Estoy harta de risas ¿vosotros no?
Llevamos meses viendo como se ríe el presidente de la Comunidad Valenciana. Cada día se ríe con más ganas, parece como si llegara a descojonarse, incluso. Suele reírse solo o en compañía de otros. En esta fotografía que os pongo hoy, la que comparte sus risas es la Alcaldesa Rita Barberá; una mujer simpática a la que por lo visto, se le ha contagiado el cachondeo de su colega. La verdad es que ninguno de los dos tienen razones para celebrar con risas lo que les ocurre: la Comunidad Valenciana no pasa por buenos momentos,
la gente allí no tiene razones para reírse.
Dicen los que le conocen que
Camps anda perdido en un laberinto. Dicen que su estrella, tan brillante y potente durante años, ha desaparecido y esa carencia lo está volviendo un poco loco. Dicen que no confía en casi nadie. Que se
ha agarrado a su fe opusina como a un clavo ardiendo. Que a estas alturas sólo su mujer y sus hijos le sujetan.
Cuando un hombre deja de cumplir su palabra, suele perder el equilibrio y lo que es mucho peor, deja de ser feliz por mucho que se ría. Seguramente el Sr. Camps habrá sufrido la llegada del insomnio, las noches largas y negras, esas que agrandan los fantasmas y asustan. En esas noches los seres humanos no logran ocultarse a si mismos lo que consiguen esconder a los demás. La almohada no permite el engaño, la almohada es un espejo nítido e implacable, a esas horas de la noche.
Vivimos tiempos de corrupciones incomprensibles. Nos están obligando a conocer historias que no nos merecemos. Sin negar la presunción de inocencia, los ciudadanos
exigimos actuaciones a la justicia que sirvan para que los que están dispuestos a corromper o dejarse corromper, sepan que
acabarán en la cárcel. No escaparán todos; algunos sí lo lograrán pero otros quedarán marcados de por vida. Esas tentaciones que aparecen a la vuelta de las esquinas, ese dinero fácil que ensucia y mata, no siempre trae la felicidad. Compra cosas, compra trajes, joyas, coches, viajes, casas y lo que haga falta pero no es gratis. Hay días en que ese dinero, esos regalos hielan las risas e incluso las sonrisas.
En Valencia fueron protagonistas hombres de corbata prieta, de gestos de maniquíes, de bocas ocultas mientras hablaban por móviles de cosas que los demás no debíamos escuchar aunque nos atañían. Algunos de ellos ya no están; alguno ha comprobado como nada era tan seguro como le habían prometido; alguno anda cultivando decepciones e incluso odios.
Todo eso es el fruto de no cumplir la palabra dada y de reírse a mandíbula batiente.
No me gustan esas risas. No me gusta observar el miedo y el desconcierto que ocultan esas carcajadas. No me sirven los consejos de los asesores de imagen que depositan su fe en actitudes de falsa seguridad cuando el barco hace agua.
Me gusta la gente de palabra, la que reconoce debilidades, la que se presenta antes de que le busquen, la que se toma en serio asuntos graves que están haciendo perder horas a mucha gente.
Francisco Camps ha ganado elecciones con mayoría absoluta, pero en este momento se está ganando el enfado de muchas personas hartas de ver como se ríe de todas ellas sin el mínimo atisbo de arrepentimiento.
Os confieso que me agreden esas risas ¿os pasa igual a vosotros?