Para mí el March Madness de la NCAA tiene interés por dos cosas: 1) la emoción de que el que pierde se va a casa y 2) ver algunos jugadores que entrarán en el draft. Respecto al juego, pues sí, es bastante deficiente por lo general, e incluso los mejores equipos no deslumbran a nadie. Es posible que tenga que ver lo de la posesión de 35 segundos, que es una absoluta locura a estas alturas. No 24 segundos, no 30 segundos, sino 35. Y luego está el tema de los parones por los tiempos muertos, que hacen que los partidos sean eternos. Todo contribuye a que la cosa se haga cuesta arriba. Me quedo con Kaminsky y Sam Dekker, de Wisconsin, que me parecen dos tipos de un gran talento. También con el físico de Okafor o la potencia de Winslow.
San Antonio es una delicia. Se sale de la norma. Es como una rara avis en la NBA. Trata de mantener el mismo esqueleto de jugadores durante temporadas, no hacen grandes revoluciones de plantilla, fichan con cabeza buscando un perfil de jugadores que se ajuste muy bien al grupo, dan relevancia a lo colectivo, su estilo de juego no busca el lucimiento individual sino el objetivo de encontrar la mejor posición de tiro, parecen ser un grupo disciplinado sin extravagancias ni payasadas, etc... Popovich parece tenerlo todo atado y bien atado. Es algo único y extraordinario. El ejemplo perfecto es Duncan, un currante maravilloso de enorme calidad cuya actitud no puede ser más humilde y profesional. Ese es el espejo que sirve de referencia a sus compañeros. Cuando Duncan decida retirarse, los Spurs sufrirán mucho su ausencia ya no sólo por su rendimiento deportivo, sino también por su actitud personal. Algunos dicen que San Antonio aburre, quizá porque a algunos lo que les mola es ver a esas estrellas que se la juegan cada noche. Esas estrellas acompañadas por un puñado de picapedreros. San Antonio, en cambio, es el triunfo del colectivo.