El tabaquismo es un problema global
Antes el tabaquismo o el agujero de la capa de ozono (en vías de solución). Ahora, la inmigración, el hambre en el mundo, la contaminación por plásticos, los incendios forestales, la sequía, ...
Te parece que no se habla lo suficiente? A qué clase de problemas globales te refieres que no se hable lo suficiente?
Sinceramente, no entiendo por dónde vas.
El agujero de ozono. Paradigmático ejemplo de lo que un estudio científico convertido en alarmismo catastrofista puede conseguir en el imaginario colectivo de las personas:
En 1960, el físico británico Gordon Dobson descubrió que en las capas atmosféricas por encima de la Antártida había unos niveles de ozono ligeramente inferiores a los que podían hallarse por ejemplo en el ecuador. No obstante, era la primera vez que se medía el nivel de ozono en territorio antártico, por lo que nadie tenía la menor idea de si aquella diferencia existía ya con anterioridad. Dicho de otra forma: existía la probabilidad de que los niveles de ozono en la Antártida hubieran sido siempre inferiores a los del resto del planeta. Dobson achacó aquel agujero en la capa de ozono a las especiales condiciones de humedad y temperatura de la Antártida, y a la existencia de volcanes que emitían grandes cantidades de cloro. Más tarde se descubriría que, si bien de forma menos significativa, los niveles de ozono eran igualmente inferiores en el Ártico.
A pesar de su relevancia, aquel descubrimiento no llegó a los periódicos o a los debates televisivos, y quedó relegado al ámbito universitario e investigador y a las publicaciones especializadas. Décadas después, sin embargo, varios científicos dieron la voz de alarma al constatar que aquel agujero crecía sin cesar, lo cual entrañaba un serio riesgo para la humanidad. Hasta la fecha, la causa del agujero parecía natural, por lo que nadie creía que supusiera ningún peligro: al fin y al cabo, si la capa llevaba allí toda la vida, no iba a desaparecer así como así, era probable que los científicos hubieran cometido algún error. Ante aquella indiferencia general, la respuesta de los expertos implicados fue espectacular: clamaron a los cuatro vientos que el crecimiento del agujero de ozono no se debía a causas naturales, sino a la acción del ser humano, y más concretamente responsabilizaron de ello a los CFC.
Según la explicación que por aquel entonces devino más aceptada, una vez liberados en la atmósfera los CFC ascienden, pues son más ligeros que el aire. Al alcanzar la estratosfera, entran en contacto con el ozono y causan una reacción química que destruye numerosas moléculas de este gas. El resultado es un progresivo adelgazamiento de la capa de ozono, empezando por las zonas antártica y ártica, con una consiguiente merma en la protección frente a los rayos ultravioleta. El proceso, se aseguraba, era imparable y si no lograba detenerse conduciría al desastre.
El asunto presentaba no obstante ciertos problemas para resultar creíble. En primer lugar, la disminución en la capa de ozono se había constatado para un periodo de unos diez años, cuando se sabía que esta sufría fluctuaciones periódicas por las que engrosaba y adelgazaba de forma continua. Afirmar que, como en los tres últimos años había disminuido en un 30 %, la capa de ozono estaba condenada a desaparecer al cabo de otros siete, no parecía muy justificado, pero resultaba un titular demasiado tentador para algunos periodistas, que no dudaron en pregonarlo. Por otro lado, tampoco estaba tan clara la responsabilidad de los CFC en la supuesta desaparición de la capa de ozono, teniendo en cuenta que cuando Gordon Dobson descubrió el agujero en la región antártica no existían apenas CFC, por lo que parecía evidente que estos no podían ser los responsables. A pesar de todo, la certeza del peligro que una disminución de la capa de ozono en todo el mundo entrañaba para la piel o los ojos permitió a las empresas de cosméticos, de gafas de sol e incluso de cristales para las ventanas incrementar ostensiblemente sus ventas.
En la actualidad, se considera que el agujero de ozono se ha cerrado prácticamente. Los niveles de ozono de la Antártida se han recuperado. Sir Gordon Dobson ha caído en el olvido, mientras que los científicos que postularon el vínculo entre los CFC y el agujero de ozono recibieron el Nobel. Hay quien afirma que el problema se ha solucionado debido a las medidas tomadas para evitar la emisión de CFC, como el Protocolo de Montreal, firmado en 1987, por el que los países participantes se comprometían a reducir a la mitad la producción de CFC en diez años. Muchos consideran dicho protocolo un enorme éxito, si bien muchos países, especialmente aquellos en vías de desarrollo, no aplicaron sus estatutos y siguieron emitiendo CFC.
Las dudas sobre un posible comportamiento cíclico de los niveles de ozono persisten, sobre todo teniendo en cuenta que la ausencia de datos anteriores a los años setenta impide saber si estos niveles eran estables o habían estado sometidos a variaciones de origen desconocido con anterioridad. En el invierno de 2019-2020 se detectó en el Ártico un inusual agujero en la capa de ozono, de mayores dimensiones que los anteriormente observados, lo cual hizo surgir cierta preocupación entre la comunidad científica que no trascendió a los medios de comunicación, centrados en aquellos momentos en la crisis del covid. Según el Servicio Copérnico de Monitoreo Atmosférico (CAMS), a finales de abril de 2020 el agujero se había cerrado. Paralelamente, los niveles de ozono sobre la Antártida van recuperándose lentamente.