¿Qué os parece aquí
Clark Ashton Smith?. Autor de fantasía, ciencia ficción y terror (muy a menudo los tres imbricados en el seno del mismo relato) y muy amigo (epistolar) de H.P.Lovecraft. Su mera mención parece sugerir inmediatas y positivas adjetivaciones, aunque no hay mucho comentario concreto de su obra, sólo referencias generales a su estilo.
Yo leí unos pocos de sus relatos (sin órden ni concierto, lo reconozco, referido a los Ciclos Fantásticos que elaboró:
Averoigne, Hiperbórea, Zotique, Xiccarph …) y me dejaron más bien frío, aún reconociendo la imaginación desplegada por el autor en esos mundos de fantasía (sean cósmicos, en Marte o Venus; o en imaginarias regiones medievales de Francia), por lo que decidí dejarlo en el congelador un tiempo, pero a partir de toparme con el excepcional
“El escultor de gárgolas (1932)”, con su malsana sexualidad
freudiana como motor dramático, los siguientes empezaron a gustar más; hasta que el otro día leí, uno después de otro, dos magníficas fantasmagorías, que me hacen caer la baba ante la idea de cuántos de sus ciento catorce relatos fantásticos estarán a esa altura (y sólo habré leído unos doce!!).
“Las criptas de Yoh-Vombis (1932)” es una historia
horror-cifi que recuerda un tanto al
“Alien (1979)” de Ridley Scott, pues nos hallamos ante unos geólogos que se sumergen en una inexplorada, antiquísima y semi-derruida ciudad marciana, para hallar, en una cripta, el esqueleto disecado de uno de sus pobladores… pero también a una extraña y pequeña criatura (y luego a sus –abundantes- compañeras) que irán eliminándolos uno a uno. Parecerá una tontería, pero la historia de este ser alienígena, que se deja caer sobre la cabeza de sus víctimas, devorándoles medio cráneo, pero aún manejándolos como marionetas que andan y se mueven “normalmente”; también me ha recordado una historieta de
“Mortadelo y Filemón” (si, lo que he dicho /escrito
) llamada
“La Cosa”, donde un bicho informe se dejaba caer sobre los protagonistas, apoderándose de sus mentes (y cuerpos) y haciéndoles obedecer toda órden. Bueno, a lo serio: la tremenda eficacia de este relato contado con la clásica narrativa de “relato de único superviviente enloquecido”, es la atmósfera que consigue Smith, la opresión, la bellamente inquietante poética macabra de sus descripciones y gusto por los detalles. Estupenda.
“El coloso de Ylourgne (1934)”, es un
dark fantasy, con un malvado brujo (personaje al parecer típico de Smith) que se hace con cientos de cadáveres de cementerios de la región, les separa los huesos de la carne, para construir con los primeros un esqueleto gigante, y con la segunda todo el repugnante recubrimiento de esa colosal osamenta. El nigromante traspasa su mente y espíritu al coloso, y comienza su labor de destrucción de la región, arrasando construcciones y símbolos religiosos y aplastando y despedazando humanos entre sus enormes manos. El demente argumento se desarrolla, otra vez, con escalofriante eficacia, en un
crescendo de terror y lenguaje a la vez evocador y explícito, inolvidables. Una maravilla macabra de mal (buen) gusto. Recuerda esta historia a una de las de cabecera (con razón) de los admiradores de Clive Barker:
“En las colinas, las ciudades (1985)”.