Harkness_666
Son cuatro
Showgirls
Uno de los mayores fracasos de crítica de los noventa y posterior film de culto, con la pareja responsable de "Instinto básico" haciendo de las suyas y potenciando el cine calentorro de entonces para obtener algo que sólo podría ser comprendido a posteriori. Inenarrable gamberrada, ¿parodia? De las historias sobre la búsqueda del estrellato por quien quiere triunfar en lo suyo… tipo "Eva al desnudo" (lo de los desnudos desde luego se lo toman a la literalidad) pero con strippers de Las Vegas, con una actriz que venía de una serie juvenil de éxito y cambiaba de rol por completo. Gran boutade fílmica, entre el humor, la zafiedad y la seriedad, sin que sepamos dónde acaban y terminan, cómo tomarnos semejante cosa (uno llega a sentir vergüenza ajena), que recicla clichés sin miramientos; el productor malvado (desopilante el entrenamiento “militar”), la amiga inocente y leal (y negra), la rival cabrona... Destaca la gran carga erótica de una película que, sin llegar al porno (poco le falta) derrocha más lascivia que casi cualquiera de tal género, en un desfile de anatomías expuestas, un continuo goteo de tetas y más tetas, todo sucio, turbio, buscadamente obsceno y provocativo (recuerda a un John Waters con pasta), por no hablar de unos diálogos que se adentran en el surrealismo (la charla sobre la comida para perros) y una protagonista que se pasa media peli enfarlopada, o al menos da esa impresión.
Lo que nos presenta Verhoeven es un camino de la heroína épico, una mujer con orgullo y principios, con carácter, que vence dificultades, busca el amor y la realización… todo sea por convertirse, irónicamente, en la diosa de los zorrones. Y es que el duelo actoral Berkley-Gershon, su rivalidad que encubre una bella (y homoerótica) amistad, no es ninguna tontería (la mala malísima, por cierto, hace gala de una feminidad exagerada y agresiva propia de un travesti). Nos rompe el cerebro el puto holandés con instantes como el de los chimpancés irrumpiendo en el camerino, o esos niños ofendidos, y ahí asoma esa sátira sin piedad, el puritanismo yanki horrorizado ante tonterías aunque a su alrededor flote la mugre (del momento “familiar” ni hablamos...). Números musicales que no son de este planeta, entre Raffaella Carrá y la sala Bagdad de Barcelona. Entre planos muy elaborados (el de los espejos) y uso de luces de neón, la trama abunda en simetrías; las dos secuencias de polvo salvaje con el MacLachlan, la duplicidad de ellas dos (diferentes pero gemelas), los dos clubs, el desenlace circular… se hace notar en ello un pesimismo quizá, una negatividad hacia el mundillo retratado. ¿Película machista o incluso lo contrario? Pues el asunto deriva en un “rape and revenge” brutal contra lo que sería la encarnación del macho depredador a manos de una diosa vengadora.
Uno de los mayores fracasos de crítica de los noventa y posterior film de culto, con la pareja responsable de "Instinto básico" haciendo de las suyas y potenciando el cine calentorro de entonces para obtener algo que sólo podría ser comprendido a posteriori. Inenarrable gamberrada, ¿parodia? De las historias sobre la búsqueda del estrellato por quien quiere triunfar en lo suyo… tipo "Eva al desnudo" (lo de los desnudos desde luego se lo toman a la literalidad) pero con strippers de Las Vegas, con una actriz que venía de una serie juvenil de éxito y cambiaba de rol por completo. Gran boutade fílmica, entre el humor, la zafiedad y la seriedad, sin que sepamos dónde acaban y terminan, cómo tomarnos semejante cosa (uno llega a sentir vergüenza ajena), que recicla clichés sin miramientos; el productor malvado (desopilante el entrenamiento “militar”), la amiga inocente y leal (y negra), la rival cabrona... Destaca la gran carga erótica de una película que, sin llegar al porno (poco le falta) derrocha más lascivia que casi cualquiera de tal género, en un desfile de anatomías expuestas, un continuo goteo de tetas y más tetas, todo sucio, turbio, buscadamente obsceno y provocativo (recuerda a un John Waters con pasta), por no hablar de unos diálogos que se adentran en el surrealismo (la charla sobre la comida para perros) y una protagonista que se pasa media peli enfarlopada, o al menos da esa impresión.
Lo que nos presenta Verhoeven es un camino de la heroína épico, una mujer con orgullo y principios, con carácter, que vence dificultades, busca el amor y la realización… todo sea por convertirse, irónicamente, en la diosa de los zorrones. Y es que el duelo actoral Berkley-Gershon, su rivalidad que encubre una bella (y homoerótica) amistad, no es ninguna tontería (la mala malísima, por cierto, hace gala de una feminidad exagerada y agresiva propia de un travesti). Nos rompe el cerebro el puto holandés con instantes como el de los chimpancés irrumpiendo en el camerino, o esos niños ofendidos, y ahí asoma esa sátira sin piedad, el puritanismo yanki horrorizado ante tonterías aunque a su alrededor flote la mugre (del momento “familiar” ni hablamos...). Números musicales que no son de este planeta, entre Raffaella Carrá y la sala Bagdad de Barcelona. Entre planos muy elaborados (el de los espejos) y uso de luces de neón, la trama abunda en simetrías; las dos secuencias de polvo salvaje con el MacLachlan, la duplicidad de ellas dos (diferentes pero gemelas), los dos clubs, el desenlace circular… se hace notar en ello un pesimismo quizá, una negatividad hacia el mundillo retratado. ¿Película machista o incluso lo contrario? Pues el asunto deriva en un “rape and revenge” brutal contra lo que sería la encarnación del macho depredador a manos de una diosa vengadora.