Vaya, vaya, me despisto un rato del hilo y mira la que liáis
Molins, no des el tema por cerrado, que debatir está muy bien, hombre. Aunque estaría bien que los moderadores movieran este interesante debate a otro hilo.
Lo que sí es necesario es argumentar con algo más que el corazón, y tus razonamientos han sido demasiado viscerales. Y por supuesto respetar las opciones de los demás, que uno nunca está en posesión de la verdad, y menos en temas tan subjetivos como este que nos ocupa.
Toda mi vida de aficionado a la música he soñado con un servicio como el que ofrece Spotify y llevo siendo suscriptor Premium desde que estuvo disponible. Para el consumidor me parece un producto con una relación calidad/precio impresionante y además está en constante desarrollo, ofreciendo una nueva forma de consumir música que está cambiando el panorama.
Y cuando hablamos de Spotify, hablamos también del resto de servicios similares: Deezer, Rdio, Google Music, Amazon Prime, Sony Music Unlimited, Microsoft Xbox Music, Apple iTunes Radio, Pandora y un largo etcétera de servicios que luchan por destacar en esta nueva fórmula de consumo.
Si no te he entendido mal, tus argumentos los planteas desde dos puntos de vista: por un lado hablas de la calidad de la música comprimida, y por otro lado hablas de lo injusto de las retribuciones a los artistas.
Dices que el streaming de Spotify no tiene calidad comparable al CD original que compras y conviertes en formato FLAC, y poco más o menos que es un crimen escuchar música comprimida. Yo también convierto a formato FLAC mis CDs, pero no apostaría ni diez euros a que soy capaz de distinguirlos de una copia comprimida en formato MP3, AAC y el streming de Spotify.
No digo que las diferencias no existan, pero afirmo que en general son muy difíciles de percibir. Si te apetece comprobarlo, puedo preparar una prueba ciega con un tema a tu elección, y organizamos una prueba entre varios. Verás qué divertido es.
Reivindicar el Pono - promovido por Neil Young, por cierto - como un sistema salvador porque promulga los archivos en alta resolución codificados en 24bit y 192KHz, es cuando menos atrevido. Si ya me parece difícil distinguir entre el FLAC, el MP3 y streaming de Spotify codificados en 16bit y 44.1KHz, si añado a la muestra el 24/192, me resulta imposible.
Lo único realmente importante es la grabación, y salvo lo que esté por grabar, lo que ya está grabado, grabado está. Y de donde no hay... no se puede sacar. La industria del audio trata una y otra vez de vendernos el mismo producto envasado de distintas formas, y para mis oídos no hay diferencia entre formatos siempre que partamos de una misma grabación.
Hay muchos trucos que utilizan para que a nuestro cerebro le parezca que "suena mejor". El más vulgar y efectivo es simplemente aumentar el volumen, ya que en un primer momento nuestro cerebro percibe más volumen como más calidad. Es así, pero es algo que puedes conseguir exactamente igual girando el potenciómetro y no hay que comprar un nuevo disco.
Con respecto a lo justo o injusto del pago a los creadores, responde a las reglas de un nuevo modelo de venta y distribución al que no todos se han sabido adaptar, sobre todo del lado de las discográficas y productoras. Salvo los que están arriba del todo, el artista ha sido maltratado económicamente siempre, y estas plataformas les dan no solo ingresos, sino visibilidad a su obra que de otra forma quedaría ignorada. Y si se dominan los nuevos medios de comunicación de Internet con las redes sociales, la difusión puede ser enorme con muy poco esfuerzo.
Ya me extenderé más, pero hasta aquí mi visión preliminar sobre el tema.