el planteamiento del que se ha valido, utilizando en todo momento teleobjetivos, ausencia de diálogos audibles (creo haber entendido tres palabras, una de ellas con total y aterradora claridad), actores no profesionales (grata sorpresa la de Ion Arretxe, por hacer al asesino persona pero no cómplice) y sonido ambiente para tomar un punto de vista totalmente voyeurista, con el que se acerca como pocos a ese concepto tan inalcanzable que es la objetividad.
Con todo lo dicho, se produce una experiencia hipersensorial en la que cada gesto, cada mirada y cada postura tiene un peso enorme, aunque la escenas sean de lo más cotidiano que uno pueda imaginar (comprar el periódico, tomarse algo en el bar, hablar con los abogados, acudir a una fiesta, jugar en el parque con un chaval, conversar con los amigos), lo que a su vez hace más perturbador el asesinato. Jamás había sentido semejante nudo en el estómago.
Óscar Durán sigue estando correcto, impidiendo que pasen factura las limitadas dos semanas de rodaje, cuidando la puesta en escena y la exposición. Es curioso, porque las escenas diurnas me han recordado a “La Soledad” por sus emulsiones Fuji, pero las nocturnas esta vez funcionan, posiblemente porque también utilice Kodak. El plano que abre la cinta, la monstruosa sombra de Ion en las cortinas de su ventana o en la valla de un puente y el primer plano del protagonista huyendo tras el asesinato rodado de vehículo a vehículo son lo más destacable en el aspecto visual.

Resumiendo, esta es la manera más valiente, comprometida y plausible de abordar una temática TAN delicada, poniendo siempre la sociedad actual como telón de fondo. Eso no quiere decir que la película no tenga sus peros, como la caída de ritmo en la secuencia en que aparcan el coche en un garaje. Gustará a pocos, pero estoy convencido de que, salga uno con la impresión que sea, no podrá dejar de darle vueltas a la cabeza, y entonces se dará cuenta de que tuvo ante sí un largometraje con la inteligencia necesaria para funcionar. Bienvenidos al laboratorio de Jaime Rosales.

Un abrazo :hola
 
La vi ayer. Sí, ya sé que tiene narices que el autor del post haya tardado tanto en verla, pero bueno, así se han dado las circunstancias


me ha impactado. Y el final me ha dolido. Supongo que esa era la intención de Rosales, hacer una película trampa donde uno va cayendo en el voyeurismo y termina tan perdido como el protagonista.

Un estudio sobre la comunicación, sobre lo engañosa que es la distancia que nos separa, sobre cómo un acto puede suponer la anulación de lo antes visto.

no es tan perfecta como sus anteriores obras, pero el mismo Rosales ya adelantó que no era esa su intención.
y está clarísimo que es una obra mucho más estimulante que el 90% del cine hecho en este país, y no digamos ya del que versa sobre ETA.
 
Estando presente en ese charla, resultó curioso ver que, estando de acuerdo con él en lo mínimo, casé mejor con sus palabras que con las del resto de ponentes.
 
Sargento McKamikaze dijo:
Estando presente en ese charla, resultó curioso ver que, estando de acuerdo con él en lo mínimo, casé mejor con sus palabras que con las del resto de ponentes.

Lo raro no sería lo contrario?
 
Sargento McKamikaze dijo:
Me pareció más divertido escuchar a los que acaparaban el micro.

No me extraña lo más mínimo.

Vaya intervenciones de JENIOS. Entre lo de Perdidos y Vigalondo, 24 y la polivisión.

Aún así hay alguna que se salva. Es un documento impagable, eso sí
 
Respuesta: Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales.

Bueno, pues ya la vi en condiciones.

Pues hombre, la propuesta puede ser valiente, curiosa, relativamente objetiva o incluso vanguardista, pero no se sostiene por ningún lado, ya que Rosales no deja de estar más atento al rodar todo con tele y sonido ambiente que otra cosa..., y salvo la peculiaridad del producto, poco más ofrece.

Las interpretaciones, dadas las circunstancias, son de lo más solventes..., pero tampoco es algo que pueda darse como muy válido, porque tampoco es algo que, visto el formato de rodaje, parezca una proeza.

Además se ve a un Rosales estancado en su primera película (Las horas del día) y en su segunda (La soledad..., hace alusiones constantes incluso a la polivisión) y se está preocupando demasiado por pasar a la historia, en un acto de pedantería que ya empieza a enervar. De hecho, en la rueda de prensa que viene en el dvd (impagable el crítico que le insulta) se le ve algo perdido con la película..., y demuestra que ha sido una temática escogida más por la polémica que por otra cosa. No tenéis más que ver el tráiler de la obra..., la ETA le da bastante igual al señor Rosales, pero tenía que llamar la atención. Y me gusta mucho la forma por el todo..., pero cuando la forma aporta algo más que unos minutos curiosos y muchos minutos de hastío.

En definitiva..., un producto curioso y relativamente valiente, que ya es mucho..., pero una cosa que indudablemente invita al fast forward hasta la impactante secuencia del atentado..., y luego ya puedes salir corriendo, que el ritmo sale volando por la ventana.

Le pongo en formol, pues. Y eso que soy un enamorado de sus dos primeras obras.
 
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