Esperanza Aguirre es esa gran demócrata que siempre ha gobernado desde la imposición y la ausencia de diálogo, rebosante de un clasismo exacerbado desde el que insulta a todo aquel que de una forma u otra no comparta sus muchas veces insolentes y tiranas posiciones ideológicas.
Una persona como la que arriba hemos descrito no sabe perder, soltar el poder a favor de algo nuevo, que puede ser errado o no, pero como ya escribí una vez, la gente tiene todo el derecho a equivocarse. Y, mostrarse contraria a lo que puede resultar de las urnas en cuanto a la gobernabilidad del Ayuntamiento de Madrid, es una actitud que de primeras puede ser paternalista (no saben lo que han hecho y aquí estoy yo para enmendarlo), pero en otras capas esconde resentimiento, prepotencia y debilidad.
Ahora se presenta de salvadora, y ofrece la alcaldía a grupos políticos que siempre ha despreciado con tal de no llevarse el ridículo que la ha llevado a esta situación, presentarse a las elecciones “como salvadora de la democracia frente al populismo” y quedarse muy lejos de gobernar, necesitando apoyos que en teoría bascularían para dar la alcaldía a ese “populismo antidemocrático” que podría ocupar el Ayuntamiento.
La rueda de prensa en la que ha ofrecido un “frente democrático” para hacer frente a Ahora Madrid ha resultado histérica, como lo ha sido su Campaña Electoral. En buena parte los resultados de Manuela Carmena se explican por los errores de su campaña. Esperanza Aguirre lleva a las espaldas una mochila bien cargada de ella misma y de los imperdonables casos de corrupción en que si bien no está demostrado que sea responsable penal, al menos lo es políticamente. A las elecciones ya llegaba quemada, por mucho poder de convocatoria que tenga entre los sectores más radicales del Partido Popular, pero también es cierto que es una gran motivación de los electores tradicionalmente de izquierdas para ir en masa a votar contra ella. Además ha abierto brechas en su propia formación política, acusando a Hacienda de haber filtrado su declaración y decir que estaban tardando en hacer público al responsable. ¿En qué ha quedado esta cuestión? Ya no hablemos del debate zafio y maleducado que mantuvo con Manuela Carmena en su territorio, Telemadrid. Muchas cuestiones explicarían el mal resultado de Esperanza Aguirre y su virtual imposibilidad de ser alcaldesa, frente a quien representa lo contrario que la Condesa escurridiza.
No menos perturbador resulta que ella se presente como el ejemplo democrático,
además de por todas las definiciones y hechos que he relatado anteriormente, por la forma en que la Condesa se aupó hasta la Presidencia de la Comunidad de Madrid, circunstancias que no han sido lo suficientemente esclarecidas para la opinión pública y sobre las que siempre pesará una obvia sospecha. Por eso, desde algunos sectores se temen estas jugarretas a las que es tan aficionada Doña Esperanza, jugadas de poder que ya hemos visto dentro y fuera de su propio partido.
Siempre se la ha calificado como un “verso libre” dentro del Partido Popular, o lo que vendría a ser una “mosca cojonera” con su propio mensaje frente a “Maricomplejines”.
Se han tolerado sus rabietas, su insolencia y su falta de lealtad por las pasiones que despierta entre los sectores más radicales del partido y sus hasta ahora, buenos resultados electorales. Además, por su forma de ser en público, de alguna forma había conseguido mantenerse “limpia”, pues a ella el barro y la mierda la resbalan sin dejar marcas. Pero bien es cierto que tiene tantos amigos como enemigos dentro del partido, y algo como lo de hoy bien podría ser una gota que colme el vaso y haga que alguien la mate políticamente. No se hasta que punto puede seguir resultado útil la querida Condesa, pero Rajoy debería tener en cuenta su capacidad de mutar, reinventarse y salir cual Ave Fénix de sus propias cenizas, porque al enemigo siempre lo ha tenido en casa. No solo doña Esperanza, vemos ahora como muchos barones piden explicaciones al fracaso electoral, y abandonan sus cargos tras los malos datos no sin antes, señalar los problemas internos del Partido Popular y del Gobierno como culpables de la actual situación. Y es que la estrategia electoral de Arriola, una vez más, ha resultado fallida.