Respuesta: 100 años de David Lean
(
Lawrence of Arabia, 1962)
- algún ligero spoiler -
Para quien esté interesado en la biografía de
Thomas Edward Lawrence.
Es inegable que la majestuosidad magna de un título como Lawrence de Arabia hace mella en cualquier cinéfilo que se la encuentre por primera vez. No hay nada hecho a medias y Lean se puede banagloriar de ello. La historia de ese personaje que nadie tuvo la sensación de conocer de primera mano, como bien demuestra la gente que acude a su entierro, pero que tuvo el beneplácito de convertirse en un héroe y con su muerte convertirse en leyenda es una de las epopeyas más impresionantes a las que me haya enfrentado y que se convierte en un viaje iniciático que acaba demostrando que el ego desmedido domina y transforma a cualquiera.
Pero no sólo nos encontramos con un personaje singular, un estratega de primera orden y un rebelde de las normas establecidas que acabó encontrando su propio destino y supo embriagarse de su propia figura ("no vendrán por dinero, ¡vendrán por mi!") y que empezando como un militar idealista, con el afán de conquistar a los turcos y conseguir labrarse un renombre eterno acabó convertido en un rebelde salvaje y ansioso por convertir y demostrar. Pero aún y así la película es más que eso... es una historia intimista de honor, conquista, amistad, rebeldía y sobre todo pasión, dominio y hipnotismo por un lugar que consume y conmueve.
Según Spielberg, hoy día hacer algo similar a Lawrence de Arabia se haría con CGI y costaría algo que rondaría los 300 millones de dólares. Pero desde luego no estaríamos ni a la mitad de conseguir algo tan majestuoso como lo que consiguió David Lean: una superproducción de incalculable gesta y demostración de hasta donde puede llegar el cine con mayúsculas. Más adelante, la labor del director serviría como ejemplo a imitar y seguir en las grandes aventuras y blockbusters de índole similar. Mientras tanto, uno no puede dejar de admirar y entusiasmarse ante algo semejante a padecer Stendhal. Una banda sonora prodigiosa de mano de Maurice Jarre y una fotografía de Freddie Young que apabulla (la manera de darle vida y color al desierto pocas veces ha sido lograda hasta la fecha de hoy) mientras que el montaje navega a dos aguas entre lo intimista y lo impresionante (ese corte de efecto con el soplido de una cerilla para acudir al amanecer en pleno desierto es brillante).
Repleta de escenas icónicas como Omar Sharif surgiendo de la nada en el espejismo, el rescate de Lawrence por uno de los hombres abandonados en medio del desierto (o el asesinato del mismo más adelante) o ataque a Akaba son irrepetibles, de una calidad absoluta que hoy día sería casi imposible de conseguir con la misma minuciosidad y a su vez con una calidad tan excelente. Pero el cine espectáculo tiene a bien compartir escena con el poso valioso del cine de calidad como es ver la transformación física y psíquica del coronel Lawrence a cada viaje que acontece, sutilmente vestido con un blanco inmaculado, puro, al igual que sus intenciones para acabar transformando ese tejido en algo marrón amarillento, roto y cansado, manchado, al igual que las intenciones del protagonista quien acaba disfrutando acuchillando a sus enemigos y "debora" con orgullo la sangre derramada.
El desierto tiene mucho que ver, sobre todo el color (y la fotografía es toda una ayuda). El principio es un viaje idílico, amarillo intenso, como si de un viaje de cuento se tratase. Su presencia evoca a las grandes leyendas pero a cuanto más avanza el metraje y por ende la mentalidad de Lawrence la arena se torna gris, marcilenta, como si el valor de la azaña y la aventura se tornase menos glamourosa y más amarga. A su vez el honor, el valor, el orgullo cede paso a la arrogancia y venganza. La idealidad de Lawrence por hermanar culturas totalmente distintas se acaba convirtiendo en algo que no tiene remedio, algo que jamás sucederá y ahí es donde Lean apuesta por mostrar la razón de la vida y la sinrazón del hombre.
Lean consiguió de Peter O'Toole quizás su mejor papel hasta la fecha pero supo rodearlo de grandes secundarios como Omar Sharif, Anthony Quinn o Alec Guinness. Actores que saben conseguir personajes perfectos en historias perfectas. O'Toole consigue transmitir todas las emociones, sensaciones y estados de ánimo como pocas veces se ha visto con un personaje tan atrayente, hipnótico, extraño y a la vez difícil de definir. El director se toma todo el tiempo del mundo para presentar, paso a paso, cada uno de los integrantes de esta eterna película, dando a cada uno el metraje necesario y sobre todo sin caer en el exceso ni el histrionismo que quizás podría necesitar. Estamos hablando de Lean, desde luego.
Una obra maestra absoluta, el cine en estado puro.