En un desolador paraje desértico se presenta un hombre preguntando por una tal Pepa. Los dueños de una cantina intentan ayudarle, pero antes de que puedan hacer nada, el tipo reacciona con agresividad y no tienen más remedio que matarle. Pero esto sólo será el principio.
La primera novela de esta escritora argentina es un inusual western que toma como referencia la temática gauchesca, pero sólo lo sabemos por las pistas que da el habla de los personajes; podría transcurrir de una región indeterminada, en una época que puede ser de hace unos pocos siglos. Un universo aislado y aparte, regido por una violencia a veces gratuita, absurda y que se nos ofrece más bien elidida, de leyes arbitrarias, que se cierne sobre las vidas de todos. El otro elemento que determina este mundo no es sino la muerte, a la vuelta de la esquina, a la manera muy latinoamericana de los difuntos que conviven de manera estrecha con unos vivos ensimismados, obsesionados en rencores y sentimientos de venganza en los que cifran todo su ser, que no les dejan vivir y que son lo que conduce sus pasos. Violencia como espiral o ciclo sin salida aparente, sin claros inocentes ni claros culpables, y sin embargo, estos individuos son perfectamente capaces de sentir camaradería, amor, de que les duelan las pérdidas… tienen lo que necesitan al alcance de su mano, pero lo ignoran. Las mujeres son seres aparte, a menudo detonantes de un conflicto, o bien sufren las consecuencias en forma de locura; una locura que realmente afecta a todos y que incluso se hereda de una generación en otra.
Desde la primera página, brevedad y contundencia, capítulos cortos en extremo, cual viñetas. Una novela concentrada, dura y como tallada en palabras. La oralidad de un narrador-protagonista que recoge en su propia voz las de los demás, que dota a la historia de un carácter iniciático, despertar a la madurez y también a un conocimiento atroz; la imposibilidad de librarse de una carga, de los males de su alma. Relato pausado de un viaje cargado de una épica sucia, de una épica a la que se le hubiera extirpado la épica hasta sólo quedar el fango, la llanura, los cadáveres malolientes y quizá el bello recuerdo de un limonero; la pura realidad física y terrible que se basta a sí misma. Aquí el rapsoda es un hombre contrahecho que canta unas baladas ininteligibles e improvisadas. Muy arquetípicos algunos de los caracteres e intensa la presencia de la naturaleza en dos escenarios diferenciados, uno presidido por lo seco y las privaciones de una existencia difícil, el otro por lo húmedo, percibido como si de una tierra de fábula se tratase (nada más lejos de la realidad…). “Un fantasma no muere jamás, siempre está por aparecer y por reaparecer”; es la cita de Jacques Derrida que encabeza la obra lo que mejor define de qué trata esto.
Crónica de la última década de nuestra historia reciente, en realidad nuestro presente más inmediato hasta hace bien poco, pero narrado con una cierta perspectiva que proporciona no sólo el cambio de década, con la posibilidad de hacer balance, sino la sensación de fin de ciclo de la política española, que acababa de atravesar sus años más convulsos en mucho tiempo y en todos los frentes, también sociales y económicos. El libro se inicia con el comienzo de la crisis económica, aún bajo el gobierno de ZP, y concluye con la formación del gobierno de coalición. Por medio, el surgimiento del 15-M y de los movimientos sociales, la corrupción desatada, que para el autor es casi el hilo conductor y uno de los actores principales, el cuestionamiento de la monarquía… todo esto durante los primeros años, pues posteriormente llegaría el independentismo catalán, la consolidación y caída de la “nueva política” y el ascenso de la ultraderecha a raíz de lo que este hombre denomina, no sin jocosidad, el “otoño rojigualdo” de 2017, o un 15-M de derechas.
La perspectiva de este ensayo es la de una izquierda clásica, podría decirse, con un análisis centrado fundamentalmente en las cuestiones económicas, materiales y de clase social, en lugar de identitarias. En este sentido, la crítica que hace de la derecha, sobre todo liberal, es frontal, muy dura, pero tampoco muy original; capitalismo financiero (las páginas que dedica a la economía son las más arduas, incluso en su intención divulgativa y simplificadora), crisis de la deuda, y lo que considera un ataque coordinado de los especuladores y las agencias de calificación a las economías débiles del sur de Europa. Por lo demás, lo que aporta, además de un resumen bastante ajustado que sitúa y contextualiza todo el maremagnum informativo de estos años, excesivamente familiar… es precisamente la puesta en entredicho de la actual deriva de la izquierda hacia las políticas de la identidad, contra las cuales ya arremetió el autor con su libro “La trampa de la diversidad”, no exento de polémica. Este cuestionamiento le sitúa, cuanto menos, en un lugar incómodo y no alineado con la izquierda mainstream, sin abandonar por ello una postura de izquierdas (habrá quien diga que no lo es) con la que se podrá estar de acuerdo o no, pero bastante coherente.
Buen pulso de escritura, sencillo a la par que riguroso, literario en el sentido de que aporta numerosos chascarrillos y buenos toques de humor y de ironía, también de un ego considerable (periodista, al fin y al cabo). Se puede echar en falta el poco espacio que dedica a algo tan fundamental hoy en día como las guerras culturales, un tanto marginales en su análisis, y lo menos interesante puede que sea un epílogo de última hora, que llega hasta los inicios de la pandemia del coronavirus, escrito seguramente con urgencia, ya fuera de ese ciclo que cubre el grueso del libro y donde inevitablemente se pierde esa distancia y esa perspectiva con que se escribe la obra.