Chicago Bulls al desnudo, por Andres Monje
Chicago Bulls al desnudo, por Andrés Monje
El pasado enero
Chicago firmó el segundo mes con más derrotas (9) en toda la era
Thibodeau. De los cinco años que lleva el técnico en Illinois, sólo en cinco meses su equipo tuvo un balance negativo y únicamente en diciembre de 2013 sufrió más derrotas (10) que el recién terminado.
Y si bien es cierto que la situación deportiva no es ni mucho dramática sí parece obvio que algo ha cambiado con respecto al inicio de curso. Y no sólo en cuanto al puro resultado (10-5 de balance en noviembre, 11-4 en diciembre, 8-9 en enero). La dinámica es en apariencia diferente para un equipo que alterna con cierto hábito demostraciones de poder con otras actuaciones de sonrojante desidia.
Que desconoce, en cierto modo, una de las virtudes que más demanda su entrenador: el esfuerzo regular.
Es por ello interesante preguntase qué sucede realmente con Chicago. Directamente qué ocurre. Cuestionarse si detrás de ese mes de enero hay una simple experiencia traumática o por el contrario profundos motivos para la preocupación. Y del enigma emergen diferentes puntos relevantes para tratar de explicarlo.
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1) El peso del hábito
El quinteto teóricamente más importante para los Bulls, formado por Derrick Rose, Jimmy Butler, Mike Dunleavy, Joakim Noah y Pau Gasol, sólo ha compartido pista
276 minutos en lo que va de curso. De hecho no ha podido utilizarse en 35 de los 50 encuentros que ha jugado Chicago. Y ni una sola vez desde el 1 de enero.
¿Es esto un problema? Lo es. En los partidos en los que sí ha sido posible usar ese quinteto el balance colectivo es magnífico (
12-3). Esos cinco jugadores juntos, la combinación más usada por el equipo esta campaña, son más de seis puntos mejores (por 100 posesiones) que el rival que haya habido enfrente.
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No contar con tu quinteto de mayor equilibrio y nivel teórico a la hora de competir supone una evidente pérdida de posibilidades. Pero más allá de lo aparente (el rendimiento inmediato) el significado de esa ausencia se magnifica para un equipo del perfil de Chicago. ¿Por qué? Sencillo: La
química resulta vital especialmente para equipos de
impacto defensivo.
No importa en qué medida se produzcan cambios en el
roster, toda aspiración de Chicago para ganar el título parte de un aspecto: la defensa. Si no se alcanza plenitud en ese ámbito resultará utópico que los Bulls muestren su mejor cara. Y resulta así porque su idea colectiva, muy marcada con Thibodeau al mando, parte siempre del rendimiento en su propia zona. Sin él, por tanto, no llegará lo demás.
La identidad no ha cambiado, en esencia la senda del éxito para Chicago la sigue marcando el arte de la destrucción.
En ese sentido, los equipos suelen conseguir su mejor rendimiento a medida que van acumulado minutos en pista, pura cuestión de conocimiento colectivo. Y en el apartado defensivo, en el que los hábitos son aún más esenciales para rendir, no tener el suficiente recorrido impide alcanzar ese estado deseado.
Los Bulls han empleado hasta 27 quintetos diferentes más de 20 minutos esta temporada y sólo dos pasan de los 100, un dato esquizofrénico que alude a las incesantes pruebas, casi siempre por necesidad. Esa falta de identificación influye en el rendimiento, en cierto modo es como si los problemas físicos de diferentes jugadores hubiesen provocado un efecto contrario en la rotación, de desunión. En lugar de ser cada vez más estable y poderosa ha pasado a ser más inestable y frágil.
Para Chicago es imprescindible mantener un cierto estado de tiempo a sus jugadores clave sanos, acumulando minutos de forma natural y constante. Que ayude a establecer una
rotación serena. De lo contrario el equipo llevará retraso a la hora de adquirir uno de sus objetivos más valiosos: el hábito a la hora de ejecutar acciones, especialmente defensivas. Ese hecho es simplemente imprescindible para un equipo tan mecanizado como los Bulls, donde el sistema se hace notar permanentemente.
Muchas veces no se trata simplemente de juntar el talento, sino de hacer, con el tiempo y la práctica, que ese talento alcance su mayor dimensión jugando junto. Los Bulls disponen de lo primero pero no han tenido opción de confirmar lo segundo.
2) Las sombras defensivas
Aquí hay dos elementos relacionados. La aptitud y la actitud.
El primero deriva a una pregunta, ¿tiene Chicago un problema de estructura defensiva? En líneas generales, no. Más allá de que la figura de
Thibodeautransmita mucha seguridad en ese ámbito, lo visto confirma en su mayoría el sentido del plan.
Los Bulls controlan tres aspectos clave en la
destrucción. Defienden muy bien tanto cerca del aro (top 5 NBA) como la línea de tres (top 10) y son el equipo que más veces obliga al rival a lanzar desde la media distancia, la zona teóricamente menos productiva. Todo de manual.
Entonces, ¿cuál es el problema?
Pese a que Chicago sigue siendo una garantía defendiendo su aro, ha pasado a permitir muchos más tiros en esa zona. Mucho más de lo normal. En enero ni un solo equipo ha concedido tantos tiros en zona restringida como los Bulls. Gráficamente, le han anotado más en la pintura… porque han tenido muchas más
oportunidades, no porque la defensa de esa acción haya sido peor. De hecho, los porcentajes concedidos al rival bajaron durante ese mes con respecto a los anteriores.
En esa línea. Forzar tiros de media distancia al rival suele conducir a beneficios. El problema es cuando se conceden al adversario los mayores porcentajes de acierto desde esa zona en toda la Liga. A los Bulls les han anotado mucho desde ahí, muy por encima de la media (45% de acierto). Y eso se encuentra directamente relacionado con un detalle: la defensa de las
esquinas.
El sistema de Thibodeau hace especial énfasis en impedir, en la medida de lo posible, lanzamientos desde ahí. Su idea es ahogar el espacio del rival y conducirlo a un embudo en el que en el lado fuerte (aquel en el que se encuentra el balón) la presencia de cuerpos sea asfixiante y en el otro, el opuesto, las ayudas puedan adquirir plena dimensión. Invisibilizar la esquina para el rival es por tanto muy importante.
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En enero a los Bulls les han tirado casi un 50% desde las esquinas que en los dos meses anteriores. Aunque los porcentajes no siempre sean buenos, esto genera espacios y, de una forma u otra, esas posibilidades se aprovechan. En su caso, primero para definir más y mejor desde la media distancia. Y segundo para tener más opciones de acabar cerca del aro.
Por lo visto, el funcionamiento de las ayudas no está al nivel de siempre. La telaraña no es la misma. Así, la estructura tiene un punto de fuga en ese ámbito aunque, más allá de él, la teoría sigue siendo la idónea.
Sin embargo, y así se llega al segundo aspecto clave de la defensa, para defender no basta con saber cómo hacerlo. Es vital aplicarlo mediante actitud. Y los Bulls
han perdido sensaciones defensivas en cuanto se han desentendido de la regularidad en ese aspecto.
Los dos primeros meses el problema de la continuidad, también apreciable, se solucionaba con una vuelta a la plenitud cuando se necesitaba. Es decir, en los últimos cuartos la defensa de Chicago mostraba cifras muy dominantes, casi de plenitud, aunque en el resto del partido estuviese lejos de ellas. Sin embargo el último mes la desidia invadió también ese último cuarto… y entonces no ha habido forma de tapar el agujero.
Aparte del más evidente, el visual, hay dos aspectos esenciales en los que se percibe el déficit de intensidad defensiva. El primero, capital para Thibs, es
el rebote. Pese a jugar casi siempre con dos interiores, los Bulls se convirtieron en enero en el quinto peor equipo de la Liga reboteando en aro propio. Y a partir de ahí creció un foco de infección: los puntos en segundas oportunidades.
El segundo aspecto es la
transición defensiva. Chicago fue el segundo equipo que más puntos recibió al contraataque el pasado mes. Algo en principio utópico en un equipo entrenado por Thibodeau y, junto al rebote, elemento vital a la hora de transmitir ese deseo defensivo, el común
Work and Wanna que marca su idea colectiva.
Sin la receta de actitud, ese espíritu competitivo, el plan se vuelve terrenal. Por muy bueno que pueda ser en teoría, así sucede.
3) El oxígeno de Jimmy Butler
A estas alturas de temporada, Butler ya ha corrido en pista el equivalente a casi
cinco maratones completas. Ningún otro jugador alcanza esa cifra ni tampoco su promedio de minutos (39.8 por partido). Pero lo salvaje en él no es ya el tiempo que esté en pista, ni la forma en la que se mueve, sino la demanda de un rol diferencial a tiempo completo en ambos lados de la pista.
Lo descubierto en Butler durante el inicio de curso, la confirmación de su perfil como uno de élite también ofensiva, unido al proceso de transición ofensiva en el que sigue Derrick Rose, llevó a Thibs a asignar a Jimmy aún más funciones en el juego. La más visible, el peso en la creación. Y el resultado a medio plazo es la pérdida de efectividad global del jugador, que en cierto modo exhibe su lado humano.
Durante los dos primeros meses de competición Butler promedió más de 21 puntos por partido con fantásticos porcentajes y forzando una enorme cantidad de tiros libres. En enero su anotación no llegó a los 18 puntos, sus porcentajes bajaron y su frecuencia desde la línea de personal también se redujo. Todo descendía progresivamente. El factor ofensivo ya no lo era tanto.
Joe Murphy/NBAE/Getty
Y, en cierto modo, el factor global tampoco. La ausencia de Butler era muy nociva para los Bulls de inicios de campaña, un equipo en total seis puntos (por 100 posesiones) mejor con él en pista que sin él. Pero el escenario de agotamiento y saturación de funciones alcanzó culmen en enero, donde los Bulls funcionaron once puntos mejor sin Butler que con él. Inaudito.
Butler necesita una desconexión de peso en el impacto de su equipo. Una reducción. Porque por muy inhumano y colectivo que sea su perfil, junto a Noah la auténtica identidad que anhela siempre Thibodeau en cancha,
un abuso del mismo puede conducir hacia su desnaturalización.
El síntoma del problema está a la vista, que los Bulls sean mejores sin Butler que con él sólo puede expone un detalle. Que esos no son los Bulls.
4) Entendiendo a Derrick Rose
Desde su vuelta siempre ha estado sometido a la plena luz del foco. El MVP más joven de la historia (2011) es, obviamente, un protagonista absoluto. Más aún a raíz de su tragedia con las lesiones, motivo por el que este curso recuperar la normalidad ha sido (y es) el principal objetivo de los Bulls con él. Justo eso, la normalidad, como punto inicial de lo demás.
A la hora de acercarse al análisis de Rose resulta, más incluso que en cualquier otro caso, evaluar su
contexto individual. El Derrick Rose en plenitud supuso un punto de inflexión en la Liga. Un episodio aparte al descubrir un
guard dominante con una desorbitada dimensión física en el juego, mucho más allá del tamaño. Su irrupción generó un escenario diferente, como ver el nacimiento de un prodigio que sugería una nueva época, la de los bases con registros de alero.
El plan de Chicago no es ver a ese Rose este curso. Resultaría obsceno imaginar que el jugador, tras casi dos años de parón y todo el fenómeno mediático desatado en torno a ello, podría recuperar esa versión de inmediato. Sería de hecho fascinante que pudiera volver a ella… algún día.
El contexto colectivo actual es positivo para Rose en dos sentidos. Primero, le permite dedicarse por completo a un objetivo concreto (recuperar sensaciones ofensivas) al resguardo del sistema defensivo. Y segundo, le posibilita trabajar esa rehabilitación de un modo especialmente propicio:
la ejecución. Es decir, sin ninguna presión en la creación (asignada básicamente para Noah y Butler, tomando muchas veces a Gasol sólo como elemento ejecutor).
Sin embargo ese proceso no puede ser totalmente natural. El Rose felino que dividía la zona y atacaba cuerpos en el aire no puede ser esperado en estos momentos, sería cruel hacerlo porque la confianza en su poder físico no es la misma y, además, necesita generar espacio para poder optar a ello en el futuro. ¿Cómo hace esto último? Con el tiro.
Con Rose asistimos, de forma casi diaria, al ejercicio de funambulismo entre lo que supone el abuso del tiro exterior y el necesario equilibrio de exhibirlo.
La delgada línea que separa el exceso de lo correcto. Lanza mucho, en ocasiones demasiado, de fuera porque es el modo más sencillo (metiendo tiros) de crearse espacio propio para atacar el aro.
Por eso el cuadro de tiro de Rose luce distinto con respecto a su año de explosión:
Comparativa de lanzamientos de Rose. Volumen de tiros y acierto.
¿Es lo ideal que Rose se prodigue tanto desde el triple? Aunque su equipo tenga problemas de espacio ofensivo (sin Dunleavy y McDermott, muy evidentes), no. ¿Es necesario ahora? En parte sí.
El Rose MVP lanzaba un 51% de sus tiros desde la media distancia o el triple, el actual un 54%. No hay gran diferencia en ese volumen, más allá de sus porcentajes, mejorables con la práctica y el tiempo. Es preciso amenazar de fuera para dañar por dentro, de lo contrario –y más en un sistema con dos interiores al uso- llegaría un momento en el que lo segundo sería directamente imposible.
Rose se prepara para volver a ser Rose. El de siempre. Suceda o no, es el propósito. Pero resulta imprescindible seguir
un proceso, tener paciencia y perspectiva. Porque no será su rendimiento inmediato el que todos anhelen pero sí resultan las actuales fases necesarias si se quiere aspirar a que algún día ese grado de brillo pueda volver a alcanzarse.
Entre medias, los fogonazos puntuales -en forma de
highlights- de un talento físico-técnico superdotado y la forma de asumir responsabilidades en el
clutchrecuerdan la jerarquía de un jugador que sigue su propio proceso de rehabilitación mientras compite. A la vista de todos aunque asumiendo que ese procedimiento afecta tanto al juego (sensaciones) como a lo mental (eludir la ansiedad).
5) Noah significa alma en francés
Uno de los ejes del rendimiento colectivo de Chicago se sostiene bajo la plenitud de
Joakim Noah. No únicamente por su grado de influencia en pista sino por representar, junto a Butler, la esencia de la idea de su técnico. Noah es lenguaje corporal, intensidad y dedicación. Es todo lo innegociable que Thibodeau demanda de los suyos.
Más allá de sus condiciones como jugador, su presencia fortalece el colectivo desde un punto de vista emocional, de química. Mantiene alerta el espíritu colectivo con su actitud. Y por ello es esencial. Pero lo es su versión total, desatada y sin limitaciones.
Una que no ha podido verse este curso.
Lidiar con diferentes problemas físicos ha impedido gozar de
continuidad competitiva (al más alto nivel) al francés y ello ha afectado a ese carácter competitivo, en cierto modo actitud, que viene padeciendo -por ausencia- Chicago.
Rocky Widner/NBAE/Getty
A la vez, Noah no es únicamente un creador de sinergias, su papel es muy importante en la defensa de los Bulls. Primero porque es, con diferencia, el mejor interior conjugando tres factores: protección de aro, defensa individual y eficiencia en las ayudas. Y segundo porque es el molde ideal para cubrir en defensa al elemento interior más determinante en ataque pero más a cubrir en defensa:
Pau Gasol.
Sin Noah sano, Gasol se descubre (se le obliga a salir fuera de la pintura) más a menudo y eso suele significar problemas para Chicago, porque la gran debilidad de Pau –y los rivales lo saben- es la lateralidad y defensa lejos del aro. Aunque
Taj Gibson también puede ejercer ese rol protector para Gasol no lo hace a ese mismo nivel y, sobre todo, darle ese papel supone no poder asignarle su ideal: elemento diferencial desde el banquillo.
Thibodeau siempre ha sido partidario de poner en liza, en los momentos cruciales, a Gibson y Noah por la total proyección que le dan al sistema defensivo, ambos capaces de cambiar de asignación ante prácticamente cualquier emparejamiento. Muy del gusto del técnico. Pero la llegada de Gasol, con todo lo que genera ofensivamente hablando (individual, colectivamente y en el proceso de recuperación de Rose), ha obligado a alterar el guión. Y desde luego no es un castigo, al contrario guarda mucho sentido.
¿Supone esa alteración que Gasol sea un agujero defensivo? En absoluto. Lo que ocurre es que al español se le aprovecha de verdad cuando se le puede mantener defensivamente cerca del aro, como corrector interior para hacer uso de su intimidación y facilidad para condicionar tiros. Ahí es donde marca diferencias. Pau sigue permitiendo al rival un porcentaje más bajo cerca del aro que perfiles como Cousins, Davis, Jordan, Chandler, Asik, Horford o su hermano Marc.
Es decir, en ese rol sigue siendo un jugador más que interesante. Pero para poder asignarle ese rol los Bulls
necesitan la plenitud de Noah.
Y necesitar es la palabra. Por ello cada mal gesto suyo llega al alma y cada declaración de satisfacción física incentiva la esperanza.
En definitiva Chicago ha alternado este curso fascinantes demostraciones de autoridad, como ganar en Memphis y Washington, un
back-to-back a San Antonio y Dallas o días más tarde en el ‘imposible’ Oracle Arena a los Warriors, con imprudentes ejercicios de relajación, siendo la más clara y dolorosa muestra las seis derrotas en casa ante rivales con récord negativo.
Es por tanto necesario matizar ciertos detalles, algunos de ellos directamente ligados al propio estado físico de los jugadores, antes de apuntar el cañón –y en muchos casos directamente disparar- hacia elementos como el crédito del propio técnico, la impaciencia con Rose o incluso la validez de Gasol. Y en realidad de cualquiera que se ponga a tiro para tratar de explicar una racha negativa.
Porque si bien los Bulls están no precisamente cerca de la imagen soñada en mayo, y por ello es conveniente asumirlo y tratar las carencias que existen, esas mismas deficiencias del sistema se encuentran igualmente lejos de parecer una condena. Y dado su perfil de equipo, abonado a la supervivencia, su estado en mayo lo definirá todo.
No importa época, lugar ni tamaño de lo adverso, siempre existieron dos formas de afrontarlo. Activar la fase de autodestrucción o iniciar el proceso constructivo. Estos días pasados, con su esencia al desnudo, los Bulls descubren la necesidad de tomar un camino.
Pero mientras lo hacen será igualmente vital recordar un mensaje.
Es pronto, muy pronto, para enterrarlos.
http://kiaenzona.com/nba/chicago-bulls-al-desnudo-por-andres-monje-25254/