Respuesta: Woody Allen's post
Manhattan: soberbiamente filmada en blanco y negro, Allen se vuelve a apartar inteligentemente para dejar hacer a Willis y éste, mas cómodo, ofrece una cima en todos los sentidos (es curioso cómo se le cambian o definen los encuadres al gafas según el director de fotografía que tenga, ajaj). Es obvio el hecho de que Allen sabía bien con quién colaborar y cómo...yendo a mejor hasta alcanzar este absoluto delirio para cualquiera. Su labor como director audiovisual es muy invisible, pero aquí se podría proclamar hasta en un acierto, debido al peso de la fotografía.
El trabajo actoral es totalmente orgiástico (aunque la Streep esté desaprovechada), aunque bien es cierto que Allen ya se define del todo como personaje que sólo se reinventa según funcione su guión (que hasta ahora es casi un pleno) y, aunque lo hace soberanamente bien, deja ver una total autobiografía en cada una de sus palabras y gestos (dudo que pudiera con un personaje diferente), lo cual le vuelve a hacer muy inteligente hasta para escribirse las cosas. Es un hombre de gran talento para manejar sus carencias y, también de momento, consigue poder suplirlas en casi todas sus manifestaciones.
El guión habla de la mediocridad reinante en la falsa clase media de Manhattan y en la pedantería de muchos de sus ciudadanos de ese nivel, aunque es curioso cómo lo hace, navegando entre lo crítico y lo absolutamente fascinado, incluyéndose el propio Allen muchas veces en el círculo. También es cierto el hecho de que es el más consciente de los personajes.
Siempre me había chirriado el hecho de que un hombre tan feo pudiera copular a granel en sus películas, pero en esta película te define muy bien, de nuevo, al propio Allen. En todas sus obras es alguien que destaca intelectualmente y goza de fama (como en la vida real) y eso le hace conseguir cosas. Es decir, su carencia fisica queda paliada por su superioridad intelectual. De nuevo, hace de la carencia una virtud y se lo lleva a sus films. Brillante.
La sub-historia de la relación con una menor, sabiendo lo que le vino después es la vida real, también es de un atrevimiento arrebatador. Y resulta del todo conmovedora la conversación final con ella en la recepción del hotel (creo que ninguno de los dos actores estuvo nunca mejor), antes de entrar esos tres planos Kubrickianos similares a los rotundamente bellos que abren la obra. Por no hablar del uso de la música elegida, absolutamente fascinante.
Como único pero, un Allen tan seguro de sí mismo que a veces nos desborda con los diálogos y entra directamente en la pedantería, superando a la de sus personajes y sin tiempo para reposar demasiado. En cualquier caso, es un hombre que funciona mucho mejor en la comedia que en el drama. De hecho, sus mejores dramas llegan siempre mejor en código cómico.
Pero bueno, como dije en Annie Hall...¿a quién le importa?