Billy Wilder: Opiniones

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Ah, pues no lo sabía, la verdad. Gracias. Siempre viene bien aprender cosas nuevas. ;)
 
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La verdad es que me estoy planteando hacerme un miniciclo de Wilder pues es uno de los que siempre he tenido rezagados, pendientes de visionado y ya va siendo hora. Voy a hacérmelo salteado porque así es (para mi) más divertido. Como hice, más o menos, con Hitchock.
 
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jajaj, sí, la filmo entera. No pides tú ni nah. Además, piénsalo un poco... de los ciclos que he dicho que haría y luego me he puesto con otras cosas nah pero... ¿y de los que sí he hecho (Brooks - Hitch - Lean - Bond - Chaplin, etc.) cuantos títulos iban por semana? ;)
 
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Atreyu ha dicho miniciclo, y ya lleva dos.

A partir de cuántos participantes se considera orgía? :pensativo
 
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Gracias, Doe. De ahora en adelante serás mi asesor legal. Cuentas con mi permiso de "asesorarlos" a base de puñetazos. :D
 
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(Kiss Me, Stupid, 1964)​


Tristemente uno de los títulos que suelen pasar desapercibidos en la filmografía de Wilder. La película es clara en su propuesta: un crooner (Dean Martin en su salsa, interpretándose a sí mismo como un mujeriego empedernido que no puede pasar sin estar al lado de una fémina y que acaba siendo más secundario de lo que pueda parecer convirtiéndose en un divertido estereotipo) acabará por casualidad en un pueblecito perdido en la mitad del desierto, llamado Climax, donde dos amigos (Ray Walston, en sustitución de Peter Sellers por problemas cardiacos y un eficaz Cliff Osmond) intentarán camelárselo para que compre una de sus canciones y de esta forma hacerse ricos y famosos. Hasta aquí todo normal. Como no podía ser otra el director partirá de algo tan simple y sencillo para ser mordaz, irónico y provocar que la censura se llevase las manos a la cabeza al jugar con elementos como la prostitución (Kim Novak como Polly la bomba) y las infidelidades maritales (Felicia Farr, la esposa de Jack Lemmon).


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I.A.L. Diamond, uno de los guionistas habituales de Wilder, se basó en la obra teatral "L'ora della fantasía" de Anna Bonacci. Aparte de la comedia de confusiones y enredos la película va más allá donde temas como el romanticismo que desemboca en drama (el intercambio de roles de Novak-Farr depara una decisión respectiva muy interesante), los conflictos de pareja debido a celos excesivos donde la partitura de André Previn se torna más opresiva casi rozando el género de terror, la fama, el show business (esos primeros 10 minutos con Martin cantando y contando chistes) o el espíritu creativo no aprovechado por no haber tenido la suerte de contar con un contacto o enchufe. Quizás le sobre algunos minutos de más cuando parece que se ha estancado o el tipo de humor exagerado en el personaje de Waltson puede resultar un tanto molesto en algunos apartados pero son daños muy menores. Lo interesante del caso es como la historia fluye perfectamente cimentado sobre unos personajes realmente convincentes y unos actores entregados en sus respectivos roles que a fin de cuentas no es más que un producto con claras intenciones de dinamitar el american way of life.
 
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(The Apartment, 1960)​


"¿Cuántos días son necesarios para desintoxicarse uno de la persona amada? Tendría que inventarse una sonda para lavar el corazón".


En la vida siempre habrán víctimas y aprovechados


Una de las obras maestras de Wilder es este sencillo apartamento que cuenta con un sinfín de opciones, puntos de vista y formas de observación pero que a su vez parte como radiografía de tres elementos base que forman un conglomerado perfecto. En primer lugar tenemos la parte laboral visto desde un prisma que a todos nos es conocido y más de una ocasión hemos tenido la desgracia de padecer y ese no es otro ver como la gente competente, que lleva años en un mismo puesto mientras otros, por circunstancias ajenas a su nivel de entrega, son mejor considerados o incluso adquieren puestos de responsabilidad. En segundo lugar la soledad del individuo. Personas anónimas que viven en pequeños pisos y que nunca han tenido la posibilidad de acceder a un amor por más que lo hayan intentado o que debido a su timidez y su estatus de "gente buena" son ejemplos manifiestos del aprovechamiento de personas sin escrúpulos que no dudan en abusar de su posición sabiendo que no habrá impedimento, obstaculización o negativa al respecto. Pero por último pero no menos importante y que a la postre será el elemento principal, la piedra angular de todo este embrollo no será otro que el amor no correspondido, los engaños y frustraciones a costa de las esperanzas puestas en relaciones que deparan en puntos muertos.

Es muy interesante el personaje de Lemmon. C. C. Baxter es un hombre gris, no tiene un color definido. Incluso su labor en este filme es cuanto menos dudosa. Aunque a las claras es una persona sin carácter, alguien que no sabe decir no a nada y que todo el mundo se aprovecha de él. Pero a su vez uno empieza a dudar o a no tener del todo claro si el ofrecimiento de su apartamento a los altos cargos de su empresa para que puedan echar sus canitas al aire sin que nadie se de cuenta de ello es más un objetivo premeditado para poder ascender lo antes posible y, entre comillas, sentirse alguien "valorado" o premiado por tamaña "gesta". Baxter hace horas extras sin cobrarlas, calienta platos precocinados en un horno, vive solo en su pequeño apartamento y sólo cuenta con la compañía de películas de la era dorada del cine. Pero lo más llamativo del caso es que es un hombre que no planta cara a los malos entendidos provocados en su persona, al estar considerado por el vecindario como un mujeriego empedernido y fiestero. Un pusilánime en toda regla. Y así lo deja claro a lo largo de toda la película.


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Wilder, alguien que siempre hizo crítica de la sociedad y sus valores a través de la comedia más sutil y ácida, lanza puyas sin esperar respuesta poniendo inciso en la herida de como el abuso de poder, en forma de jefes se aprovechan de todos cuanto tengan bajo su mandato sin importar cuanto pueden trastocar la vida de los demás. Un claro ejemplo es como el resfriado de Baxter es un elemento que se convierte en una molestia al tener que modificar la agenda (literalmente) para que todos puedan utilizar el apartamento. Una forma sutil pero clara al mismo tiempo para representar el egoísmo y la avaricia de ciertos personajes. O como Baxter tiene que pasar noches a la intemperie mientras otros se benefician y aprovechan de esa buena fe del protagonista. Pero es mucho más interesante como a medida que avanza el metraje Lemmon irá transformándose en un ser que en parte no le importará ir cediendo su apartamento al jefe absoluto sin que sus convicciones morales entren en juego hasta llegar al punto culminante o decisivo.

Pero como indicaba antes el amor es mucho más sutil que en otros filmes. Aquí juega perfectamente como un símbolo de causas perdidas en el personaje de Fran (Shirley McClaine, belleza pura y de la cual es imposible no enamorarse) hasta llegar al punto de que Wilder lo llevará al límite más crudo y jugará con uno de los elementos más espinosos como es el suicidio. Y que a su vez el director y I.A.L. Diamond, mano a mano en el guión, ponen a Baxter, por una vez en su vida, en la tesitura de tener que tomar partido: seguir siendo un mandado en manos de su jefe, un Fred McMurray espléndido, alejándose por completo de sus roles típicos de hombre afable, cómico y familiar como en tantas obras Disney tuvimos el gusto de contemplar, o tomar partido (decisivo) sin importar plantarle cara para recuperar la dignidad siendo un auténtico hombre, como él mismo proclamará, sin tener en cuenta las represalias que eso conlleva.


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Porque la forma en cómo está enamorado Baxter de Fran (la amante del jefe) es perfecta. Desde el secreto. La forma en cómo él la trata (las escenas del ascensor son perfectas), en como ella responde (sólo él se quita el sombrero ante ella a modo de respecto), como evita su muerte pasando las dos noches más maravillosas y repletas de vida (porque el amor, en parte, es eso) y como se siente vivo al cocinar para ella esos espaguetis con una raqueta y canturrea a modo de tonto enamorado. Es interesante cuanto menos como ella a su vez se siente alagada y quisiera poder corresponderle pero como ella misma reconoce "si te enamoras de un hombre casado no te pongas rimmel". Ella sabe que está en un callejón sin salida, rota como el espejo, sufriendo por ser la mujer utilizada, sin plantar cara a ese ninguneo, a ser objeto del deseo de un hombre que no la quiere ni la corresponde (el billete de 100 dólares es toda una declaración de intenciones) y que ve mejor solución la ingesta masiva de pastillas que decir no. De ahí que cuando Baxter la trata con respeto, cariño y afecto se siente contristada y a su vez no comprende que haya gente buena.

Wilder juega con el contraste metafórico entre una sociedad enorme frente a un individuo pequeño. Una macro empresa (uno de los decorados más laureados al respecto de la historia del cine) donde Baxter ocupa una de tantísimas mesas, casi sin reparar en su presencia y como las buenas acciones quedan ahogadas o casi enmudecidas frente a un conjunto de indeseables que no dudarán en hacer lo que sirva como convenio para ellos, única y exclusivamente. De ahí que el final sea, aparte de motivador y bello, emotivo y feliz a la par, una decisiva resolución tanto para Baxter como para Fran. Plantar cara a la injusticia aunque ello suponga tener que perder el trabajo. Wilder logró un trabajo de equipo envidiable, con actores entregados en sus respectivas miserias (ya sean del ámbito que sean) para exponer una pieza clave en el séptimo arte donde esta comedia dramática o este drama con pinceladas de un humor made in logrando resultar en uno de las obras maestras del séptimo arte. Porque no sólo de amor romántico vive el individuo sino también del logro de conseguir la integridad de uno mismo o recuperar la autoestima en manos del ser amado.
 
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(Sunset Blvd., 1950)​


Impresionante radiografía que ofrece Wilder sobre el mundo del celuloide y enfocado desde la perspectiva de cómo el tiempo no perdona a nadie y mucho menos en el mundo del cine y espectáculo. En este caso con el objetivo puesto en una vieja gloria del cine mudo que ha acabado relegada al ostracismo y al olvido pero creyendo que director/espectador siguen esperando su regreso. Pero a su vez es una crítica mordaz, afilada y ácida de cómo la fama es efímera y el tiempo no perdona. De tono pesimista desde el primer minuto “El crepúsculo de los dioses” es una oda a como artistas abandonados a su suerte una vez se ha sacado partido y provecho de ellos y acaban recluidas en mansiones fastuosas pero decrépitas, como si de casas de terror se tratase, repletas de recuerdos pasados que jamás volverán y creyendo estar en la cresta de una ola que ya no existe y que se convierten en símbolos de una época y un estatus pasado y sin posibilidad de futuro.

Volviendo a contar con Charles Brackett al guión en su última colaboración juntos la película es un tour de force inteligente y a su vez desgarrador sobre como los artistas no pueden aceptar que sus tiempos de gloria acabaron. De ahí que la relación amor / odio – necesidad / repulsa entre Norma Desmond y Joe Gillis sea un viaje a la autodeterminación de sacarse provecho mutuamente pero manteniendo una relación extraña, casi dañina. Norma desea seguir estando en el candelero mientras Joe es un guionista convertido en gigoló, sacando provecho de una gloria marchita, una persona compulsiva, autocomplaciente, dependiente, infantiloide y a su vez suicida por no poder soportar acabar rechazada desde varios puntos de vista (amorosos/afectivos, laborales y sociales).


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De tono sombrío y oscuro, sin apenas claridad pues ya desde ese hombre que flota en la piscina se presagia que nada puede acabar bien Wilder no puede dejar de incluir el humor que siempre le ha dado gloria y fama pero esta vez es un humor mucho más hiriente, crítico, destructivo, enfatizando y acentuando las miserias de una persona que no se da cuenta que ya no importa ni interesa (perfecta escena donde DeMille no sabe cómo deshacerse de ella o el patetismo teatral de Norma sobreactuando en todo momento al creer que sigue siendo la estrella laureada, reconocida y aplaudida cuando es un recuerdo pasado y una gloria muerta como bien demuestra el vigilante al preguntar quién es ella).

“El crepúsculo de los dioses” se torna un viaje sin retorno, una pasarela expositiva de cuan miserable puede ser la vida de un artista a pesar de estar rodeada de lujos. Es impresionante la dirección de actores con la que cuenta Wilder en esta entrega y que logran su objetivo a la hora de plasmar esas miserias. Gloria Swanson está perfecta como ese símbolo de un tiempo pasado, de una época gloriosa pero por desgracia efímera, quien vomita improperios y maldice el cambio del mudo al sonoro y a su vez insulta en cierto modo el nuevo cine (“Son las películas que se han hecho pequeñas”) como si de esta forma criticase o no hubiese sabido adaptarse, comprender o aceptar que no por ser una actriz de renombre eso iba a perdurar o convertirse en validez o motivo de leyenda. No todos lograron ese clamor o reconocimiento.

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Uno de los mayores aciertos y a su vez riesgos de la película es saber el final de antemano pero aún contándote el resultado de uno de los personajes el as en la manga sigue guardado hasta llegar al cenit del patetismo, a la enajenación mental imposible de curar al ver como Norma Desmond se encierra en su propia locura al no poder superar haber dado fin a su amor sin futuro, a la persona que según ella iba a devolverle al estrellato y como no comprende o asimila la realidad creyendo en todo momento que sigue estando en lo más alto, creyendo en todo momento que está en un rodaje y olvida por completo que está siendo estrella del medio que acabará por destrozarla. Esa forma de bajar las escaleras, de entregarse a la cámara, desenfocando la imagen como resultado de un presagio que ya se veía venir pero no importa. Por un instante en su vida vuelve a estar presente, activa, gloriosa y entregada. Vuelve a interpretar en apenas unos segundos el papel de su vida.


Lo interesante de “El crepúsculo de los dioses” es que también puede verse como una especie de biopic, de documental vívido de una gloria del cine mudo y que Gloria Swanson borda ese papel de diva, de actriz encumbrada en los cielos y empujada a la más dura de las realidades al ser repudiada de ese paraíso efímero que es la fama y el cine. Un papel espléndido, cargado de matices y logros como esa gesticulación excesiva, esa forma de actuar teatral, típica y digna del cine mudo, habiéndose convertido en una persona extravagante, egocéntrica y narcisista hasta el extremo, confiada de que sigue siendo una actriz anhelada, ansiada y venerada cuando en realidad a nadie le importa o peor aún nadie la recuerda.


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Una dirección de actores exquisita donde no escatima en hacerle aflorar a cada uno de los personajes características de la miseria humana y a su vez desempeñar un ejercicio clásico donde hurga en la herida del ego, del olvido, de la manipulación, del egocentrismo, de la mentira pero sobretodo de la deshumanización hacia un icono destruido por el propio paso del tiempo, evolución del cine y no saberse actualizar. De ahí se desprende que el personaje de William Holden tache a los actores del cine mudo como figuras de cera en un sentido despectivo y cargado de ironía o el propio Erich von Stroheim, ex esposo de Norma y reconvertido en un servicial, maltratado y compungido mayordomo al servicio de una pieza extinta de un mundo que no entiende de bondades y mucho menos de segundas oportunidades.

Pero aún hay más pues Wilder hilvana una película con pequeñas píldoras donde la realidad y la ficción del propio mundo del cine deja una sensación y un regusto melancólico como es ver a esos actores del cine mudo jugando a las cartas siendo el más destacado el propio Keaton (interpretándose a sí mismo), DeMille rodando la auténtica “Sansón y Dalila” en los estudios Paramount (director que por otra parte ya había dirigido a la propia Swanson en varias ocasiones), o cuando Norma contempla una película muda, “La reina Kelly” dirigida ¡por el propio Stroheim!. La propuesta del director es comprobar cómo el mundo del cine vive en una extraña simbiosis marcada por la realidad dentro de la ficción y viceversa como bien demuestra el tan aplaudido final. Porque una historia donde guiones muertos, guionistas aprovechados, viejas glorias que necesitan el constante encumbramiento y falsas esperanzas conviven en una de las mejores películas de Wilder donde no hay nada puesto al azar. Dice la leyenda que el propio Mayer, de la MGM, se deshizo en improperios al contemplar la película. Como se suele decir: la verdad duele. Y más cuando te la estampan en la cara.
 
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(Ace in the Hole, 1951)​


Una de las mejores y más encarnadas críticas al lado más perverso tanto del periodismo como del ser humano. Actual aún contando con más de 50 años encima "El gran carnaval" no es otra cosa que radiografiar sin pero alguno y con el dedo en la llaga a todos y cada uno de los implicados en las noticias sensacionalistas desde los periodistas que buscan como aves de rapiña cualquier noticia jugosa a la cual hincarle el diente y desollar a todo ser vivo posible mientras ellos se lucran y benefician pasando por altos cargos corruptos que se dejan "aconsejar" para poder sacar tajada a los espectadores morbosos y ansiosos de sus 15 minutos de gloria a costa del sufrimiento ajeno convirtiéndolo todo en un circo mediático, un carnaval de colores oscuros y no tan claros. Basada a su vez en dos hechos reales acontecidos en Kentucky, en 1925, relacionados con un hombre atrapado en una cueva mientras buscaba un tesoro y una niña que cayó a un pozo.

El protagonista de la película es Charles “Chuck” Tatum (un impagable Kirk Douglas, dueño y señor de la función), periodista que no dudará en emplear todos sus medios y manipular a todo cuanto se le presente para alcanzar esa gran exclusiva que le de alas para poder volver a trabajar con los grandes periódicos de los cuales siempre acaba despedido. Como es lógico lo moral, y más en un tema como este, se hace patente en una simple frase bordada en un cuadro ("di siempre la verdad") que a su vez es el lema del periódico local al cual va a parar, a regañadientes, pero sabiendo que necesita el trabajo para poder vivir. La forma en cómo se ofrece al jefe y como domina la situación deja patente las artes manipuladoras con las que cuenta. Chuck es el claro ejemplo de alguien que vendería a su madre si con ello logra la fama, la exclusividad y el dominio de los medios, unas formas que irán haciendo mella y dominio sobre las nuevas juventudes (en este caso el fotógrafo joven: el momento donde vende las fotografías a las revistas de mayor trascendencia es toda una declaración de intenciones y "logros").


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Lo más llamativo del filme es como Wilder no deja títere con cabeza y demuestra como el ser humano puede llegar a ser despreciable ante el sufrimiento ajeno y como todo el mundo, amparándose en las buenas voluntades, se convierte en tiburones que huelen la sangre y despellejan todo cuanto pueden. En este caso la víctima no será otra que un hombre atrapado en una mina. Un hombre anónimo, a quien nadie le importaba (incluso su esposa planeaba abandonarlo). Chuck ve ahí la noticia que tanto necesita. Es impresionante la forma en cómo en pocos segundos entabla contacto con la víctima y se acaba convirtiendo en el albacea exclusivo logrando poner en marcha una maquinaria imparable a través de la más extrema de las manipulaciones logrando implicar a todos y en nombre del interés desinteresado construir un imperio de ansia, morbo, control y dominio absoluto.

La colección de momentos al respecto viendo como todo va ampliándose y magnificándose es brutal: el cobro (cada vez mayor: empezando por 25 centavos y acabando por un dólar) que hay por aparcar cerca, la feria con atracciones, canciones, apuestas, campings y mercados a costa de ese interés desmedido por parte de la gente ansiando conocer todo al detalle y como Chuck logra controlar la situación a modo que alarga los días provocando que el método de excavación, que tardaría horas, se cambie por el método de barrena, desde arriba hacia abajo, tardando días y así dilatando la espera. Al igual que la esposa ve como el bar, su única fuente de ingresos, empieza a llenarse de gente y ver beneficios contantes y sonantes a costa de su esposo. O como el sheriff acepta las proposiciones de Chuck para así granjearse el aprecio del pueblo y resultar reelegido en la nueva candidatura (impagable como escribe con letras grandes su candidatura en la montaña). El momento culminante al respecto no es otro que el padre del hombre atrapado contempla horrorizado el circo deshumanizado en el que se ha convertido la tragedia y ver cómo le es imposible impedirlo.


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"El gran carnaval" es ácida, una pieza clave en la filmografía de Wilder (cuenta la historia que es una de las películas favoritas de Woody Allen) y que por desgracia no es de las más conocidas del director. Incluso podría decirse que queda medio enterrada entre sus títulos más aplaudidos. Pero a poco que uno se esfuerce puede lograr contemplar uno de los filmes más perfectos que existe en el panorama cinematográfico. Su intención no es otra que exponer una realidad que tristemente a medida que pasa el tiempo más real se convierte lo expuesto logrando llegar a ver hasta dónde puede llegar la manipulación mediática y el dominio de ciertas personas sobre otras para poder sacar tajada. Como bien demuestra la esposa del hombre atrapado, Lorraine (Jan Sterling perfecta), que poco a poco irá transformándose en una especie de femme fatalle que irá dejando ver sus intenciones reales y demostrándose tal cual es, siendo demasiado pareja a las intenciones de Chuck y que éste se verá reflejado, como un espejo retorcido, y acabará viendo la realidad aunque eso signifique la muerte en muchos sentidos (como bien demuestra los últimos minutos y el plano final). La historia es tan extrema, concienzuda y cruda por lo que critica y por lo que expone que serviría mucho tiempo después como influencia a muchos guiones posteriores y series televisivas siendo Los Simpsons uno de los más recordados.
 
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(The Fortune Cookie, 1966)​


Primer trabajo de Wilder donde la pareja cómica de los 60, Lemmon / Matthau, compartían película en una crítica incisiva y más actual que nunca donde elementos morales fundamentales en el cine del director como la conciencia, honradez contra codicia, engaño contra verdad van de la mano en una comedia exquisita tanto en forma como en fondo. El director junto con I.A.L. Diamond crearon una película donde la hipocresía jugaba en todos y cada uno de los elementos comunes del ser humano, bajo el tapiz de diálogos ácidos, cortantes que funcionaban perfectamente como comedia en situaciones bufas pero a poco que uno meditaba profundamente en el mensaje no dejaba impasible a nadie frente a lo que puede llegar a ser y hacer el ser humano por auto engañarse y conseguir un beneficio a costa de esa mentira.

Dos horas de metraje donde nadie está a salvo de la mirada inquisitiva y fría del director donde tanto abogados como compañías de seguros, mujeres interesadas y familiares sin escrúpulos que no dudan en ampararse en tecnicismos y situaciones poco honestas para poder conseguir la mayor cantidad de beneficios al precio de destrozar y hundir la vida de los demás, en este caso la de un jugador adicto al alcohol debido a mantenerlo dentro de ese engaño mientras la víctima de todo el tinglado lucha contra sí mismo al entrar en juego una conciencia punzante debido a no saber si hacer lo correcto o desenmascarar toda la farsa. Lo más interesante de "En bandeja de plata" es la simbiosis artística de la cual son partícipes los dos protagonistas, siendo Matthau el rey absoluto de la función en su rol de abogado sin escrúpulos que manipula a su antojo y tergiversa los hechos con el único afán de sacar tajada, cuanta más mejor, mientras manipula a su vez a la víctima de la función, un Lemmon perfecto en su rol de hombre sin carácter y dejándose engañar con el fin de volver a estar con su ex esposa, quien lo abandonó.


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Judi West, la mujer en la vida real de Lemmon, debutó en esta película logrando un rol excelente como esa mujer que no le importará volver con su marido con tal de sacar partido y relanzar su carrera artística, jugando en todo momento con los sentimientos y emociones de la víctima siendo una especie de femme fatale que no dudará en ningún momento en sacar beneficios a costa de estratagemas. Porque el personaje de West no es otro que la ambición del éxito a cualquier precio, sin importar venderse y sin importar dejar de ser una persona honrada. De ahí que Wilder jugase perfectamente con la amoralidad de los implicados, desde el primero al último, siendo "En bandeja de plata" un producto bastante similar a "El apartamento" donde un personaje anónimo es utilizado para beneficios personales a cambio de no importar las consecuencias.

Dividida en capítulos y con un ritmo constante, sin apenas fallos en el ritmo y con una fotografía en blanco y negro excelente por parte de Joseph LaShelle a día de hoy sigue siendo un producto de perfección en el resultado donde cada interpretación, cada detalle, cada decisión son pequeñas piezas que dan como resultado un producto eficaz, con mensaje y con gran carga crítica que si bien es cierto deja claro que aunque se reseñe la parte oscura del ser humano (el momento donde Matthau le explica a través del micrófono oculto al detective privado interpretado por un divertido y eficaz Cliff Osmond lo que piensa hacer y contra quien piensa tomar represalias) los minutos previos a los títulos de crédito finales dejan claro que sigue habiendo gente honrada y desinteresada donde tener la conciencia tranquila no tiene precio.
 
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(The Spirit of St. Louis, 1957)​


Acostumbrado el público a la ironía, la acidez, la crítica mordaz y esa particular sentido del humor negro y muy incisivo decidió dar un cambio de rumbo por una vez hacia cotas más positivas con este biopic de Charles Lindberg y para más inciso la epopeya épica sobre su gran proeza que lo convertiría en un héroe nacional donde realizó un vuelo desde América hasta Europa (París para ser más exactos) sin repostar combustible. Lo cierto es que la película es un título menor dentro de su extensa filmografía pero aún y así contó con la participación del héroe de América: James Stewart. Ese héroe anónimo de buen corazón, con el espíritu puesto en la superación y logrando una de las hazañas más impresionantes de la historia de la aviación. Sin ir más lejos el avión se llamaba "El espíritu de San Luís", toda una declaración de intenciones.

"El héroe solitario" se aleja por completo al estilo particular de Wilder. Sin ir más lejos podría pasar perfectamente por un filme dirigido por Howard Hawks o Frank Capra. Directores acostumbrados a las buenas intenciones con personajes positivos, tono amable, personajes anónimos con intención de ayudar, superarse, encontrar el lado positivo al peor de los problemas y donde todo era bueno y candoroso cuando el producto era idóneo para ello. Si bien es cierto la película es acorde con el espíritu del personaje, donde las proezas están presentadas con todo lujo de detalles y una seriedad asombrosa no se puede negar que sus dos horas de metraje y sobre todo en la parte del viaje se resienten un poco, siendo un tanto irregular en su narrativa a pesar de contener varias aventuras, desventuras y varias experiencias referentes a la inclemencia del tiempo, la somnolencia, la soledad o el desespero.


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Claro está, el recurrir a flashbacks constantes para intentar no aburrir era necesario pero son anécdotas las cuales no todas son acertadas o interesantes. Con imágenes de archivo en las escenas finales, momentos realmente conseguidos como la construcción del avión y una fotografía bella con muchas vistas aéreas para dotar de cierta magnitud al periplo “El héroe solitario” es un filme que no desentona, tampoco molesta pero demuestra que Wilder era mucho más acertado cuando presentaba las miserias del ser humano en vez de las proezas heroicas. Y aunque Stewart siempre cumple con creces por desgracia este no es de sus papeles más recordados.
 
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(Irma, la douce, 1963)

"... pero eso es otra historia".


Después del gran éxito cosechado por "El apartamento" donde la química entre los dos actores (Lemmon / McLaine) echaba chispas Wilder volvió a contar con ellos para una historia realmente interesante y como siempre cargada de ironía y crítica a manos llenas. Basada en una obra de teatro que escandalizó y que al ser llevada a la gran pantalla volvía a suscitar críticas y escándalos ante el espinoso tema que trataba. Sin ir más lejos Wilder siempre ha sentido predilección por los temas que provocan y tambalean la conciencia social, ya sean las infidelidades o la prostitución como en este caso. La premisa argumental es cuanto menos irónica.

Un gendarme, adalid y emblema de la honestidad y de la moralidad acaba siendo expulsado del cuerpo como tal al hacer una redada y detener a 16 prostitutas y sus clientes con tan mala pata que uno de ellos es su superior. Interesante punto de partida al ver como en el devenir de los acontecimientos acabará convirtiéndose en el protector de Irma, la prostituta de la cual se enamora hasta tal punto que los celos le harán llevar una doble vida y trabajar por las noches para hacerse pasar por un cliente adinerado y así retirar a Irma de las calles. Eso conllevará una serie de equívocos, dobles juegos, malos entendidos y diálogos ácidos, chispeantes y cargados de humor y sin apartarse de matices necesarios para que la película no caiga en la comedia bufa y contenga cierto trasfondo dramático ante elementos como los celos, el amor, la vida de la calle, lo oscuro del tema a tratar y la sordidez pero aderezado todo con un tono afable y muy acertado.


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Wilder, una vez más, volverá a contar con secundarios magistrales y piezas clave en su filmografía. En este caso Lou Jacobi como Moustache, el dueño del bar de la esquina quien será imprescindible para los momentos livianos o para las escenas donde se necesiten diálogos contundentes, cuyas anécdotas, experiencias, vivencias y frases son oro puro, cargadas de matices y juegos morales que sin duda dan fuerza al guión y consolidan de por sí el recurrente elemento de personajes secundarios imprescindibles para hacer que la película fluya. París vuelve a ser la ciudad del amor y a su vez el mercado municipal y donde la fotografía juega muy bien con los colores (vivos cuando la escena ocurre en el mercado y más apagados cuando está situada en la calle de las prostitutas, jugando con la simbología de los claroscuros de la vida misma).

Otro de los mayores aciertos es como Wilder juega con lo establecido al presentar como protagonista a una prostituta o como un agente de la ley se pasa al otro bando siendo el líder de la banda o como presenta sin tapujos el sórdido mundo de la prostitución o incluso como juega con los géneros desde el drama a la comedia (de distintos grados: bufa, irónica, de enredo, blanda) o incluso el género de suspense en la parte final con la situación del personaje de Monsieur X y su resolutiva final, en la iglesia, jugando con la fantasía que consigue darle mayor sentido a la frase de Moustache "... pero eso es otra historia".
 
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(The Seven Year Itch, 1955)​


Como es costumbre en el cine de Wilder el argumento que a día de hoy puede parecer ingenuo o incluso bobo no lo fue tanto en el momento de querer trasladar la obra teatral de George Axelrod, allá por los años 50. El código Hayes no iba a permitir que todo lo que acontecía en la obra fuese representado en la gran pantalla pues en aquella se cometía adulterio. El director siempre ha sido pródigo en trastocar la conciencia occidental, sobretodo y antetodo la americana, y esto era carne perfecta para convertirlo en película pero ante tamaña afronta fue tal la censura y el retoque al que fue sometido el guión que acabó resultando en algo que era más fruto de la imaginación del personaje principal que una realidad en sí misma. Sin ir más lejos, por otro lado, la Fox deseaba un éxito con una de sus estrellas mediáticas del momento: Marilyn Monroe pues hasta la fecha había cosechado grandes éxitos uno tras otro. Y ésta no podía ser menos.

Wilder tenía en mente que fuese un desconocido Walter Matthau para el papel de Richard, el hombre que vive de Rodríguez durante la época estival y que como bien indica el título (en castellano) la tentación en forma de la mujer más explosiva por antonomasia vive arriba de su piso perpetrando una serie de situaciones cómicas y diálogos divertidos pero tristemente en menor grado al que nos tiene acostumbrados el maestro. Viendo que necesitaban a alguien que fuese la contrarréplica masculina prefirieron contar con Tom Ewell, que hacía del propio Richard en la obra de teatro. Sin ir más lejos hay varios elementos en esta película que no la hacen tan redonda como pudiese parecer y acaba convirtiéndose, con razón, en un producto menor. Para empezar la química entre los dos actores no está del todo lograda. Añadámosle un exceso empleo de monólogos por parte de Ewell que poco ayudan y aún viéndole el esfuerzo al actor uno no debe esforzarse demasiado para darse cuenta que Matthau hubiese sido la elección ideal pues hubiese aportado más mordacidad, comicidad cómplice tanto con la Monroe como con el espectador.


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No se puede negar que Wilder incide en la doble moralidad del americano de la década de los 50, haciendo hincapié en parte de los monólogos donde el esposo ve esa (supuesta) libertad al estar sólo en casa y libre de ataduras matrimoniales como la vía de escape para mantener relaciones esporádicas extramatrimoniales. Pero aún viéndose el esfuerzo la película, culpa también por no poder realizar lo que Wilder y Axelrod tenían en mente debido a la censura, todo resulta un tanto almibarado y aún viéndole ciertos matices y momentos más o menos logrados como son diálogos donde el doble sentido y el coqueteo con intentar mostrar contenido bastante explícito para la época y que sufrió recortes (la mítica escena de la falda o Monroe en la bañera) acaba siendo una comedia bastante sencilla y no del todo lograda a pesar de no ser del todo mala.

Lo cierto es que la famosa escena de la falda tuvo que ser rodada dos veces. La primera se realizó en la calle pero debido al reclamo de los espectadores y el ruido que procesaban tuvieron que volver a rodarlo en estudio. Pero aquella escena tuvo repercusiones para la propia Marilyn pues su esposo Di Magio, sintiéndose humillado (o quizás al ser presa de celos por la fama de su esposa), acabaron divorciándose. Pero la película fue todo un éxito de taquilla convirtiendo a la actriz en la protagonista absoluta siendo Tom Ewell un mero secundario. Aparte de que es innegable que la presencia de la actriz dota a la película de una sensualidad despampanante como bien muestra la primera aparición de ella o la supuesta inocencia pícara de su personaje. Otro de los pocos aciertos de la película es hasta donde llega la imaginación de Richard, donde se parodia escenas míticas como "De aquí a la eternidad" o acaba transformándose en Dorian Gray, y juega con la culpabilidad del adulterio bajo un tono más jocoso de lo acostumbrado. Dista mucho de ser un logro pero por contemplar a una Marilyn pletórica ya vale la pena.
 
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(Double Indemnity, 1944)​


Como se suele decir la verdad supera en muchas ocasiones a la ficción. La película de Wilder se basó en la novela de James M. Cain "Pacto de sangre" pero ésta a su vez estaba basada en una historia real donde una mujer convenció a su amante para matar a su marido y así poder defraudar al seguro. Pero acabaron descubiertos y muertos en la silla eléctrica. La noticia fue la comidilla del momento gracias también a la prensa sensacionalista que logró captar en una de las fotos a la mujer justo en el momento de morir electrocutada. Y es que el engaño al seguro mediante una muerte ficticia o provocada siempre ha sido un buen material para un guión competente. Y en el caso de Wilder, con la ayuda de Raymond Chandler, se convierte en una pieza clave del género noir siendo uno de los títulos reverenciados y referidos para demostrar cómo debe ser y hacerse un filme de culto.

Nunca mejor dicho, según dice la historia, Hitchock exclamó que después de "Perdición" las dos palabras más importantes del cine eran Billy Wilder. Y no era para menos pues la película era carne perfecta para lo que el maestro del suspense consideraba un buen filme donde las mujeres manipulaban y dominaban al hombre y la situación y como el hombre se dejaba manipular ante la belleza de la fémina y la psicología invertida de ésta. Pero también como la codicia implícita ciega de tal forma que el asesinato no es obstáculo para conseguir cualquier objetivo: en este caso una considerable fortuna. Y lo que hace más increíble es como no hay mejor estratagema que conocer los entresijos de la burocracia del seguro. Y lo mejor de todo es que Wilder urdió un montaje definitorio y consiguió que el propio filme se convirtiese, casi por antonomasia, en el titulo referencial del noir.


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Dividida en dos partes, en modo flashback y con una voz en off minuciosa que narra todos y cada uno de los detalles el director logra consumar una historia intrigante de hasta dónde puede llegar el ser humano, hasta donde puede llegar a manipular a su semejante y sobretodo hasta donde podemos llegar a dejarnos embaucar por conseguir un objetivo. Por una parte tenemos a Fred McMurray (agente de seguros), Barbara Stanwyck (la mujer que desea deshacerse de su marido y que acabará convirtiéndose en una de las femmes fatales más interesantes del panorama cinematográfico). La forma en cómo van planificando, orquestando y ejecutando todos y cada uno de los pasos y parámetros para darle veracidad al asesinato y lograr salir impunes del reprochable acto es una pieza de orfebrería pues Wilder logra mantener el suspense y ejecutar con pulso tenso y firme un despliegue de acciones lograda añadiéndole golpes de efecto para acentuar la tensión como ese motor del coche que no arranca o la persona inesperada al final del tren. Hasta aquí la primera parte está perfectamente desarrollada y logrando que tanto los actores como sus respectivos personajes vayan perfilándose dentro de diálogos ácidos, afilados y situaciones que demuestran la mezquindad del ser humano (el plano fijo de la cara de Stanwyck mientras McMurray mata a su esposo en un plano subjetivo).

Pero así como la segunda parte está más enfocada en la acción de los acontecimientos la segunda parte es la que enfatiza la psicología del miedo y juega un papel fundamental en como no hay crimen perfecto por mucho que se haya meditado y planeado a fondo. Y aquí es donde el personaje secundario de Edward G. Robinson juega un papel fundamental como perito de la compañía al convertirse también en un detective que logra ir hilando las pesquisas que aún sin descubrir el sórdido entramado provoca una angustia vital en los personajes y a su vez en el espectador. Porque la realización y montaje de la película junto con la voz en off confesora son claves para que tanto lo que sugiere el personaje de McMurray en primera persona como lo que vamos viendo comprendan un entramado que alcanza la categoría de reloj suizo. La sensación de angustia, de remordimiento y de miedo nunca fue tan lograda. Añadámosle momentos perfectos como Stanwyck tras la puerta, todos y cada uno de los momentos donde McMurray y Robinson comparten escena logrando una compenetración actoral perfecta.


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Lo interesante del caso es que Wilder logra exponer con firmeza y sin tapujos como el ser humano no le importa hacer el mal y sólo siente remordimiento cuando se expone a ser cazado como bien demuestra el personaje de Neff o como no le importa ser un ser mezquino sin posibilidad de redención como el caso de la sra. Phyllis. Aparte de que los diálogos van dejando pruebas y pistas de como esto va reafirmándose pues por un lado McMurray descubrirá que no hay vuelta atrás en lo que ha hecho y sin embargo intentará salir airoso con un plan final y evitar así la muerte por estafa y asesinato mientras ella le indicará a él que es un ser frío, sin sentimientos. Pero como suele suceder en este tipo de filmes los errores se pagan y más aún cuando están envueltos engaños y crímenes de tal calibre. La última escena con Fred en el suelo y Robinson a su lado, invirtiendo los papeles hasta la fecha, siendo el segundo el que le enciende la cerilla al primero, logra demostrar que, como bien dijo, sólo hay una salida al final del camino. Pero claro está, ¿quién puede resistirse a alguien que lleva una pulsera en el tobillo cuando se trata de la Stanwyck?
 
Te estás poniendo las botas ¿eh?

De Wilder siempre recomiendo "Días sin huella" un magistral descenso a los infiernos de un alcohólico interpretado por un Ray Milland en estado de gracia
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jejeje, la verdad es que sí, me estoy poniendo las botas con servilleta anudada y paladeando cada entrega como si de un plato suculento se tratase.

"Días sin huella" es, para mi, una de las mejores de Wilder y está en mi lista de mis favoritas. La vi hará cosa de 3 años (como pasa el tiempo, leñe) y me dejó más que contento, impactado en muchas escenas.

Os dejo mi crítica por si os interesa (aquí).

Siempre recordaré ese plano (con el que abro mi crítica) de los cercos de los vasos en la barra del bar demostrando que no hay freno por más que lo intente el protagonista.
 
Impactada es la palabra, así me quedè la primera vez que la vi. Un sábado que me quedé en casa la encontrè recién empezada y como la daban en una local de aquí en la que antes las pelis las daban casi sin anuncios, me enganché.
No lo conocía, ni sabía de quien era pero me estaba gustando tanto lo que estaba viendo que era lo de menos. Cual fue mi sorpresa al enterarme de que era una pelìcula de Billy Wilder, ya que en ese momento conocía sus comedias y poco mâs.
La segunda vez que la vi, la paladee con gusto, disfrutándola momento a momento, sintièndola como sòlo se sienten las grandes historias. Y desde ese segundo visionado no tengo duda que es una de las pelis de mi vida y de mis favoritas de Wilder, sin duda
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