Respuesta: Billy Wilder: Opiniones
Impresionante radiografía que ofrece Wilder sobre el mundo del celuloide y enfocado desde la perspectiva de cómo el tiempo no perdona a nadie y mucho menos en el mundo del cine y espectáculo. En este caso con el objetivo puesto en una vieja gloria del cine mudo que ha acabado relegada al ostracismo y al olvido pero creyendo que director/espectador siguen esperando su regreso. Pero a su vez es una crítica mordaz, afilada y ácida de cómo la fama es efímera y el tiempo no perdona. De tono pesimista desde el primer minuto “El crepúsculo de los dioses” es una oda a como artistas abandonados a su suerte una vez se ha sacado partido y provecho de ellos y acaban recluidas en mansiones fastuosas pero decrépitas, como si de casas de terror se tratase, repletas de recuerdos pasados que jamás volverán y creyendo estar en la cresta de una ola que ya no existe y que se convierten en símbolos de una época y un estatus pasado y sin posibilidad de futuro.
Volviendo a contar con Charles Brackett al guión en su última colaboración juntos la película es un tour de force inteligente y a su vez desgarrador sobre como los artistas no pueden aceptar que sus tiempos de gloria acabaron. De ahí que la relación amor / odio – necesidad / repulsa entre Norma Desmond y Joe Gillis sea un viaje a la autodeterminación de sacarse provecho mutuamente pero manteniendo una relación extraña, casi dañina. Norma desea seguir estando en el candelero mientras Joe es un guionista convertido en gigoló, sacando provecho de una gloria marchita, una persona compulsiva, autocomplaciente, dependiente, infantiloide y a su vez suicida por no poder soportar acabar rechazada desde varios puntos de vista (amorosos/afectivos, laborales y sociales).
De tono sombrío y oscuro, sin apenas claridad pues ya desde ese hombre que flota en la piscina se presagia que nada puede acabar bien Wilder no puede dejar de incluir el humor que siempre le ha dado gloria y fama pero esta vez es un humor mucho más hiriente, crítico, destructivo, enfatizando y acentuando las miserias de una persona que no se da cuenta que ya no importa ni interesa (perfecta escena donde DeMille no sabe cómo deshacerse de ella o el patetismo teatral de Norma sobreactuando en todo momento al creer que sigue siendo la estrella laureada, reconocida y aplaudida cuando es un recuerdo pasado y una gloria muerta como bien demuestra el vigilante al preguntar quién es ella).
“El crepúsculo de los dioses” se torna un viaje sin retorno, una pasarela expositiva de cuan miserable puede ser la vida de un artista a pesar de estar rodeada de lujos. Es impresionante la dirección de actores con la que cuenta Wilder en esta entrega y que logran su objetivo a la hora de plasmar esas miserias. Gloria Swanson está perfecta como ese símbolo de un tiempo pasado, de una época gloriosa pero por desgracia efímera, quien vomita improperios y maldice el cambio del mudo al sonoro y a su vez insulta en cierto modo el nuevo cine (“Son las películas que se han hecho pequeñas”) como si de esta forma criticase o no hubiese sabido adaptarse, comprender o aceptar que no por ser una actriz de renombre eso iba a perdurar o convertirse en validez o motivo de leyenda. No todos lograron ese clamor o reconocimiento.
Uno de los mayores aciertos y a su vez riesgos de la película es saber el final de antemano pero aún contándote el resultado de uno de los personajes el as en la manga sigue guardado hasta llegar al cenit del patetismo, a la enajenación mental imposible de curar al ver como Norma Desmond se encierra en su propia locura al no poder superar haber dado fin a su amor sin futuro, a la persona que según ella iba a devolverle al estrellato y como no comprende o asimila la realidad creyendo en todo momento que sigue estando en lo más alto, creyendo en todo momento que está en un rodaje y olvida por completo que está siendo estrella del medio que acabará por destrozarla. Esa forma de bajar las escaleras, de entregarse a la cámara, desenfocando la imagen como resultado de un presagio que ya se veía venir pero no importa. Por un instante en su vida vuelve a estar presente, activa, gloriosa y entregada. Vuelve a interpretar en apenas unos segundos el papel de su vida.
Lo interesante de “El crepúsculo de los dioses” es que también puede verse como una especie de biopic, de documental vívido de una gloria del cine mudo y que Gloria Swanson borda ese papel de diva, de actriz encumbrada en los cielos y empujada a la más dura de las realidades al ser repudiada de ese paraíso efímero que es la fama y el cine. Un papel espléndido, cargado de matices y logros como esa gesticulación excesiva, esa forma de actuar teatral, típica y digna del cine mudo, habiéndose convertido en una persona extravagante, egocéntrica y narcisista hasta el extremo, confiada de que sigue siendo una actriz anhelada, ansiada y venerada cuando en realidad a nadie le importa o peor aún nadie la recuerda.
Una dirección de actores exquisita donde no escatima en hacerle aflorar a cada uno de los personajes características de la miseria humana y a su vez desempeñar un ejercicio clásico donde hurga en la herida del ego, del olvido, de la manipulación, del egocentrismo, de la mentira pero sobretodo de la deshumanización hacia un icono destruido por el propio paso del tiempo, evolución del cine y no saberse actualizar. De ahí se desprende que el personaje de William Holden tache a los actores del cine mudo como figuras de cera en un sentido despectivo y cargado de ironía o el propio Erich von Stroheim, ex esposo de Norma y reconvertido en un servicial, maltratado y compungido mayordomo al servicio de una pieza extinta de un mundo que no entiende de bondades y mucho menos de segundas oportunidades.
Pero aún hay más pues Wilder hilvana una película con pequeñas píldoras donde la realidad y la ficción del propio mundo del cine deja una sensación y un regusto melancólico como es ver a esos actores del cine mudo jugando a las cartas siendo el más destacado el propio Keaton (interpretándose a sí mismo), DeMille rodando la auténtica “Sansón y Dalila” en los estudios Paramount (director que por otra parte ya había dirigido a la propia Swanson en varias ocasiones), o cuando Norma contempla una película muda, “La reina Kelly” dirigida ¡por el propio Stroheim!. La propuesta del director es comprobar cómo el mundo del cine vive en una extraña simbiosis marcada por la realidad dentro de la ficción y viceversa como bien demuestra el tan aplaudido final. Porque una historia donde guiones muertos, guionistas aprovechados, viejas glorias que necesitan el constante encumbramiento y falsas esperanzas conviven en una de las mejores películas de Wilder donde no hay nada puesto al azar. Dice la leyenda que el propio Mayer, de la MGM, se deshizo en improperios al contemplar la película. Como se suele decir: la verdad duele. Y más cuando te la estampan en la cara.