Billy Wilder: Opiniones

Está claro que es una peli que no deja indiferente. Y expone muy bien el tema espinoso que trata pues siempre se había tratado el alcoholismo como el borrachín gracioso de bar que se tambaleaba, cantaba y contaba chistes pero nunca (almenos que yo recuerde) desde un punto de vista tan serio, duro, triste y descorazonador.
 
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(The Front Page, 1974)​


Basada en la obra de teatro con el mismo nombre de Ben Hecht y Charles MacArthur y que ya había sido llevada a la gran pantalla en dos ocasiones (la versión de 1931 "Un gran reportaje" de Lewis Milestone y la de 1940 "Luna nueva" de Howard Hawks) Wilder no era la primera vez que trataba el tema del periodismo. Ya lo había hecho desde un prisma mucho más crudo y ácido en "El gran carnaval" pero aquí vuelve a emplear la comedia crítica con una pareja tan eficaz como Lemmon / Matthau donde se enfatizaba como la prensa y el periodismo no es siempre veraz y objetivo. Un poco contraproducente a lo que el lema del periódico al que trabajan proclama "la verdad, la verdad y la verdad". En este caso se trata de una historia que sucede todo en el mismo día y con un ritmo endiablado, donde suceden muchas cosas y todas de una forma eficaz y sin tropiezo alguno.

Buscando la exclusiva, la venta masiva de sus periódicos los periodistas y representantes inventarán, manipularán y tergiversarán la noticia del momento de una forma que sea más sensacionalista, maquillada y adornándolo todo con píldoras falsas para darle mayor realismo pues lo que vende, realmente, es el morbo y lo mediático. Wilder no se deja nada en el tintero (nunca mejor dicho) y aquí hay crítica para todo: desde la política, la sociedad, la psicología, la manipulación de los medios a corto y largo plazo, la obsesión del trabajo por encima de la familia e incluso ese temor de la invasión rusa con el comunismo latente o incluso la corrupción en distintos ámbitos como la social, política o laboral pues aún sabiendo que el condenado es inocente tanto el sheriff como el alcalde querrán mantener la culpabilidad para distintos beneficios y motivos.


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Ambientada en el Chicago de los años 20, la película juega muy bien con los personajes, los diálogos y el montaje. Porque no da un momento de respiro entre escena y escena y Wilder hilvana una historia competente, mucho más ácida que la versión de Hawks y con un diálogo mucho más crudo y deslenguado, sin importar lanzar las cargas y sin importar las posibles represalias. Al igual que en este caso Billy deja en segundo plano toda la parte familiar/marital del personaje de Lemmon (aunque nunca dejándolo de lado pues es necesario para enfatizar los motivos y razones) y centrándolo en la ética periodística y porqué él es el mejor en su trabajo.

Lo más llamativo del caso es como a día de hoy, 40 años después, sigue siendo vigente y actual porque tristemente, como reza el dicho, la vida sigue igual y todo se manipula y se vende, todo está al precio del mejor postor y la verdad se vende mucho mejor cuando se adorna con el morbo por bandera y sin necesidad de contrastar, cotejar y confirmar. Claro está, Wilder lo hará siempre desde un punto de vista cómico muy acertado, con diálogos audaces y actores en estado de gracia: los intentos fallidos por parte de Matthau por conseguir que Lemmon se quede (esa madre falsa con los hijos o el golpe final del reloj con la inscripción) o Lemmon con ese rol tan característico de hombre que intenta no dejarse manipular pero siempre acaba cediendo ante la psicología. Desde luego nadie como Wilder para captar las miserias del ser humano por tal de captar la atención de la prensa. Porque nunca un escritorio había dado tanto juego.
 
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(Avanti!, 1972)​


Uno de los títulos de su última etapa donde Wilder vuelve a plasmar los contrastes culturales entre la vida americana y la vida europea, donde el reloj manda en la primera y la vida manda en la segunda. De corte menor y no tan redonda como podría parecer "Avanti!" (cuya traducción al español es todo un esperpento) es una comedia de enredo que demuestra, con toda la colección de tópicos y tics del género y del propio director, que en en cuestiones del amor el hombre es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra. El tono de la película es mucho más liberal que en anteriores ocasiones, dando rienda suelta a lo que Wilder siempre quiso mostrar y sin restricciones ni censura de por medio donde el tono europeo le da un aire de lozanía interesante sin dejar de ser incisivo en las relaciones de pareja.

Pero la película sufre de un metraje excesivo y alargado, donde en este caso no todas las historias son acertadas como el caso de la familia mafiosa, Los Trotta, que aún siendo un estereotipo cómico rompe por completo con la tónica y demuestra que hasta el maestro de los secundarios pudo tener un mal día. La pareja protagonista contiene química pero no encuentro que en este caso en concreto no funciona tan bien como en otras películas de corte similar. El humor que contiene no siempre funciona (los primeros minutos) y aunque puede verse la crítica de Wilder hacia el mundo americano y su carta de valores donde el dinero es quien manda sin dejar disfrutar a la persona de la vida no siempre logra su objetivo y acaba convirtiéndose en un filme que fuerza la maquinaria sin resultar funcional del todo.


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También es cierto que a estas alturas del tiempo Billy Wilder no tenía que demostrar nada y "Avanti!" es más un ejemplo de que la vida no debe ser forzada consiguiendo plasmar como América es el trabajo y Europa el antítesis pero se antoja un producto no tan redondo como podía esperar(me). Contar con Lemmon siempre es un acierto pero no resulta tan acertado o agradecido como anteriores personajes donde su marcado contraste a medida que avanza el metraje no es tan convincente como pudiera parecer al igual que la incisiva crítica hacia la figura femenina y los encorsetados estereotipos de lo que es la fisonomía perfecta, aún siendo intersante, subraya demasiado para mi gusto. Un título agradable pero no lo puedo considerar del todo acertado por mucho que pueda parecerlo.
 
Avanti es una maravilla de principio a fin, top 5 del maestro.
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El Crepúsculo de los dioses (1950)

Si digo que esta película es una obra maestra no es ninguna novedad, pero es que todo lo que se diga es poco.
Cine dentro del cine, retrato de la crueldad del paso del tiempo y la dificultad de algunas personas para aceptarlo, el amor como esclavitud ( Max esclavo de su amor por Norma quien a su vez es esclava de su amor por Joe), la ambición y la falta de escrúpulos (o eso es lo que parece mover a Joe)...
La tragedia está en el aire, sabemos (porque el propio Wilder nos lo dice desde el principio) que todo va a acabar explotando y, al igual que en la villa en la que vive Norma, la atmósfera de toda la película es asfixiante. Los personajes caminan inexorablemente hacia un destino que parece ya prefijado. En realidad, creo que el hecho de que la película empiece por el final (por así decirlo) es como si fuese para que Wilder nos dejara claro que, hagan lo que hagan, estas personas van a acabar mal.
Impresionante Gloria Swanson en el papel de diva del cine mudo venida a menos tras la llegada del cine sonoro, imponente William Holden en el papel de guionista reconvertido en chico de compañía pero con escrúpulos y sentimientos.

A nivel psicológico nos podríamos pasar horas hablando de cada personaje. Y eso es una de las cosas que siempre me ha gustado de las películas de Billy Wilder, la complejidad de sus personajes y como con sus magistrales diálogos vamos conociéndolos tan perfectamente que resultan totalmente creibles.

Una joya del cine, sin más ni más.
 
Es una obra magna que plasma muy bien las miserias de las Star System en decadencia que aún creen estar en la cresta de la ola. Para mi una imprescindible de Wilder. Muy buen título te has calzado, Corpse.

En mi caso...

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(Witness for the Prosecution, 1957)

Una cosa está clara y es que a Wilder pocos géneros y pocos palos se le resistían. Y más aún con tanta soltura. En este caso partimos de una obra de Agatha Christie, cuya prolífica lista de títulos acabaron poblando la gran pantalla pero aquí podemos levantar los dos pulgares con suma satisfacción ante la ingente cantidad de maestría cinematográfica que el maestro supo impregnarle. Tan sólo hay que contemplar la lista de ingredientes para poder comprender el porqué un resultado tan satisfactorio. Para empezar el género de juicios, a poco que se precie, suele funcionar aunque cuente con cuatro o cinco reglas para que no resulte forzado, aburrido o cuanto menos fantasioso. Aquí no hay nada que chirríe pues todo está puesto al servicio del ritmo y de la fluidez. Una historia que con cuatro pinceladas y acuñada con dos flashbacks para poder comprender los motivos y matices hacen que la historia no tenga apenas tropiezo o material que pueda afectarle en el guión y cuyos diálogos rápidos y sin nada superfluo hacen que "Testigo de cargo" sea un claro manual de cómo debería ser una película.

A la conjunción de elementos debemos añadirle la química pura que hay entre todos y cada uno de los miembros del reparto empezando por un Charles Laughton que con su personaje a medias entre huraño e irónico, de carácter fuerte pero entrañable a fin de cuentas consigue que todas y cada una de sus apariciones sean del todo logradas, cuyas dotes deductivas y su flema británica al igual que su interacción con Elsa Lanchester como su enfermera de cabecera resulten convincentes a la par que cercanas pues al ser matrimonio nada está puesto a la casualidad. Al igual que los personajes de Tyrone Power como ese inocente acusado de asesinato y Marlene Dietrich como una mujer fría, calculadora, ambigua y con una sensualidad tan extraña como hipnótica, a pesar de sus rasgos marcados y angulares, hacen que su complicidad y su presencia resulte cuanto menos extraña y con un juego más que convincente tanto para la historia como para el espectador.


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Cargada de un humor muy irónico y por momentos ácido junto con un drama resultón que se compenetran perfectamente hacen que "Testigo de cargo" no desfallezca en ningún momento, donde la tensión del juicio con los giros y sorpresas necesarios para jugar con la duda (razonable) y consiguiendo un final que, a pesar de resultar un tanto rocambolesco, resulta convincente a fin de cuentas para conseguir plasmar a la perfección lo que puede deparar una mujer despechada. Wilder rueda con soltura, con un inciso en los planos resultones y consiguiendo en todo momento que los artistas consigan lo mejor de sí mismos. Incluso el flashback donde se expone como se conocieron Dietrich y Power, que parece sacado de otra película, funciona como preámbulo de un amor trágico y juguetón. Uno de los títulos imprescindibles del género y del director.
 
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(id, 1954)​


No hay mayor verdad que Cary Grant fue el actor idóneo para cierto tipo de papeles y más aún cuando se trataba de comedias románticas. Nadie como él para encajar a la perfección en ese rol típico de conquistador, de pose icónica y comedia cómplice para granjearse a la audiencia y lograr que la dama del momento cayese en sus brazos. Porque cuando uno mira a Humprey Bogart, por mucho que se note el esfuerzo y se encuentre desubicado aún ofreciendo un rol magnífico, a uno le es imposible imaginar a otro que no fuese Grant. Según cuenta la historia Bogart no cuajaba con las formas directivas de Wilder y no se hacía con el equipo. Pero aún y así logró salir airoso porque si algo tiene esta película es que funciona. Muy bien además.

Para empezar el toque Lubitsch resulta patente y encima hace que la maquinaria no chirríe. Ese toque de distinción, de elegancia, con una compostura magistral a medio camino entre la comedia romántica y el contraste, una vez más, entre América y Europa a modo de trabajo frente a disfrutar de la vida lo expone Wilder con acierto. Sin que sirva de precedente es imposible obviar que el recuerdo a "Ariane" es palpable. Aparte de volver a contar con Audrey en uno de sus mejores papeles hasta la fecha con permiso de "Desayuno con diamantes" o "Vacaciones en Roma" no se aleja mucho de lo que ya le acontecía a aquel personaje donde acababa enamorándose de alguien mucho mayor que ella pero contemplando que su vida está conectada con esa persona.


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Porque a Wilder siempre le ha gustado jugar con los romances, jugar con el "qué pasaría sí..." y aquí tenemos dos partes. Por un lado la hija del chófer que siempre ha estado enamorado del hijo vividor y mujeriego sin reparar en nadie más frente al otro hermano, trabajador incansable, entregado a su único deseo (el trabajo) pero que no podrá evitar que el amor, como siempre suele suceder y más en estos casos, sea el que marque el rumbo y trastoque todo lo que tenía por intocable, inquebrantable y asumido. Porque el amor y más cuando lo enfunda Audrey no tiene costuras, no tiene asperezas y mucho menos fallos. Pero por otro tenemos el conocer mundo (y a su vez una especie de simbolismo con París, la ciudad del amor) como representación de ser abierto de miras, ser abierto de costumbres y cuanto más abierto de posibilidades. Y ahí es donde radica el acierto de "Sabrina". Porque aún resultando chocante la extraña química (o la ausencia de esta) en la pareja de la Hepburn y Bogart, aún y así, funciona y a las mil maravillas.

Como siempre, Wilder poblará la película de secundarios cómicos y cómplices con los personajes principales para hacer más ameno el metraje y hacer que todo fluya como son el caso del padre de ella que es quien añade seriedad y compostura (la relación paterno filial es magnífica, hermosa desde cualquier punto de vista, con ese respeto y cariño mutuo) mientras el padre de ellos será quien resulte chocante por ser un personaje enquistado en antiguas costumbres y donde el dinero lo es todo para él sin comprender que precisamente el dinero no puede comprar el amor. Si redondeamos con diálogos serios pero muy bien trabajados, momentos bellos que aún siendo pequeños redondean la escena (el sombrero entregado a Sabrina) hacen que este título, aún siendo un título menor o no tan laureado como quizás lo son otros del maestro, sí puede contar con el respeto y la admiración de lo que es una buena comedia romántica donde la sofisticación y elegancia funcionan a las mil maravillas.
 
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(Stalag 17, 1953)​


Cuando uno piensa en Wilder automáticamente le viene a la cabeza el género cómico (sofisticado). Pero a poco que uno analice su obra descubrirá que ella estaba repleta de títulos ajenos por completo a ese género. Y "Traidor en el infierno" es un claro ejemplo de ello. Por desgracia sería la película que le haría romper por completo con Paramount debido a que los directivos querían cambiar partes concretas para que pudiese ser más accesible a los alemanes y no se sintiesen "ofendidos". Wilder se negó en rotundo y concluyó el contrato con ellos una vez acabó de dirigir "Sabrina". Para empezar el tema de los campos de concentración no le era ajeno pues su familia sufrió y padeció estar encerrados en uno de ellos.

La película, basada en una obra de teatro de Broadway escrita por Donald Bevan y Edmund Trzcinski y ambientada en la 2ª Guerra Mundial donde un grupo de militares americanos encerrados en el Stalag 17 (que es el nombre que reciben estos campos en alemán) intentan sobrevivir el día a día como pueden para acabar descubriendo que, después de que los soldados maten cruelmente a dos americanos que se han fugado, uno de ellos es un traidor. Todas las miradas caen sobre el personaje de William Holden. Y no es para menos. Su personaje, un tipo frío, calculador, alguien que sobrevive traficando y teniendo tratos con el enemigo para obtener beneficios y a su vez manteniendo negocio de todo tipo con los suyos, hacen levantar todas las sospechas. Holden era reticente al principio de interpretar este papel. Su alta carga irónica y su ausencia de patriotismo le hicieron ver el personaje como alguien poco agradecido. Incluso se pensó en Kirck Douglas o Charlton Heston pero la Paramount le obligó a aceptar. Y el resultado tuvo su recompensa. Holden acabó ganando el premio de la Academia al mejor actor principal. Y no es para menos.


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"Traidor en el infierno" toca muchos palos y todos en menor o mayor acierto. Es innegable que la comedia en este caso es la peor parada. No toda está bien expuesta y mucho menos acertada. Quizás la parte correspondiente a la forma de parodiar a los alemanes pero sin llegar a denigrarlos es lo más acertado. Pero la parte correspondiente a la pareja cómica y sus vivencias resultan en muchos casos un tanto/bastante bufonescas, dándole el tono menos adecuado y rompiendo el tono por completo. Es en la parte dramática donde más funciona la película con escenas realmente emotivas como la defensa en todo momento para el soldado cuya salud mental está trastocada regalándole la ocarina nueva, o donde Holden intenta sobornar al alto cargo de quien es realmente el traidor a la paliza que recibe por parte de todos al creer que es el traidor (los planos donde todos lo observan con miradas acusadoras son perfectos).

Pero desde luego es en el suspense donde esta obra de Wilder logra ser totalmente eficaz. Como el tono tenso en los momentos donde se intenta averiguar quién es el traidor en verdad o los intentos de fuga o incluso el modus operandi en cómo se informa al enemigo donde la película es cine en estado puro. Como la duda es patente en todo momento hasta descubrir la sorpresa es todo un lujo para el espectador demostrando que a Wilder no se le resentía ningún género y convirtiendo a Holden de antihéroe en el héroe que todo americano se precia ser aunque sólo sea en el cine. La fotografía oscura y tétrica es perfecta, al igual que la cámara donde esta vez el director logra un par de planos realmente conseguidos como el de la lámpara donde se descubre quien es el auténtico chivato, jugando además muy bien con las luces y las sombras (como el momento final donde la espectacularidad del cine de escapadas y evasiones es perfecto). Puede que no sea uno de los títulos más recordados o destacados cuando se habla del cine de Wilder pero desde luego es uno de sus títulos más redondos hasta la fecha.
 
- De "Sabrina" me encanta el primer momento en que Bogey decide "hacerse cargo" de Sabrina, cuando ella espera ver a David en la pista de tenis y Wilder nos regala el plano de Bogart de los pies a la cintura con las dos copas de champan, para hacernos creer que es David y se trata de Bogart. Para un Bogartmaniaco de primer nivel como yo, esa secuencia es brillante, porque demuestra que el serio hermano es el que va a llegar al final al corazón de la deliciosa Sabrina.

Otro momentazo enorme por su valor paródico es cuando Bogart se "disfraza" de muchachuelo con sus viejas galas de la universidad que le vienen pequeñas, a ritmo de la insufrible tonada del año de Maricastaña: "Yes, We Have No Bananas today", que pretende hacer pasar por moderna y que suena de un modo, que parece que van a aparecer Laurel y Hardy en el barco en cualquier momento.

- "Es una canción muy divertida ¿Es popular?"
- "Ehhh... oh si"
- "No la había oído nunca antes".
- "Bueno... has estado en Paris durante dos años".


Lo que demuestra que tras el tipo duro que tuvo que interpretar casi siempre Bogart, había un actor capaz de saber reírse de sí mismo (impagable el retrato de la familia Larrabee que preside el gran salón, y vemos a Bogart de crio con cara de desgana)

Sabrina - Yes We have no bananas - YouTube
 
Última edición:
Me gusta lo que expones, compadre. Porque Bogart, aún resultando extraño en este rol (sinceramente, le pega más de tipo duro-serio), aquí no lo hace del todo mal, la verdad. Y ese papel de hombre adicto al trabajo y viendo a la mujer como algo que no entra en sus planes para acabar prendado de Sabrina (¿y quien no?) y descubrir que es humano lo hace más interesante.

Cierto es que ese momento donde se pone el traje de "marinerito" es del todo chocante pero hasta resulta cómico. El cuadro de la familia colocándose en la misma pose es impagable.
 
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(A Foreign Affair, 1948)​


Comedia romántica ambientada en la 2ª Guerra Mundial después del suicidio de Hitler. Wilder siempre ha sido pródigo en criticar y lanzar pullas hacia la falsa e hipócrita moral que siempre ha tenido América. En este caso un comité de congresistas americanos, con Jean Arthur a la cabeza, que visitan Berlín para comprobar la moralidad de los estadounidenses en los tiempos de postguerra. Las pesquisas le llevan a creer que un alto mando está siendo el protector de una cabaretera (Marlene Dietrich en su pleno apogeo, cantando letras con doble sentido y muy críticas con la situación) que a su vez sigue teniendo tratos con los nazis.

Lo que en un principio puede resultar una comedia al uso, de corte un tanto bobo y de fondo tontorrón como suelen ser las comedias románticas clásicas a medida que avanza el metraje y uno analiza fríamente el fondo del asunto se da cuenta de cómo Wilder carga tintas contra la pobreza en tiempos de dificultad, como el hombre se aprovecha de la situación sobre todo con las mujeres quienes acaban aceptando cualquier cosa a cambio de alimentos y como en los momentos más ácidos o tristes el humor blando se torna de un triste que es imposible obviarlo. Pero por desgracia la forma, en este caso la guerra de sexos entre Jean Arthur y John Lund junto con las batallas dialécticas entre ambos (con su dosis de doble moral y pedradas hacia un sistema hipócrita) hacen que acabe con sentimientos encontrados.


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Por un lado me gusta muchísimo todo lo concerniente cuan bajo puede caer el ser humano por sobrevivir y a su vez como nos aprovechamos de las debilidades ajenas para sacar provecho. Me encanta la ambientación de la ciudad destruida por los bombardeos, consiguiendo transmitir esa soledad, esa falta de humanidad y esa sensación de derrota. Al igual que las partes serias y las que juegan con el suspense funcionan perfectamente. Incluso la relación entre Lund y Dietrich es magnífica, logrando transmitir lo efímero de una relación que no tiene pasado pero tampoco futuro (interesantes los planos donde la pelea de gatas es patente: en el local Dietrich queda reflejada en la vidriera descubriendo el romance que mantiene su amante con su nueva amiga mientras sucede lo mismo en el piso siendo Arthur la reflejada, como si descubriese que ha sido parte de un engaño también).

Pero es, precisamente, en la virtud de Wilder como es la comedia de enredo y la comedia romántica donde encuentro que el filme se resiente e incluso lastra un poco el metraje y la trama. No quiera significar esté mal pero desde luego, para mi gusto, chirría en varios momentos o incluso resulta un tanto bobo (según se comenta Jean Arthur tenía celos o no se encontraba cómoda al ver que la atención del director recaía sobre Dietrich, de ahí que su personaje sea un tanto encorsetado o no lograse transmitir un buen rol más allá de un cambio de aptitud o de comprensión frente al estricto comportamiento americano para dejarse caer en las redes del amor). Aún y así, dejando a un lado que en este caso la comedia podría ser mejor de lo que se espera, como crítica social y política en la situación de un lugar ubicado en plena postguerra funciona muy bien. Incluso podría verse como el spin-off o una ampliación del pequeño flashback que acontecía en "Testigo de cargo", donde lo acontecido guardaba mucha relación con la historia de este "Berlín Occidente".
 
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(The Major and the Minor, 1942)​


Después de "Curvas peligrosas", su primera película, Wilder dio el salto a América con este título después de trabajar como guionista. Y con ella ya dejaba muy claro cuál sería su forma y fondo para las comedias románticas, siendo Lubitch su maestro y mentor de cuyo cine emularía el jugar con el puritanismo del americano de la época a la hora de tratar el tema del amor, el comportamiento social y conjugándolo todo, además, con la complicidad del espectador ante un material como el que toca "El mayor y la menor". Y como el cine no tiene límites deciden hacer pasar a Ginger Rogers, cuya edad era de 31, por una niña pizpireta de 12 años, cual Lolita que tiene tanto a los hombres como a los no tan hombres encandilados, enamorados y les hace perder los papeles en uno de los elementos fundamentales para demostrar la disciplina frente a la locura amorosa como es el ejército. Porque además el guión es una arma de doble filo dado que ella intenta escapar de los hombres que intentan dominarla y apartarse de sus intenciones no tan púdicas para luego jugar con ellos de forma mucho más sutil y psicológicamente más ingeniosa.

Siguiendo los parámetros de la Screwball Comedy de la época, la película está siempre en constante movimiento, jugando perfectamente con los equivocos, las situaciones comprometidas, los diálogos afilados y juguetones aparte de tocar temas espinosos como que un adulto empiece a sentirse atraído por una niña de doce años y ésta, una mujer adulta enfundada en un disfraz infantil, jugando tanto con los hombres como con los chavales y a su vez dando forma a un romance clásico, repleto de azúcar pero sin dejar a un lado la dudosa moralidad del planteamiento como tan bien le gustaba exponer a Wilder. Sin ir más lejos uno de los elementos clave tanto reales como ilustrativos es esa ceguera que tiene Ray Milland que no le permite ver la realidad de Susanne (Rogers) y que a su vez podría interpretarse como la distorsión de la realidad. Indicando además que, una vez más, el papel de Milland estaba pensado para Cary Grant.


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"El mayor y la menor" es un título que como carta de presentación es perfecta, como comedia de enredo es muy divertida y como crítica social y moral es magnífica. Wilder no se deja nada en el tintero y aún y así deja campo para las peleas de gatas entre la prometida de Milland, una Rita Johnson correcta que queda "empequeñecida" ante la belleza y voluptuosidad de la Rogers (una belleza hipnótica y cautivadora), al igual que la plasmación de las hormonas en plena efervescencia de la juventud ante el sexo opuesto como bien demuestran las escenas donde los cadetes se arremolinan en masa alrededor de Susu o como se la intentan llevar al huerto con batallitas históricas. Con un final clásico, típico pero acorde con los cánones del género tan sólo puedo decir que la película es más de lo que pudiera parecer a simple vista y cuenta con una dirección, un guión, una puesta en escena y una química absoluta que iría perfilando lo que las obras maestras del maestro irían deparando tiempo después.
 
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(Five Graves to Cairo, 1943)​


Wilder se adentró por primera vez en el género bélico con esta más que interesante propuesta y luego repetiría dos veces más con "Berlín Occidente" y "Traidor en el infierno". Como suele suceder en su filmografía los personajes, en situaciones extremas, no dudarán en emplear sus métodos y sus opciones al postor de lo que mejor convenga y utilizar todas las posibilidades para escapar de la opresión, de la amenaza y sobretodo demostrando de lo que es capaz una persona cuando se ve rodeada o necesita la ayuda del enemigo. En este caso contamos con el Cabo Bramble (un Franchot Tone que podría verse incluso como un preludio de lo que acabaría siendo el personaje de William Holden en "Traidor en el infierno"), un alto cargo inglés que acabará haciéndose pasar por un camarero tullido en un hotel del Egipto invadido por los alemanes y que en el devenir de los acontecimientos se descubrirá que el camarero suplantado era un espía doble al servicio de los nazis.

Pero esto no es más que la punta de un iceberg que poco a poco irá dando pie a una historia con matices, con dilemas morales tanto de un bando como del otro y que acabará convirtiéndose en una película de aventuras bélicas con un mapa que de poderse descifrar indicaría los puntos estratégicos (las 5 tumbas del título) donde los alemanes tienen oculto todo un arsenal tanto armamentístico como alimentario para poder seguir sobreviviendo en la guerra y no sufrir la derrota de forma precipitada. La película fue criticada debido a que la guerra aún estaba fresca y se frivolizó el tema que trata. Pero a día de hoy el tiempo la ha colocado en su lugar y aunque es cierto es un título menor en el género e incluso en la filmografía del director no debería tacharse de forma tan rápida y a la ligera como algo intrascendente. Simplemente hay que ver los matices con los que cuenta y como el fuerte se aprovechará siempre del débil, como en época de guerra la vida no tiene valor y como las súplicas y los favores se pagarán siempre, más aún cuando la víctima es una mujer, en este caso la camarera francesa (una Anne Baxter ruda, seca, un tanto ambigua pero excelente tanto por su rol como pieza elemental en el juego).


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"Cinco tumbas al Cairo", aún siendo su segunda película en terreno americano (la tercera si seguimos su filmografía) ya empezaba a dejar claro las constantes y los elementos comunes en el currículum de Wilder como era el caso de personajes que se disfrazan para pasar desapercibidos, secundarios entrañables o esa relación amor-odio del protagonista hacia la chica de la película aparte de contar con personajes icónicos y cargados de un carácter hipnótico y atractivo como el caso de Erich von Stroheim como Rommel, personaje histórico, y que aquí es quien atrae toda nuestra atención (siendo este su primera participación conjunta repitiendo años después en "El crepúsculo de los dioses"). Stroheim resulta increíble, convincente y siendo un roba planos cada vez que aparece en pantalla. Momentos como el desayuno en la cama, las 20 preguntas de los ingleses capturados frente a la hilera de saleros a modo de mapa o el interrogatorio inquisidor a la camarera francesa demuestran que el don de la actuación y mimetización del actor con el personaje es totalmente convincente.

La película empieza de una forma muy visual, con un tanque que va a la deriva por el desierto abrasador. Es un plano muy sugerente. Cargado de soldados muertos y sin saber qué ha sucedido "Cinco tumbas al Cairo" comienza como un bélico en ciernes para ir poco a poco al género del suspense donde los nazis ocupan el hotel y todos los personajes irán intentando esquivar la tensión pero a su vez nuestro protagonista (Franchot Tone no del todo conseguido aunque haya cierto esfuerzo por su parte) intentará darle caza a Rommel mientras a su vez intentará descifrar el tema del mapa. Un filme que no decae en ninguno de sus 90 minutos debido a un guión trabajado, una cámara en constante movimiento aún en los momentos más pausados y una dirección de actores muy conseguida.


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Porque si bien es cierto la trama del mapa y su descubrimiento resulta un tanto inverosímil en conjunción con la realidad histórica Wilder sabe darle ese toque aventurero que tan bien le resultó a Spielberg en las dos entregas de Indiana Jones donde se enfrentaba a los nazis de formas distintas y siempre con la aventura por bandera de forma conseguida y creíble a pesar de su inverosimilitud. Y aunque el aroma a cine propagandístico tan típico de la época se huele desde lejos y más aún con esos últimos minutos finales no se puede negar que el director intentó alejarse bastante del cine afable o bien intencionado al contemplar como el final es todo un mazazo y nos descubre que Wilder no era un director cualquiera y demostraba que para él las relaciones humanas y más aún las sentimentales, en sus manos, eran cuestión de suerte o no siempre uno podía acostumbrarse.
 
Ya sólo me queda colgar la crítica de "Fedora" y verme "El vals del emperador" y "Curvas peligrosas" y habré concluido con Wilder.

Mirando FA, descubro que dirigió un documental:

Death Mills (Die Todesmühlen)

Documental de propaganda política rodado tras la liberación del campo de concentración de Bergen-Belsen (Lüneburg. Baja Sajonia, Alemania) por el ejército norteamericano. Como otras producciones similares, estaba destinado a ser exhibido sólo (y de forma obligatoria) en los cines de la Alemania ocupada.

Nazi Holocaust - Death Mills (1946) - Original WWII Footages_Full Length Historical Documentary - YouTube
 
La verdad es que de estas últimas que estoy viendo (incluidas Vals y Curvas) nunca he visto ni una sola imagen en movimiento. Voy de nuevas con ellas.

Ya te contaré sobre la de Vals.

Por cierto, he visto ese docu ahora mismo y me ha puesto malo. No recomendable para estómagos sensibles (bastante gráfico, no sé si de los que más pero bastante a fin de cuentas). :doh:fiu:no
 
Sólo me faltan 2 de las 26 pelis que hizo (Vals y Curvas, incluído ese docu que enlacé y que me puso el estómago revuelto). Si todo va bien este finde finiquito todo Wilder. ;)

Y usted no me creyó cuando dije que me haría ciclo.
 
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(id, 1978)​


La penúltima película de Wilder podría verse como una especie de "El crepúsculo de los dioses" versión 2.0. Incluso como una revisión de la historia. Sin el glamour decrépito de aquel pero con la misma base a fin de cuentas: el querer seguir manteniendo la belleza, el estatus y la gloria de antaño a pesar de que el cuerpo se marchite o no tenga el mismo vigor que en su momento poseyó. Porque "Fedora", a pesar de que a día de hoy visualmente no sea tan atractiva y a la producción el tiempo le haya hecho mucha mella, es un ejemplo magistral de una crítica hacia el mundo del celuloide y de cómo las estrellas no pueden soportar hacerse viejas, acabar recluidas en ese horroroso lugar que es el olvido y desear, a pesar de todo, seguir estando en el candelero aunque sea engañando, falsificando o manteniendo una farsa todo lo que humanamente posible se pueda.

No se puede negar que de haber contado con actrices más conocidas o con más química podríamos estar hablando de un título mucho más laureado y plausible. Incluso de haber contado con otro protagonista masculino (por mucho que Holden no lo haga del todo mal y se esfuerce por darle cierto empaque a su personaje). Incluso se le puede achacar cierta arritmia narrativa durante la primera parte, la cual le cuesta posicionarse y uno no sabe si lo que está viendo es una película de suspense, un drama social, una telenovela de media tarde o incluso podría habérsele restado cierto exceso de dramatismo teatral que no le viene muy bien. Pero una vez se posicionan las piezas de este rompecabezas y acaba uno por ubicar cada elemento en la ecuación es cuando la película toma impulso y se torna un drama perfectamente hilvanado, donde Wilder pone toda la carne en el asador (como ya hizo en "El crepúsculo de los dioses") y no deja nada al azar.


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Porque el meollo de la cuestión no es otra que descubrir que el ser humano desea ser escuchado, desea mantener la atención, captar las miradas de la gente y más aún cuando se trata del mundo del espectáculo, en este caso el mundo crudo y cruel del cine. Contamos con cameos de Henry Fonda o Michael York interpretándose a sí mismo y se hace mención de la flor y nata de aquella época, para poder encajar el tiempo y ver que pueden cambiar los apellidos pero las desgracias siempre han existido. La sorpresa de la historia no es más que una píldora de egoísmo sin límites, donde se transmite, una vez más, que la persona no importa sino el personaje y su legado (interesante descubrir como esas píldoras de suspense como las cartas, la cama con las mordazas, el suicidio del tren al principio o incluso los somníferos suministrados a Fedora son elementos necesarios para descubrir hasta donde llega el entramado).

William Holden vuelve a sufrir en sus propias carnes el capricho del Hollywood dorado, sólo que muchos años después, para descubrir hasta qué punto el egocentrismo, el patetismo de no aceptar la cruda realidad (la desaparición de los espejos) o incluso retorcer la realidad (descubrir quien se esconde tras ese disfraz de condesa) son simples piezas de un juego que no perdona. Una muestra más donde Wilder, amparándose en mentiras supuestamente reales, nos cuenta una verdad inamovible y esa no es otra que la industria quiere mantener vivo al personaje sin importar hasta donde puede la persona llegar. Y si por el camino muere no importa. Para eso están los maquilladores. Para mantener bello el engaño. No es uno de los mejores títulos de Wilder pero desde luego sí uno de los más interesantes aunque le pesen los años.
 
Bueno, vamos allá. Que esta es fácil.

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(The Emperor Waltz, 1948)

En resumidas cuentas podría decirse, sin miedo a equivocarse, que estamos ante la peor película de Wilder. La que menos atractivo tiene por muy vistosa que sea y la menos interesante por mucho que su guión pudiera pasar por una película musical romántica. Es comprensible que el propio director renegase de ella y que la temida caza de brujas hiciese que se rebajase el tono crítico y sarcástico al cual nos tenía acostumbrado el austríaco. Ni la Fontaine ni el Crosby funcionan como pareja acaramelada con sus manidas y rancias guerras de sexos, ni el tono de cuento de hadas la hace interesante (será por los castillos, sus bailes, su fotografía colorista y su tono afable) y ya no digamos los chistes cargantes a costa de la simbología canina a modo de psicología humana del hombre atraído por la mujer, por mucho Freud que quieran colar. Crosby canta, como no podía ser de otra forma (mejor cantante que actor), en un filme que jamás saldrá a la palestra por mucho que se le quiera colgar el sambenito de "película bien intencionada".


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Lo que aquí consta y muestra es una recargada, aburrida, típica tópica e insulta obra (muy) menor que adolece por todos lados aunque haya algún atisbo de cierto empaque. Pero nada, no la salvaría ni por el propio Wilder. Se puede ser benévolo pero hasta uno tiene un límite y más aún cuando se tiene que hacer un sobre esfuerzo por llegar al final con el único interés de que esto termine. Porque incluso se puede intentar ver como la clásica guerra de clases y la guerra de continentes (unos mejor que otros) pero es tan patosa, tan estúpida en sus intenciones y resultados que ni como crítica vale. Una pérdida de tiempo, sin lugar a dudas. La piedra en el zapato que hasta la fecha era un sí tras otro. Con esta se confirma el lema de "la excepción que confirma la regla".
 
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