¿pero tú te la leíste en sueco?
y seguro que yo entendería algo.
Ni de coña, pero si conozco a Martinson por algunas de sus antologias y sé lo que nos perdemos, en concreto. Y en general, la poesia deberia leerse como tal, y no como prosa o prosa partida en renglones, truco este ultimo que alguno usa con terrible efecto. Falta costumbre de leerla, es verdad, pero no es excusa, y práctica en la traduccion. Pero prefiero que Aniara este traducida de alguna forma, y dentro de lo que es, la traduccion está, estilisticamente (porque no se sueco) bastante lograda.
BARCOS FANTASMAS. (1929)
Barcos fantasmas somos, silenciosos, rumbo
a las salidas del sol y los amaneceres.
Barcos sin hogar somos, eternamente errantes.
Navegamos en tempestades septentrionales
y en tibios oleajes meridionales, silentes.
Barcos sin hogar somos, eternamente errantes.
Y constantemente aparecen en nuestro viaje
como fantasmas los mismos sueños salvajes
y las mismas canciones suenan una y otra vez.
Y olvidadas tempestades se despiertan
danza de la muerte sobre las corrientes
y dulce y conciliador canturrea el mismo oleaje.
Mira: mil barcos han perdido el rumbo
y a la deriva navegan entre nieblas
y mil hombres se han ido a pique
rezando a las estrellas.
Y vemos el mismo destino todavía
camino a los rayos de un alba bella.
Y los mismos sueños llenan todavía
los cansados cerebros.
En oscuros espacios brilla sin embargo
Orión igual de centelleante
sobre hombres cansados,
que han dejado de mirar a las visiones matinales.
Nosotros, los demás, soñamos aún esta noche
con la luz del alba, que deslumbrante
se elevará sobre pecios en dunas fantasmales.
LA CANCIÓN DEL PRADO. (1958)
Un prado en flor no puede ser descrito más que por sus mariposas,
sólo puede ser cantado correctamente por sus abejas.
Mantener unido ese vuelo multitudinario
y distinguir correctamente el canto de las abejas.
Sólo pueden hacerlo las hadas que han practicado eternamente.
EL CEDAZO DE LOS RECUERDOS. (1971)
La mayoría de los recuerdos
caen al suelo con las hojas.
Si después uno los toca
solamente crujen secos
como si jamás hubiesen verdecido
en los matorrales de los años.
El hombre exige de las cosas
más que ellas de él.
Avaro e implacable
consume el resplandor de las cosas.