Cajón de sastre

Respuesta: Cajón de sastre

sí, si por estadistica oficial es cierto, el tema es como se compruebe con un régimen tan omnipontente.. para muestra, hay gente presa en la carcel por alertar sobre alguna epidemia de dengue, por ejemplo.

la libertad de información y movimiento es escasa, en el saco de la mortalidad infantil puedes manipular contando como abortos, y la ONU antes de no disponer de datos prefiere darlos como buenos, aparte la Sanidad está al servicio de la estadística y el médico no va a hablar y hacer informes libremente que contradigan lo oficial.

no dudo de muchas bondades del sistema sanitario cubano, pero...
 
Respuesta: Cajón de sastre

Te equivocas. No estoy dando mi opinión, sino desacreditando una fuente. Así que ni tienes ni idea ni de mi opinión ni de, por tanto mi sesgo. Y si lo tienes, es por prejuicio a mi discurso, lo que descubre tu sesgo :juas

En el caso del artículo, está claramente sesgado (pues es de opinión)

Pero si yo no he dicho que tu opinión A o B sobre lo escrito sea válida o no, he dicho que me parece cómico que des consejos cuando tú pecas como todo el mundo de informarse donde quiere y dar por bueno aquello con lo que más comulga, aunque sepa que está sesgado o es un artículo de opinión... y que en periodismo la objetividad raramente la vas a encontrar porque incluso, aunque lo parezca, te pueden dar datos sesgados de una forma aparentemente objetiva.
 
Respuesta: Cajón de sastre

Errado de nuevo. Una cosa es buscar los hechos en la información, y otra creerse la información a pies juntitas. Estas haciendo un juicio de valor. Y si, es muy difícil buscar hechos detrás de informaciones periodísticas, y eso es precisamente lo que hago constantemente cuestionando las informaciones, como en este caso (donde te recuerdo, he cuestionado la veracidad sin emitir juicio, luego no puede haber sesgo)
 
Respuesta: Cajón de sastre

TRIBUNA: JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA
González-Sinde y Sebastián
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA 02/02/2011

Escribir sobre Internet, descargas, ley Sinde, SGAE, etcétera, tiene sus riesgos. Basta observar la facilidad con la que los defensores de lo tradicional acuden al ataque personal, a la descalificación y casi al insulto, bajo el argumento de "¿Usted qué sabe de esto de la cultura? ¿Usted cómo se atreve a hablar de lo que no sabe?". De todo lo que se lleva dicho y escrito a lo largo de estas últimas semanas, por parte de los defensores de los derechos de autor, quizás lo más sensato haya sido lo expresado por Alex de la Iglesia, después de la reunión que mantuvo con internautas y representantes de la industria cultural. Resumiendo, su posición podría sintetizarse en: "Esta gente, a la que se llama piratas, conoce el territorio Internet mejor que los de la otra parte de la mesa". Sobre ese reconocimiento sería posible intentar un acuerdo que solventara definitivamente el problema planteado como consecuencia de la denominada ley Sinde.

La ministra de Cultura, en un artículo en este mismo periódico el pasado 18 de enero, volvía a enfocar mal el conflicto. No se trata de dirimir en una contienda entre el mundo de la cultura y los internautas; seguramente hay propietarios de derechos de autor con un nivel cultural bajísimo y usuarios de Internet con un bagaje cultural muy amplio. Pretender trazar una raya que separe a unos de otros es un error, y más si ese desatino proviene de la mano de quien ostenta la responsabilidad de dirigir y proteger la creación cultural en España. La cultura que están ideando los autores y creadores que trabajan en la Red, ¿pertenece al mundo de la cultura o queda excluida de ese concepto por el mero hecho de no someterse a los criterios del mercado clásico cultural? La batalla no está planteada entre el sector internautas y el sector cultural. El conflicto se da entre los propietarios de los derechos de autor y los usuarios de Internet. Y los titulares de esos derechos tienen su máximo exponente en la SGAE, cuyo representante, el señor Teddy Bautista, afirmó recientemente que su sociedad de gestión no tiene problemas de imagen, para agregar, a continuación, que se propone crear una nueva SGAE. Creo que hará bien montando una nueva sociedad porque, además de la mala imagen, la SGAE lleva años arrastrando un problema de credibilidad entre los ciudadanos en general y entre los que se ven sometidos a la prueba diabólica de tener que demostrar que no toda la música que se reproduce en sus negocios y establecimientos está sometida a la propiedad intelectual que ellos gestionan. Cuando se pierde el crédito, es bastante complicado querer tener la anuencia y la comprensión de quienes tienen que respetar las normas que imperan.

Si la Guardia Civil, por ejemplo, no gozara de credibilidad entre los usuarios de vehículos en las carreteras de nuestro país, se las vería y se las desearía para hacer que los infractores pagaran las multas que se derivaran de una conducción anormal. Además, esa mala imagen de la SGAE está haciendo un daño tremendo a la sociedad española, que, cada día que pasa, se va viendo privada de iconos culturales que son necesarios para avanzar. No deja de ser un drama y un empobrecimiento para todos nosotros que algunos de esos referentes culturales no entiendan el fenómeno Internet y el cambio de modelo que ello supone. Y lo peor es que, quienes más agresivos se muestran, y que hace unos años eran nuestros ídolos, anden insultando y maltratando a sus clientes, a quienes durante años hemos comprado sus discos y acudido a sus conciertos, dándose la paradoja de que los representantes de una industria pretenden seguir manteniéndola y desarrollándola a base de denigrar y ofender a sus consumidores y a su público. "Si a mí me dieran las alas de pollo, la carne, el desodorante y los calzoncillos gratis, yo daría gratis mis películas", escribía recientemente José Luis Cuerda en Cartas al director de este periódico. Siempre la misma canción y siempre acusando a los internautas de querer el gratis total. Va siendo hora de decir que el todo gratis no es un deseo de quienes se enganchan a Internet, sino la consecuencia del comportamiento humano. Basta observar cómo desayunamos o almorzamos en el bufé de cualquier hotel o cómo nos desenvolvemos en el célebre vino español de cualquier acto social, codazos incluidos, para darnos cuenta de que el gratis total lo quiere todo el mundo sean o no usuarios de Internet. Atribuir ese deseo solo a los internautas es tan absurdo como pensar que los conductores de coches corren mucho por el hecho de tener carnet, cuando es el comportamiento humano, se sepa o no conducir, el que nos impulsa a llegar a los sitios lo más rápido y antes posible.

Lo que no llegan a comprender los internautas es que los propietarios de los derechos de autor se comporten, después de la aparición de Internet, como lo podría haber hecho el inventor de las velas de cera que alumbraban los hogares y las calles si, en lugar de inscribir su invento en el Registro de Patentes y Marcas, hubiera registrado la propiedad y el derecho de alumbrar... ¡Nunca hubiéramos llegado a tener luz eléctrica! Nadie está en contra de que propietarios de derechos de autor e internautas pudieran llegar a alcanzar un acuerdo partiendo del hecho de que las dos partes tienen sus razones. Nadie pretende quitar la razón a quienes denuncian que hay gente que se está enriqueciendo con descargas ilegales por un afán de lucro a costa del trabajo de los demás. Nadie va a negar que los propietarios de derechos de autor pretendan ganar dinero por su trabajo e intenten vivir del fruto del mismo. Pero ellos deberían entender que los usuarios que utilizan sus creaciones para ocio o trabajo no van a seguir pagando por el derecho de copia de la forma en que se hacía antes de la aparición de la sociedad de la información y de la digitalización.

¿Cómo seríamos capaces de conjugar intereses para que el autor viva de su trabajo, para que otros no se forren a costa suya y para que el internauta siga pudiendo disfrutar de una red libre, neutral y no intervenida? En otros sectores de la industria han sido capaces de hacerlo. Reconversión industrial se llama lo que se hizo en otras ramas. Ese sería el camino: hacer un plan de reconversión industrial, separando la industria de lo que es cultura. El problema que nos tiene empantanados no es un problema cultural sino industrial. Si fuera cierto lo que dicen los representantes de la SGAE de que por el camino que vamos se cerrará la industria cultural en España, ¿cuánto tiempo creen ellos que tardaría en surgir otro tipo de negocio que satisficiera el deseo de los ciudadanos que, aunque se extinguiera la industria cultural tradicional, seguirían demandando y queriendo consumir creaciones culturales? González-Sinde no es ministra de la Industria Cultural española. Esa es la responsabilidad del ministro Sebastián. La que debería defender la cultura que se está haciendo en Internet sería la ministra González-Sinde y Sebastián sería el responsable de plantear un plan de reconversión industrial de la Industria Cultural. Todo sería más entendible y comprensible si la ministra de Cultura velara por la cultura del siglo XXI, que es lo que toca ahora, dejando que sea el Ministerio de Industria el que se erigiera representante de la Industria Cultural.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Gonzalez-Sinde/Sebastian/elpepiopi/20110202elpepiopi_4/Tes
 
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Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte


Sobre violaciones y fascistas


Si algo desvirtúa y ahueca las palabras, vaciándolas de significado, es la estupidez de quienes abusan de ellas. Me refiero a ésos que entran a saco en el diccionario -que encima no consultan jamás- y, con la ausencia de complejos del analfabeto o el capullo en flor, machacan un término al que convierten en perejil de todas las salsas, retorciendo su sentido original hasta que no puede reconocerlo ni la madre que lo parió. Y al cabo, cuando la gente seria necesita esa palabra para usarla en su sentido exacto, se encuentra con que la infeliz comparece tan ajada y maltrecha que no sirve para nada. Los que cada día trabajamos dándole a la tecla, eso lo notamos mucho. Como también lo aprecia cualquiera que tenga sentido común y se fije. Puesto en verso, es lo que le ocurre al pobre Luis Mejías con doña Ana de Pantoja, en el Tenorio, cuando dice aquello de: «Don Juan, yo la amaba, sí. / Mas con lo que hais osado / imposible la hais dejado / para vos y para mí».

Un ejemplo, entre muchos, es la palabra fascista; que, de aludir al movimiento nacionalista surgido en Italia después de la Primera Guerra Mundial, con su encarnación hispana en el falangismo y otras tendencias hermanas, pasó a definir durante la Guerra Civil, en boca de la izquierda radical, al bando nacional e incluso a los republicanos moderados. Heredada por el franquismo, la palabra fue patrimonio de la ultraderecha durante la Transición, antes de verse felizmente olvidada durante veinte años. Pero en los últimos tiempos ha vuelto a ponerse de moda. La necesidad, a falta de coherencia ideológica propia, de poner etiquetas al adversario, hace que ahora se aplique a cualquier persona o situación que se aparte, no ya de una posición de izquierda, sino de lo social y políticamente correcto, e incluso de la más fresca tontería de moda. Así, alguien que se peine con fijador o vista con corrección puede ser calificado de fascista, igual que el aficionado a los toros, quien enciende un cigarrillo o el que ejerce violencia doméstica. Todo se presenta en el mismo paquete, el de fascistas o fachas, como si fuera improbable que alguien de izquierdas se peine con raya, fume, le guste ir a los toros o le pegue a una mujer. Por supuesto, quien más jugo saca al término es la clase política: ni los del Pepé de Murcia se cortaron llamando fascistas -en vez de animales miserables y cobardes, que es lo adecuado- a quienes apalearon hace unos días a su consejero de Cultura, ni un consejero de la junta andaluza llamado Pizarro se privó de llamar fascistas a los funcionarios, algunos afiliados a su mismo partido, o votantes de él, que boicotean los actos del Pesoe.

La cosa no se limita a España, claro. Con los tiempos que corren y los que van a correr, la tontería es internacional. Pensaba en eso leyendo las manifestaciones de unas ecologistas inglesas que aseguraban «sentirse violadas» porque el compañero de lucha con el que se dieron muchos, repetidos y voluntarios homenajes carnales, resultó ser un policía infiltrado. Y claro. La diferencia entre irse a la cama con un ecologista o con un policía es que el txakurra te viola. Tú puede que no te percates; pero él, en su fuero interno, sabe que te viola. El fascista. Frente a eso, ya me dirán ustedes qué palabra reservamos al violador de verdad; al que fuerza sexualmente a una mujer -o a un hombre, que siempre olvidamos ese detalle- abusando de su vigor físico, de la amenaza, del estatus económico o social. Al auténtico hijo de puta de toda la vida. Pues, si de violar en serio hablamos, les aseguro que ni idea tienen ciertos gilipollas y ciertas gilipollos. Pregúntenle a Márquez y a los colegas con los que andábamos por los Balcanes qué es violar de verdad, y a lo mejor los pillan relajados y se lo cuentan. Mujeres entre los escombros de sus casas, degolladas después de pasarles por encima docenas de serbios o croatas. Hoteles llenos de jóvenes apresadas para disfrute de la tropa, a las que se pegaba un tiro cuando quedaban preñadas. O aquella ciudad de Eritrea, abril de 1977, cuando un jovencísimo reportero que ustedes conocen tuvo el amargo privilegio de asistir, impotente, a la caza de cuanta mujer de nacionalidad etíope quedaba a mano. Igual un día les cuento con detalle cómo gritan, primero, y luego, al quinto o sexto golpe, se callan y aguantan resignadas, gimiendo como animales. Supongo que para individuas como Pilar Rahola, María Antonia Iglesias y otras joyas de la telemierda, que tras vivir de la política viven ahora de la demagogia pseudofeminista imbécil, el arriba firmante tendría que haber evitado aquello: persuadir a mil quinientos tíos con escopetas de que lo que hacían estaba feo. Seguro que las antedichas y otros cantamañanas de ambos sexos lo habrían evitado, con dos cojones. Interponiéndose. Así que seguramente me llamarán violador pasivo, por defecto.

Y fascista.

http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=6087&id_firma=12910
 
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Mario Conde: “Cuando veo la vocación de súbdito de los españoles me asusto”

Jot Down Cultural Magazine | Mario Conde: “Cuando veo la vocación de súbdito de los españoles me asusto”

Posted by Manuel Jabois

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Chaguazoso está en O Penedo dos Tres Reinos, la frontera entre los tres viejos reinos medievales de Castilla, Galicia y Portugal. A Mezquita es una casa rural que sirve de refugio asceta a este hombre largo y delgado, que se pone casi de puntillas frente a los grandes ventanales para tratar de abarcarlo todo con la mirada. Mario Conde (Tui, 1948) vive una vida más; probablemente la más tranquila de sus vidas anteriores. Pasado el éxito explosivo de la juventud y la experiencia en la cárcel, Conde ha recompuesto las piezas de su vida al punto de que ahora piensa cómo recomponer las de su país. Su perfil agónico se desliza por Intereconomía y mantiene en internet cita diaria con sus lectores, que llenan sus foros y sus conferencias a la llamada del oráculo. Recibe a Jot Down Magazine en dominios empedrados cubiertos de fotos familiares y por donde Clinton, su joven pastor alemán, deambula como Pedro por su casa. Se enciende la grabadora y Conde se desploma sobre un sofá. Son las cinco de la tarde, hora de sobremesa, reposo y siesta en el sofocante campo ourensano. Pero el ex banquero arranca con fuerza.

Póngase como ministro de Economía tras las elecciones: ¿cuáles son las tres primeras medidas que adopta?

Un plan de país a medio y largo plazo. No algo coyuntural para salir del paso, evitar repuntes de deuda y cosas así: un diagnóstico de dónde estamos y cómo y dónde podemos crecer. Un análisis empresarial de nuestra realidad económica. A continuación, poner al sistema al servicio de financiar ese crecimiento y no al revés. Y desarrollar las condiciones laborales y de régimen tributario que hicieran posible ese plan. Pero eso no es un cometido de un ministro. Ni siquiera de un gobierno, sino de la sociedad. Un plan que tendría que ser sometido a la consideración no sólo de los partidos, sino de las instituciones que conforman la hoy famélica sociedad civil.

Usted tiene un diagnóstico para la crisis.


Está claro. Nosotros nos hemos gastado un dinero que no hemos ganado. Hemos vivido del ahorro de los europeos, básicamente, y hasta de los chinos. Y cuando tú te gastas un dinero que no tienes lo que debes hacer es ganarlo para pagar lo que debes. La economía española tiene una deuda de unos tres billones, aproximadamente, y para entendernos, nuestro Producto Interior Bruto es de un billón. Es decir: debemos tres años de trabajar sin comer. Una de dos: o te perdonan la deuda o te pones a trabajar para eso.

Pobre del que tenga que explicar esto a los españoles.


Es que nos vamos a un tema antropológicamente muy delicado. Llevamos siglos viviendo con la noción de progreso. Poco a poco esa noción ha ido transitando del progreso cualitativo (mejor modo de vivir) a más cantidades de bienes que posees; es decir: mejor igual a más. Hay un libro magnífico de René Guenon que lo explica muy bien: se llama El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. ¿Qué está pasando ahora? Que la generación que viene rompe con ese modelo que ha sido inveterado y tiene que trabajar más para vivir peor. Esto es un choque conceptual muy profundo que revela que algo va a pasar y sociológicamente tiene unas consecuencias que no sabemos cuáles van a ser. Va usted a ingresar menos, va usted a tener menos bienes y va usted a vivir peor. ¿Por qué? Porque lo hemos gastado. O sea que usted tiene que trabajar para reparar los errores que han cometido otros.

¿Qué se ha hecho mal?

Esa pregunta me la hizo un sobrino mío hace ya un tiempo. Me dijo: yo he hecho exactamente lo que me habéis pedido. Me he casado, tengo dos hijos, me bebo mis copas, me agarro algún ciego, me fumo unos canutos pero no todo el día, he pasado por la Universidad… tengo 33 años y no tengo trabajo. Y no tengo esperanza de tenerlo. Además estoy endeudado hasta las cejas con una hipoteca porque me habéis dicho que eso es lo que tengo que hacer para tener acceso a una cosa que llamáis propiedad. ¿Qué habéis hecho mal? Luego viene que, como consecuencia de habernos gastado el dinero que no tenemos, se producen unos valores en la sociedad. Pero hace mucho que ya sabemos que la ciencia de los valores es posterior. El valor es el resultado de una conducta. Si una conducta consiste en acumular, acumular y acumular el valor que resulta es la codicia, claro. Pero no se educa a la gente diciéndole: “Usted tiene que ser codicioso”. No, se le dice: “Usted tiene que tener cuantos más bienes, mejor”.

No es fácil de entender.


Es muy difícil explicarle a la gente que cada vez que un Estado europeo le da a la maquinita e inventa 100.000 millones tu camisa vale menos, tu trabajo vale menos, tu salario vale menos, tu casa vale menos y tus oportunidades son menores. Porque tenemos un elemento que sirve de regla de medir, que es el dinero, e inventar el dinero es en contrapartida una expropiación del valor. Esto no se ha explicado. El que nosotros hayamos entregado el poder de darle la máquina a Europa significa que los problemas de los terceros se nos vienen encima a nosotros. ¿Pero qué ocurre ahora? ¡Que nosotros hemos sido el problema!

¿Se ha tirado la casa por la ventana?


Aquí, en Chaguazoso, somos sesenta vecinos. Hay días en los que yo he visto tres audis. España es el país consumidor de audis per cápita más alto de Europa. El problema es que ahora ganar lo que debemos es muy complicado.

Los alemanes lo hicieron.

¿En qué año cae el Muro de Berlín? 1989. ¿Qué es lo que significa? A una economía basada en el mercado y la acumulación de riqueza, se le añade un destrozo. Un destrozo humano de gente que no está en su mayor parte capacitada, ciudades en estado de abandono… Pero los alemanes tienen un concepto que es muy suyo, que es el de la Gran Alemania, y deciden sacrificarse para integrar. Reducen su nivel de vida, pero lo invierten en la integración de Alemania. Ésa es una enseñanza que sólo podía fundamentarse en una cosa: el concepto de Alemania. Un alemán está dispuesto a sacrificarse por un alemán. Por un griego no. Por un español no. Y además no hay ninguna razón para que lo haga. En Europa le van a dar dinero de nuevo a un país que no se sabe cuántos funcionarios tiene. ¡No están censados! El Estado griego ha mentido en sus cuentas y el que le ha ayudado a mentir se llama Goldman Sachs. Ese banco americano ha organizado un desperfecto tremendo en EE UU y le han dado cantidades ingentes de dinero de la Reserva Federal. El CEO (Chief Executive Officer) de Goldman Sachs gana después de la crisis 28 millones de dólares. El CEO de Goldman Sachs en Europa es el futuro presidente del Banco Central Europeo. No son juicios de valor. Éste es el modelo en el que estamos.

¿Cómo se cambia?

La gente ha optado por mirar para otro lado. Lo trágico del asunto es que algunos imbéciles creemos que aquí hay una oportunidad. Porque para que haya una oportunidad tiene que haber una ocasión de desastre, y más desastre que esto es complicado. Hay comedores sociales llenos. El otro día el carpintero que vino aquí a echarme una mano me contó que su mujer trabaja en un centro de acogida de mayores. Hasta 2006 los hijos y los nietos llevaban a sus padres y abuelos. Ahora van a por ellos. Los recogen y se los llevan para casa porque el único ingreso que les entra es el de la pensión, y con la pensión de los abuelos están pagando la hipoteca de los nietos. La perversión del sistema no puede ser mayor.

Hay gente que no ha optado por mirar para otro lado. Ha salido a la calle, ha protestado.

El movimiento de los indignados es un movimiento tremendamente serio. Éste es un país muy acostumbrado a convertir la anécdota en categoría. El hecho de que diez, doce o catorce personas acampadas en la Puerta del Sol hayan montado no sé qué, se fumen diecisiete canutos o canten por la noche no significa absolutamente nada porque es normal en una concentración de 50.000 personas. ¿Qué quieres, que vayan vestidos de corbata, en fila india y mano en alto? Para mí lo único sorprendente de ese movimiento es lo tarde que se produjo. Pero es sincero, porque los datos cuantitativos los avalan: hay aproximadamente cinco millones de parados. ¿Cómo te va a extrañar que salgan a la calle? ¡Lo que te debe extrañar es que no hayan salido antes! ¡Lo verdaderamente extraño es que estuviesen aborregados hasta ahora!

Pues ha habido quien les ha criticado.


Siempre hay unos movimientos puramente reaccionarios que tratan de descalificar esto por la anécdota. Eso no cuela, eso no se vende. “Es que son movimientos de izquierdas y radicales porque han propuesto nacionalizar los bancos”. Pues mire: cuando uno está cabreado y cuando le está presionando la hipoteca, lo que propone es lo primero que se le viene a la cabeza. Pues claro: nacionalizar los bancos, porque quien les está jorobando es el banco, y quien les está machacando es el banco. ¿Qué quieres que propongan? El movimiento es mucho más extenso. Eso es sólo la punta del icerberg. Y las descalificaciones que se le han querido hacer, con perroflauta y eso, no consiguen nada. Es cierto que hay intentos de apropiarse del movimiento y de llevarlo por cauces distintos. Sí, pero no es solo eso. Porque no se conseguiría nada ensalzándolo si fuera falso de la misma manera que no se consigue nada vituperándolo si es cierto.

¿Trata con indignados?

Yo conozco a mucha gente joven y a gente joven que ha estado allí; gente joven de derechas, católica y apostólica. El 70% de los españoles entiende la protesta. Ya no entienden tanto las propuestas, pero no les pidas que además de protestar tengan una propuesta coherente. Todos los movimientos de este tipo son magmáticos; el cemento que los une es la protesta, une el cabreo y el cansancio. ¡Y así funciona la Humanidad! ¿O tú te crees que cuando se produce la Revolución Francesa hubo unas propuestas consensuadas? Lo que hay es un cabreo porque la situación ha llegado a un límite y no se puede hacer más. ¿O cómo se produce la Constitución de 1812? Cabreo contra un régimen absolutista.

Aquí hay instituciones democráticas.


Desde luego, pero vamos a ver. Un modelo social funciona a base de instituciones. ¿Qué es una institución? Una institución es una entelequia mental. Es un producto jurídico, que ahí se define, pero sobre todo es una entelequia mental. ¿Qué es el Tribunal Supremo? Un sitio en el que tú crees que dictas sentencias. Se basa por tanto en un conjunto de creencias. Es la masa cuántica de nuestras creencias la que crea una institución que se llama Tribunal Supremo. Sin esa masa cuántica es un edificio con unos señores vestidos de negro. Se ha perdido la confianza. Y cuando la confianza se desmorona en las instituciones capitales es cuando un sistema hace crash.

Usted escribió El Sistema en 1994.

Hace casi veinte años, sí. Y me costó carito. Pero si tienes la paciencia de leértelo, cosa que no aconsejo, te darás cuenta de que es exactamente lo que está pasando. ¿Por qué? Porque me daba cuenta de que lo que define a una institución es la confianza.

Confianza también en la justicia.

Una convivencia se basa en leyes. Las leyes se ejecutan a través de instituciones a las cuales llamamos justicia. Pero los que hacen las leyes son un problema y los que las ejecutan, otro problema. Nosotros inventamos el Derecho para sustituir la fuerza. Y si la ley no tiene la confianza de la gente no sirve absolutamente para nada. Por eso sale en televisión un héroe que paraliza la ejecución de un desahucio. ¡Eso es la ruptura de la regla del sistema! ¡Y el que rompe la regla del sistema es un héroe! ¿Te das cuenta de lo que está pasando? Es la ruptura de la base del modelo; el modelo está roto.

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¿Y qué ocurre?

La película El sexto sentido está inspirada en el Libro Tibetano de los Muertos. Su tesis, bastante razonable, es que el acto de morir no puede ser una ruptura dramática. No lo es ni siquiera corporalmente, pero no lo puede ser en la dimensión integral del ser humano. Por tanto hay un plano de conciencia que cambia. Tú no tienes conciencia de que estás muerto, según la noción tibetana. Y por eso te relacionas en tu entorno; el protagonista de la película habla, cree que está cenando con su mujer y que la está escuchando: no sabe que está muerto. Todas las revoluciones se producen cuando hay gente que no sabe que está muerta, que cree que está viva. ¿Cómo unos desharrapados se van en el año 14 a tomar el Palacio de Invierno? Porque los que estaban dentro no sabían que estaban muertos, se creían zares. Los que iban en la Revolución Francesa camino de la guillotina pensaban que se que les estaba aplaudiendo. Cuando Oliver Cromwell mandó cortar la cabeza al rey le dijo: “Majestad, es que tenemos que administrar justicia; hay que cortarle la cabeza”. “¿A mí?”. Luego es verdad que también se la cortaron a Cromwell.

En España…

Aquí hubo un momento en que se produce en la base de la pirámide una ruptura de la confianza. Los de arriba no lo perciben. Siempre creen que hay una solución. ¡Siempre! Lo que sea. El tiempo, la mayestas (¡cómo van a venir contra el rey si soy de origen divino!)…

En Cataluña los diputados entraron en el Parlamento en helicóptero. Algún malestar percibieron.

Qué va, no se dan cuenta. Por una razón muy simple, y es que además desgraciadamente la tienen. Su argumento es el siguiente: protestan, critican, pero nos votan. Y como nos votan nos legitiman. Su argumento es un sofisma, pero funciona en el plano formal. Es como lo de los escolásticos: deja que yo te dé la premisa mayor y te demostraré que los gatos no tienen rabo. Pero les votan no para legitimarlos, sino porque hay una inercia. Hay una situación que es pésima, y de esta situación pésima se sale mediante un voto al que todos llaman mal menor. Vas a arreglar una cosa que es mala con algo que, por definición, es malo.

Lo que está diciendo usted es que la raíz del problema es la democracia.

El sistema parlamentario sí. La partitocracia está en crisis. Como modelo de monopolio de la participación ciudadana en los asuntos públicos está en crisis. Hay un momento en el que se inventa la democracia representativa, y se generan unos canales a través de los cuales se conduce. Esos canales son los partidos políticos y tienen una misión: canalizar el debate ciudadano hacia el Parlamento. Pero no hay debate ciudadano. Los partidos políticos, por acción o por omisión, y con una estrategia muy bien pensada, han laminado la sociedad. Tú te encuentras con la crisis que está padeciendo este país ¿y qué han dicho las universidades?, ¿y las academias?, ¿y los colegios profesionales?, ¿los intelectuales? ¿Dónde están? Y ahora de repente nos hemos dado cuenta de que hemos creado una sociedad en la que estamos solos y asustados

¿Hay miedo?

El miedo nos une. El empresario vive con miedo a quebrar mañana, al que no es empresario que le puedan echar mañana, el político con miedo a que le quiten la clase bussines o que tenga que entrar en el Parlamento en helicóptero. ¿Quién es capaz ahora de esbozar un modelo de país? ¿Tú has oído a alguien que diga qué se va a hacer con la agricultura? ¿Cuál es la industria que tenemos que tener? ¿Y la banca? Sólo hay proyectos de gobierno. Yo, como proyecto, quiero llegar al poder. ¿Para qué? ¿Por qué me hace usted esa pregunta si no tiene ningún sentido? Yo quiero llegar al poder por llegar, ¿o hay algo diferente? No les cabe en la cabeza. Y no se puede hacer absolutamente nada si no se produce una renovación a fondo de la clase política. Es imposible. Porque el software del político actual está programado para llegar al poder y una vez allí, mantenerse. Y no quiere saber más. Y como lo único que le importa es un voto, por él es capaz de hacer lo que haga falta.

¿Usted vota?

No, yo no voto. O sea, sí boto, salto a la comba. Pero si te refieres a si echo el voto, no.

¿Desde cuándo?

Nunca. Creo que voté una vez en el 82 a Felipe González. Y desde entonces, nada. Le voté porque me parecía que le venía bien al país y la verdad es que hasta un punto determinado fue así.

Entiendo que no vota porque no cree en los políticos.


No te equivoques. Una cuestión de fe es creer en lo que no vemos. Y yo lo he visto, ¿eh? Vaya si lo he visto. Yo tengo conciencia. Y sé que cuando la gente habla de cómo funciona la banca, los medios de comunicación o el poder habla de oído. Yo es que estaba allí. Y sé lo que hay detrás del teléfono. Sé cómo se hacen los editoriales de los periódicos, cómo se quitan y cómo se borran determinadas informaciones. Sé cómo se hacen los trabajos sucios. Y lo sé porque lo he vivido. Lo he visto con mis propios ojos o me lo han contado quienes han estado allí. Gente con cara, ojos, apellidos y nombres. No hablo de oídas. Así que yo no tengo falta de fe en los políticos. ¡Ojalá la tuviera! Yo sé que no hay nada que hacer, simplemente.

¿Tampoco hay nada que hacer para que usted baje a la arena?


Hay algo que me importa bastante poco en la vida y es una cosa que se llama Mario Conde. Como producto conceptuado, me refiero. A mí me interesa esto, lo otro, mi vida. Pero tiene gracia que en el año 1994 escriba un libro que se llama El Sistema y 17 años después se produzca un movimiento de gente joven cuyo lema es ‘Cambiar el sistema’. Vete a las hemerotecas, es un ejercicio que recomiendo mucho. Cuando había una revolución de algo, siempre se decía: “Son los antisistema”. Cuando los jueces protestaban porque querían más sueldo y más salario eran “un movimiento antisistema”. Si nacía un periódico que ponía en solfa la monarquía se le llamaba “antisistema”. Se había llegado a un punto que hasta inventaron en economía una palabra: ortodoxia. Para ser un buen empresario, un buen político y un buen economista tenías que ajustarte a la ortodoxia. Porque para hacer bien tu trabajo tenías que adecuarte al sistema, y el sistema te daba el atributo de legitimidad. El sistema es una red de intereses. No hay nada de ideología. En 1996 toma el poder Aznar y en 2011 está Zapatero. Casi dieciséis años; ocho para cada uno. En 1996 había movimientos que ponían en riesgo la unidad del Estado; ahora, peor. En 1996 empezaba la politización de la justicia de manera descarada; ahora, peor. En 1996 decíamos que el sistema financiero se estaba montando encima de la economía real; ahora, peor. En 1996 pedíamos una reforma laboral en los tiempos de bonanza para poder ajustarla en los malos tiempos: sigue sin hacerse. Ni ley electoral, ni aquella ley de huelga que se quería cambiar en 1996 por ser preconstitucional. Nada. Los elementos estructurales que definen la convivencia de un país no han sido tocados ni por el PSOE ni por el PP. Eso sí: se han insultado y se han llamado chorizos y robaperas. Porque lo que no se van a poner a hacer es a modificar el estatuto jurídico de los políticos, ni a cambiar la financiación de los partidos, ni a modificar los sindicatos, ni a plantearse las transferencias excesivas a las autonomías, ni a plantearse por qué el régimen autonómico ha generado 150.000 millones de deuda y los ayuntamientos otros 50.000 millones, que suponen el 20% del PIB y es el equivalente a casi diez años de pago de subsidio de desempleo. Pero no van a hacer nada porque les has votado. Si quisieras que lo modificaran no les votarías. ¿O qué pasa, que estamos en un país de incongruentes? “¡No estoy dispuesto a tolerar al señor Rubalcaba o al señor Rajoy porque me parecen un petardo!”. “¿Y qué va a hacer usted en las elecciones?”. ”Votarles”.

No se me ocurre una alternativa.


No se te tiene por qué ocurrir. ¿Y además por qué tienes que votar? Razónamelo.

Saramago escribió sobre una sociedad que votó en blanco.


Hemos tenido dos casos. Nosotros cedimos la soberanía monetaria al integrarnos en el euro. Ahora sabemos lo que es eso: sabemos que los tipos de interés se disciplinan en función de lo que le conviene a los alemanes y no a los españoles y a si a los alemanes les conviene un tipo de interés alto aunque a nosotros nos arruine, será alto. Eso se sometió a referéndum en Maastricht. Participaron el 40% de los españoles y votaron a favor el 62%. El diario El País tituló: “Casi el 70% de los españoles a favor del euro”. Fue el 24%. Y por el Estatuto de Cataluña votaron el 38%. A favor el 65%. Los periódicos dijeron: “El 65% de los catalanes a favor del Estatuto”.

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¿Qué le parece la Constitución?

Pues que hay que ir a una reforma constitucional. No hay más remedio. El mito de que las constituciones no se pueden reformar es mentira. Si hay algún país en la historia que haya dicho que la Constitución se puede reformar, ésos son los anglosajones. Porque no la tienen. Son capaces de transformarte la carta de Juan Sin Tierra de 1215, que era una carta en defensa de los nobles y de la propiedad de sus tierras frente al rey, en una carta en defensa de la burguesía. Nosotros hicimos una Constitución en 1978, cuando la cosa estaba muy complicada. El sistema se había extinguido de la única manera que se puede extinguir: desde dentro. Por eso para terminar con el Movimiento se nombró jefe del aparato al ministro secretario general del Movimiento, Adolfo Suárez. Y como hubo que hacer muchas transacciones, esa Constitución nació vieja. ¡Pero bueno! Había que moverse y avanzar. Claro que el traje era muy estrecho, pero dio para ir andando. En este tiempo se produjeron dos cosas: la sociedad española ha engordado y el traje se ha ido deteriorando. Hay que plantearse la estructura del Estado de nuevo, porque aquello fue un empaste con el que salir de la dictadura y no pensar en el modelo de paz.

¿Qué cambios cree que hay que hacer?


Hay que plantearse el modelo territorial y la forma de Estado. Por ejemplo, hay muchísima gente que no entiende qué papel cumple aquí la monarquía de cara al futuro. Sí sabemos el que cumplió en el pasado, ¿pero de cara al futuro? ¿Por qué? Eso de la transmisión hereditaria…

Tiene en esta casa fotos con el Rey de España y con su padre, de quien fue muy amigo.

No soy monárquico. Y no lo soy por no aceptar los tres principios en los que se basa la monarquía: la transmisión genética del saber, que el mayor sea mejor que el segundo y, tercero, la primacía absurda del hombre sobre la mujer. Yo con eso no puedo. Lo cual no impide que haya tenido una inmensa amistad con don Juan de Borbón y haya ayudado mucho a su hijo. ¿Por qué? Porque mi relación con la monarquía no era por un convencimiento en la institución, sino porque ha funcionado en un momento determinado. Me lo planteé de manera muy pragmática. Salíamos de lo que no queríamos tener, que era la dictadura, con el vehículo que necesitábamos. Pero ya hemos llegado.

¿La sociedad española también?

El sentimiento monárquico de la sociedad no se ha extinguido. Hay un argumento que es falaz: la experiencia de la República ya la hemos tenido. ¿Y Francia? ¿Y Estados Unidos? ¿Italia? Otro argumento es: para tener un presidente de la República como Zapatero, pongo por caso, prefiero tener a un rey. Entonces no está usted cuestionando la forma de Estado. Porque si a usted le preocupa que Zapatero sea presidente del Estado, que no manda, más le tiene que preocupar que sea jefe del Gobierno, que sí manda. La monarquía hoy se basa en una cosa muy importante: a los españoles no les preocupa demasiado. Es un tema que bueno, cuando toque… Pero cuando una institución se legitima sobre la base de que hay otras cosas más urgentes, le llega su momento.

¿Ha llegado?

¿La monarquía ha contribuido en estos años a mejorar la noción de unidad de España? ¿La monarquía se ha legitimado en la sociedad civil o se ha legitimado en los partidos? Es decir, la monarquía, en el caso de que hubiera podido funcionar, tendría que haber arrancado su legitimidad directamente desde la sociedad civil, no desde los partidos políticos. Hubiera sido una monarquía que nosotros hubiéramos querido tener como un modelo, incluso, de compensación a los posibles desperfectos del sistema. Pero si la monarquía es el sistema, una parte más del modelo político jurídico… Afortunadamente puedo decir lo que pienso. En su momento sirvió. Hay algunos que dicen: “Bueno, hay que aclarar el patrimonio del rey”. Mire usted, no nos interesa lo cuantitativo porque la monarquía no es buena o mala en función del patrimonio legal o ilegal de uno, porque puede haber reyes buenos con patrimonios malos y viceversa. La monarquía holandesa es riquísima y no pasa nada.

¿Estas cosas usted las hablaba con el rey y con su padre?


Con el rey claro que lo he hablado. El rey sabía que yo no era monárquico, intelectualmente hablando. Pero sabe que soy leal a la institución. Para mí es el jefe del Estado mientras otra cosa no exista. Yo no tengo mucha simpatía por el señor Zapatero y pienso que no ha gestionado nada bien la crisis, pero cada vez que alguien utiliza adjetivos descalificativos hacia una persona que es presidente del Gobierno me está molestando a mí.

Pues en Intereconomía no se cortan.


Ah, bueno. Ni Intereconomía se corta en unas cosas ni El País se corta en otras. Es decir, cada uno no se corta en lo suyo.

Nosotros podemos pasarnos de nuestra raya porque los otros se están pasando de la suya. Salvando las distancias, es una filosofía muy de años 30.

Eso es. Este señor no es corrupto porque lo suyo son 36.000 euros robados y el otro ha robado 150.000. Mira, los italianos en ciencia jurídica son maravillosos Hay una escuela italiana de Derecho Penal que define lo que es delito. Dice: “Delito es sobrepasar, de manera clara, el nivel de inmoralidad media de toda sociedad”. Si te quedas en los niveles de inmoralidad media, eso no es delito. A eso añadió tiempo más tarde un italiano muy gracioso que decía: “Sí, sobrepasar los niveles de inmoralidad media, y que te pillen”.

¿Qué va a hacer con Fundación Civil?


Es un centro de pensamiento. Nunca será un partido. De ahí van a salir unas propuestas y una conciencia de la sociedad de que no tiene que pedir a los políticos, sino a exigir. El concepto de subordinación en España es alucinante. La tendencia de esta sociedad a resistirse a ser ciudadano para refugiarse en ser súbditos es increíble. Hemos sustituido los monarcas absolutos por los políticos absolutos. Vemos a un alcalde y nos creemos que es una encarnación de la divinidad. ¡Pero si es un empleado tuyo que vive de tu trabajo y tus impuestos! Eso en Estados Unidos lo tienen claro, pero aquí es tal la tradición autoritaria que tenemos, y tanta mentira acumulada para legitimar esa tradición autoritaria, que a la mínima somos súbditos. ¿Por qué les votamos? “Es que alguien me tiene que mandar, y si alguien me tiene que mandar prefiero que me mande éste que es menos malo que el otro”. Esto es así, ¿y con este caldo de cultivo en la gente qué reforma vas a hacer?

Usted aboga por una integral. Que vaya a la raíz.


Cuando yo tenía 27 años leí el discurso de un diputado en la Asamblea Nacional Francesa. Un tipo joven, listo, buenísimo. Me pareció uno de los discursos más notables que leí en mi vida. Dijo: “Quiero cambiar Francia y para cambiar Francia quiero cambiar los modos de comportamiento de los franceses. Y para cambiarlos necesito cambiar su modo de pensar”. Cuando veo cómo piensan los españoles, cuando veo esa vocación innata de súbdito que todavía tienen, me asusto. No se rebelan contra nada. Salen unos tíos a la calle en una situación que no hemos vivido, con una actitud que más pacífica imposible, y mira… ¿Tú sabes cómo fue el Mayo del 68? La violencia no consiste en pegarle al otro; la violencia es cualquier forma de agresión sobre el otro. Casi todas las instituciones que hemos votado derivan de la violencia. La violencia como la categoría. Violencia estructural. ¿Cómo nació si no la propiedad? De un tipo que se puso encima de un suelo y cuando el otro quiso pisarlo le dijo: “Ponte aquí y te pego un tiro, porque es mío”. “¿Tuyo por qué?”. “Pues mira, lo vas a entender: pum”. Y listo. Todas las instituciones que nosotros tenemos rezuman violencia. Por tanto, hay que rebajar el nivel de violencia, pero como estamos acostumbrados a vivir con la violencia y no como un convidado de piedra, sino como aquello con lo que desayunamos, comemos y cenamos, al final nos asustamos y nos hacemos súbditos.

Defíname a estos personajes brevemente: Zapatero.

Pensé que era ingenuo y poco a poco me convencí de que eso le llevaba a irresponsabilidad en la gestión de la crisis.

Francisco Camps.

Al final, un gesto coherente. Sospecho que eso vale.

Rajoy.

El valor de la paciencia y del silencio. Y de la teoría del mal menor.

Rubalcaba.

Incombustible hasta ahora. La cuestión es si queda combustión por delante.

Joan Laporta.

No sé si son churras y merinas o merinas y churras. O quizá no sean ovejas.

Juan Luis Cebrián.

Decisivo para hacer El País. La cosa es si ha sido decisivo para casi deshacer Prisa.

Pedro J. Ramírez.

Un gran periodista, sin reparar ni en adjetivos ni en medios.

Julio Ariza.

Es un hombre leal y coherente, de lo mas difícil que se puede ser. Y de lo mas peligroso en estos tiempos

Baltasar Garzón.

Las estrellas no existen sin firmamento. La cosa es si le queda cielo.

Tiene esta casa llena de pinturas. Carteles de Picasso.


Mi padre pintaba. Mi padre me enseñó el manejo del color, de la paleta. Mi padre pintaba payasos porque decía que el payaso era la expresión de la vida y la tristeza va por dentro. La alegría forzada, por fuera. A él le gustaba mucho Modigliani. Le gustaba Gaguin. Pero le fascinaba Van Gogh.

¿Picasso?

No le gustaba nada Picasso. Nunca entendió el abstracto. Le gustaba la primera fase, el Azul, el Rosa, porque hay determinados trazos de la mano de Picasso que demuestran que es un genio. Pero no se dio cuenta de que el abstracto es la primera gran rebelión de la pintura. La pintura se compone de un espacio que imita la realidad, por tanto tienes que tener lo que ellos llaman una composición. Hay una perspectiva, unos tamaños… El abstracto es una rebelión frente a la rigidez de la forma. ¡Y está bien pensado! La forma es sólo posterior a la representación. Luego claro, hay un cubismo analítico que ya es más complicado. A mí me gustaba una fase de Picasso. Y un día descubrí a un abogado peruano que había salido de Perú y que era un enamorado de Picasso. Él me hablaba y me hablaba de cosas de Picasso. Este hombre tenía una colección de carteles de él, carteles de las exposiciones de Picasso con los que se iba conformando su vida. Se tuvo que ir de España y yo le compré todos los carteles a condición de que hiciéramos un libro. Son cuatro tomos en donde cada uno de los carteles de esa colección explica qué estaba haciendo Picasso ese día, dónde se encontraba. Es el gran genio de los genios. Y en el campo que tengo en Sevilla hay una biblioteca dedicada específicamente a él, con gran cabreo de mi padre, claro.

A usted se le ha vinculado al menos en dos ocasiones en la compra de acciones de equipos de fútbol. Lo ha desmentido siempre. ¿Le gusta el fútbol?

Betis, Zaragoza, Oviedo, Hércules…. En particular un diario digital, el confidencial.com, se empeñaba es distribuir esa noticia de modo radicalmente falso. Pero algunos viven de eso y afectan a la credibilidad del medio en el que escriben al dictado. Lo malo es que no entiendo nada de fútbol. Nunca he sido forofo de ningún equipo. Ni siquiera asisto a partidos ni, salvo casos extraños, los veo en television. Además no entiendo nada del fútbol en cuanto a negocio. Leo las cifras de endeudamiento de los equipos y me quedo atónito. Los sueldos y primas que se pagan por jugadores son para mí inconcebibles. Por lo visto es el mercado. Pero que determinados jugadores valgan semejantes cifras en un contexto de economía como el nuestro tiene que extrañar, y seguramente escocer, a más de uno.

¿Qué le parece el Madrid de Mourinho y el Barça de Guardiola?

No entiendo nada. En mi casa mi hijo Mario y una persona que trabaja con nosotros, Ramiro, de origen ecuatoriano, entienden mucho y me dicen que el Barcelona actual es un equipo impresionante. Mario es del Madrid sin fisuras. Por eso su juicio me parece valioso. Pero no tengo la menor idea de quién va a ganar. Me gustaría que fuera un equipo gallego porque mi origen es de por aqui, pero vamos, no sitúo la galleguidad, ni siquiera por aproximación, en ese deporte. Ramiro, el ecuatoriano, que entrenó ese deporte en Ecuador, dice que el fútbol tiene magia porque once hombres muy buenos pueden hacer un equipo muy malo.

¿Lee?

Sólo ensayos, no leo nunca novelas. Hombre, he leído alguna, pero básicamente ensayo. Me gusta mucho todo el mundo del esoterismo.

Se inició en la espiritualidad con 17 años.

Hubo una etapa en la que estuve menos, durante los años que estuve en el banco, pero en la cárcel volví a leer mucho sobre ello, unos trescientos o cuatrocientos libros. Me había perdido mucho de la evolución del pensamiento oriental. En el misticismo cristiano tenemos a un personaje curiosísimo que es el maestro Eckhart, un hombre que murió en 1328. Tenía una filosofía realmente sorprendente. En una bula que fue la de In agro dominico le condenaron a muerte. Él murió antes, pero violaron el principio del Derecho Penal y le condenaron después de muerto. Y por supuesto lo excomulgaron. En el año 1992 la Iglesia lo recuperó de la mano precisamente de Benedicto XVI, entonces cardenal Ratzinger. En la escuela católica alemana, en la facultad de Teología de Munich, hay un pensamiento muy profundo del que salió mucha gente. Y este hombre, Benedicto XVI, que con independencia de cualquier consideración es un hombre de una profundidad conceptual teológica tremenda. Yo estoy empeñado en ver cómo ese misticismo cristiano se acompasa perfectamente con el pensamiento taoísta. ¿Estoy mal de la cabeza? No. En ese momento de la Historia no hay una comunicación entre Occidente y Oriente para que un señor de Colonia pueda transmitirle sus enseñanzas a un señor que vive en la India. ¿Entonces? Bien, ¿y por qué tenemos pirámides, y formas del arte tan absolutamente idénticas cuando no existe comunicación? ¿Acaso hay una masa cuántica de conciencia mundial? ¿Acaso la humanidad se puede definir en términos de conciencia unitaria?

¿Qué responde a eso?

Yo creo que sí. Pero eso hay que irlo explicando con ejemplos. Y si pudiera demostrar que el pensamiento místico cristiano de 1325 es exactamente igual que el pensamiento místico del taoísmo del año 550 antes de Cristo es que tiene que existir una masa de conciencia uniforme que está establecida en algún punto.

Usted, que ha escrito La palabra del Tao, también ha acogido en su blog textos referidos al sexo tántrico, al “orgasmo integral”.


El sexo como punto de unión de dos en uno y como liberador de la personalidad artificial en el momento orgásmico ha sido referente de muchas tradiciones espirituales, aunque a algunos les cueste entender que algo tan supuestamente banal —mejor sería decir banalizado— puede encajar en ese mundo complejo que es el espiritual. Pero encaja. Y desde siempre. Hoy, como digo, se entiende peor al haber sido demonizado todo lo referente al mundo del sexo por determinados credos. El sexo “sin llegar al final” es fundamental en la doctrina pura del taoísmo. Al menos en algunos de los textos más puros del taoísmo se enfatiza en su superioridad. Su tesis es que en el juego sexual se produce la estimulación y la creación de energías. Si no se llega al llamado orgasmo físico esas energías se aprovechan integralmente. En otro caso se pierden. Puede ser, pero es difícil seguir una tradición que no es la nuestra, sobre todo cuando de sexo se trata.

¿Hay algo después de la muerte?

Te lo digo un minuto después de muerto. Dicen los místicos que la verdad es una experiencia. Yo no tengo la experiencia de la muerte.

Lo mismo se reencarna.

Hombre, no. ¿Otra vez? Pasar por la cárcel y toda la historia… ¿Pero yo a ti qué te he hecho? No, yo no creo en la reencarnación. Creo en la reencarnación de la gota de agua. Es decir, hay un estanque y hay algo a lo que llaman Dios que sopla, y entonces salen gotas; la gravedad las hace regresar. Evidentemente durante ese recorrido están en contacto con el aire, la suciedad, el polvo, y eso las va haciendo volver al estanque. La siguiente gota tomará algo de la información de la vida de la gota anterior. Pero es otra gota. Por eso la reencarnación no tiene nada que ver con que tú seas capaz de recordar lugares pasados, hombre claro; eso no hace falta, está en el DNA. Además la Humanidad es una cosa bastante aburrida, ¿eh? Varían los escenarios, pero los comportamientos de los hombres son los mismos. Somos el producto más gregario que ha existido nunca. O sea que creo en la reencarnación en cuanto a acumulación de información de la gota que retorna a un estanque. Pitágoras decía que no hay nada mejor ni más bello que la música. Cuando te callas un segundo, oyes. Hay un ruido, una vibración. El cerebro la anula, pero si callas está ahí. La vibración es ruido, por tanto es música. Hay alguien, o algo, que interpreta una melodía, y nosotros somos notas. Existe, no te puedes negar, pero te agotas. Formas parte de una melodía.

¿Una melodía inacabada?

Dicen que eterna. Te lo diré en cuanto me muera, no te preocupes. Yo me aparezco, vengo y te digo: “Oye, que sí, que hay vida más allá de la muerte, pero no sé como explicártela”.

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Respuesta: Cajón de sastre

Sr. Presidente:

No quiero, señor presidente, que se quite de en medio sin dedicarle un recuerdo con marca de la casa. En esta España desmemoriada e infeliz estamos acostumbrados a que la gente se vaya de rositas después del estropicio. No es su caso, pues llevan tiempo diciéndole de todo menos guapo. Hasta sus más conspicuos sicarios a sueldo o por la cara, esos golfos oportunistas -gentuza vomitada por la política que ejerce ahora de tertuliana o periodista sin haberse duchado- que babeaban haciéndole succiones entusiastas, dicen si te he visto no me acuerdo mientras acuden, como suelen, en auxilio del vencedor, sea quien sea. Esto de hoy también toca esa tecla, aunque ningún lector habitual lo tomará por lanzada a moro muerto. Si me permite cierta chulería retrospectiva, señor presidente, lo mío es de mucho antes. Ya le llamé imbécil en esta misma página el 23 de diciembre de 2007, en un artículo que terminaba: «Más miedo me da un imbécil que un malvado». Pero tampoco hacía falta ser profeta, oiga. Bastaba con observarle la sonrisa, sabiendo que, con dedicación y ejercicio, un imbécil puede convertirse en el peor de los malvados. Precisamente por imbécil.
Agradezco muchos de sus esfuerzos. Casi todas las intenciones y algunos logros me hicieron creer que algo sacaríamos en limpio. Pienso en la ampliación de los derechos sociales, el freno a la mafia conservadora y trincona en materia de educación escolar, los esfuerzos por dignificar el papel social de la mujer y su defensa frente a la violencia machista, la reivindicación de los derechos de los homosexuales o el reconocimiento de la memoria debida a las víctimas de la Guerra Civil. Incluso su campaña para acabar con el terrorismo vasco, señor presidente, merece más elogios de los que dejan oír las protestas de la derecha radical. El problema es que buena parte del trabajo a realizar, que por lo delicado habría correspondido a personas de talla intelectual y solvencia política, lo puso usted, con la ligereza formal que caracterizó sus siete años de gobierno, en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás. Eso, cuando no en sinvergüenzas que, pese a que su competencia los hacía conscientes de lo real y lo justo, secundaron, sumisos, auténticos disparates. Y así, rodeado de esa corte de esbirros, cobardes y analfabetos, vivió usted su Disneylandia durante dos legislaturas en las que corrompió muchas causas nobles, hizo imposibles otras, y con la soberbia del rey desnudo llegó a creer que la mayor parte de los españoles -y españolas, que añadirían sus Bibianas y sus Leires- somos tan gilipollas como usted. Lo que no le recrimino del todo; pues en las últimas elecciones, con toda España sabiendo lo que ocurría y lo que iba a ocurrir, usted fue reelegido presidente. Por la mitad, supongo, de cada diez de los que hoy hacen cola en las oficinas del paro.
Pero no sólo eso, señor presidente. El paso de imbécil a malvado lo dio usted en otros aspectos que en su partido conocen de sobra, aunque hasta hace poco silbaran mirando a otro lado. Sin el menor respeto por la verdad ni la lealtad, usted mintió y traicionó a todos. Empecinado en sus errores, terco en ignorar la realidad, trituró a los críticos y a los sensatos, destrozando un partido imprescindible para España. Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas, deja un Estado desmantelado, indigente, y tal vez en manos de la derecha conservadora para un par de legislaturas. Con monseñor Rouco y la España negra de mantilla, peineta y agua bendita, que tanto nos había costado meter a empujones en el convento, retirando las bolitas de naftalina, radiante, mientras se frota las manos.
Ojalá la peña se lo recuerde durante el resto de su vida, si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale. Usted, señor presidente, ha convertido la mentira en deber patriótico, comprado a los sindicatos, sobornado con claudicaciones infames al nacionalismo más desvergonzado, envilecido la Justicia, penalizado como delito el uso correcto de la lengua española, envenenado la convivencia al utilizar, a falta de ideología propia, viejos rencores históricos como factor de coherencia interna y propaganda pública. Ha sido un gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto; pues hasta en lo de irse o no irse mintió también, como en todo. Ha sido el payaso de Europa y la vergüenza del telediario, haciéndonos sonrojar cada vez que aparecía junto a Sarkozy, Merkel y hasta Berlusconi, que ya es el colmo. Con intérprete de por medio, naturalmente. Ni inglés ha sido capaz de aprender, maldita sea su estampa, en estos siete años.

A. Perez. Reverte
 
Respuesta: Cajón de sastre

Javier Marías

Escuela de inmisidecordes
19 feb 2012



Allá por el pasado septiembre, cuando todavía eran ocho o nueve los candidatos que competían por la nomina­ción republicana para las próximas elecciones a Presi­dente de los Estados Unidos, hubo en la prensa resúme­nes de sus respectivas posturas, que, a decir verdad, diferían poco o tan sólo en matices. Según el corresponsal Antonio Caño, para esos hombres y mujeres la solución a los problemas nacionales pasaba en todo caso por “menos regulación, menos control, más libertad a las empresas y menos impuestos o ninguno en absolu­to… Se presentaron propuestas como la de retirar a los policías de los aeropuertos y dejar la seguridad en manos de las compa­ñías aéreas, o la de negarle al Estado toda autoridad en materia educativa y entregársela plenamente a las familias”. Al parecer, la mayor ovación que se oyó en el debate que tuvo lugar enton­ces fue cuando alguien recordó que Texas había ejecutado hasta aquella fecha a 234 presos, un récord nacional. El Gobernador de ese Estado desde hace diez años (ahora ya retirado de la carrera, no sé si por suerte o desgracia), defendió con orgullo esa marca y apostilló, como si hiciera falta: “Eso no me quita el sueño”. Por supuesto, todos los aspirantes echaron pestes de la tímida reforma sanitaria de Obama -que intenta que no se mueran sin más quienes enfermen y no dispongan de medios para costearse la carísima atención médica privada- y juraron eliminarla en su hipotético primer día en la Casa Blanca.

Otra cosa en la que también coincidie­ron -y esto es lo más llamativo- fue en rechazar la teoría de la evolución de Darwin porque, “a su entender, el hombre fue creado por Dios”. Si digo que es lo más llamativo no es -o no solamente- por su primitivo e irracional repudio a la ciencia, sino porque, mientras negaban la selección natural de las especies, con sus propuestas intentaban impulsarla y desarrollarla, reim­plantarla entre los humanos y dejarle el camino expedito, sin fre­nos ni trabas. Si el papel del Estado y de los Gobiernos queda redu­cido al mínimo, como ellos pretenden; si las empresas deben campar por sus fueros sin control ni normas, y la educación de los niños depender tan sólo de los medios económicos y las peculiares creencias de cada familia; si la doctrina es que cada cual se las arre­gle por sí solo y el que sufra pobreza, o mala salud, o ancianidad desvalida, o impedimento físico o psíquico, o simplemente mala suerte, que allá se las componga o perezca, no me digan que esto no es una entronización de la ley del más fuerte, también llamada ley de la selva, a fin de que sobrevivan sólo los agraciados por la fortuna o por la naturaleza, los que nacen ricos y sanos, y -claro está- los depredadores más fieros. Una de las cosas que nos distinguen de los animales -a los hombres” creados por Dios”, según estos individuos-, es nuestra disposición a renunciar voluntaria­mente a parte de nuestro poder y de nuestra fuerza, a dotarnos de leyes que no condenen a la desaparición “natural” a los débiles y desfavorecidos, así como nuestra capacidad para sentir cualquiera de las palabras modernas -”empatía”, “solidaridad”- que han ve­nido a sustituir a otras más tradicionales, como “caridad” o “pie­dad” o “misericordia”. Pero, según buena parte de la actual dere­cha mundial, esos conceptos están de sobra, de tal manera que los que más dicen detestar a Darwin resultan ser, en realidad, los más fervientes partidarios de lo que él se limitó a describir y exponer.

Y esa no es la única contradicción o hipocresía flagrantes. Esa derecha que aboga por el “Sálvese quien pueda, y el que no púdra­se”; que se opone a la intervención del Estado para ayudar a la gente en apuros; que detesta la sanidad pública y la educación universales; que considera meros parásitos a quienes no se pueden valer por sí mismos o ya han nacido casi abocados a la margina­ción y la indigencia; que culpa a quienes enferman o se ven arruinados por el motivo que sea; esa derecha, digo, se reclama “cristiana” invariablemente. Y, o yo he olvidado mi catecismo, o el cristianismo predica con énfasis lo que sus supuestos representantes hoy repudian: la compasión, la piedad, la caridad y la misericordia.

Esperanza Aguirre, confesa admirado­ra del Tea Party que inspira y domina a los beatos candidatos republicanos, ha im­puesto recortes del salario a los funciona­rios madrileños que no puedan acudir al trabajo por enferme­dad. Se trata de luchar contra el “absentismo”, según ella, pero lo cierto es que un médico, un celador o un enfermero de hospi­tal público perderán el 40% de su sueldo a partir del cuarto día de baja; otros funcionarios, adscritos a otras consejerías de la Co­munidad de Madrid, tardarán más tiempo en perder y perderán algo menos. Pero a quien enferme de veras y durante largo tiem­po se le añadirá el castigo de ver muy mermados sus ingresos, precisamente cuando es probable que deba afrontar muchos más gastos. Sé de una maestra que lleva muriéndose varios me­ses, que no va a mejorar ni a volver al trabajo. Se está muriendo, ¿comprenden?, sólo le queda irse despidiendo y esperar a que suceda. Pero mientras agoniza y espera se ve condenada a ser mucho más pobre y a angustiarse más por la situación en que dejará a sus hijos. Si eso no es lo contrario de la piedad y la misericordia -si eso no es crueldad y ensañamiento con los desampa­rados y los desventurados y débiles-, que venga el Cristo al que adoran y que sea él quien lo vea.

JAVIER MARÍAS

El País Semanal, 19 de febrero de 2012

Y cuanto miedo dan los repúblicanos, cada candidato es más cazurro.
 
Respuesta: Cajón de sastre

Y el resto basura demagógica y maniqueísta, no te cortes.

Manu1oo1
 
Respuesta: Cajón de sastre

... pero absolutamente cierto. Pero siempre se carga contra el mensajero...
 
Respuesta: Cajón de sastre

que mensajero, las últimas 8 líneas son mentira.


y buen, todo ese "cristianismo" que algunos ven por todos los sitios yo apenas lo veo, y no soy creyente, algunos confunden sus obsesiones con la realidad.
 
Última edición:
Respuesta: Cajón de sastre

Vaya por delante que el texto de Marías me parece una mierda: mezcla churras con merinas, partiendo de proposiciones falsas.

y buen, todo ese "cristianismo" que algunos ven por todos los sitios yo apenas lo veo

Basta con abrir cualquier periódico: el atentado contra la galería Fresh, la iglesia pidiendo que no se suprima la asignatura de religión porque los niños que no la tienen caen en sectas y son más tontos, Gonzalo Pons diciendo que "cristiano" no es un término religioso, IU pidiendo el pago del IBI como hacen ahora en Italia...

El cristianismo en España está muy presente y tiene bastante poder.
 
Respuesta: Cajón de sastre

bueno, la Iglesia que pida lo que quiera, un estado democrtico peticiones hay por todos sitios.

la galeria Fresh lo he tenido que googlear, le doy la misma importancia que a los artefactos que estallan habitualmente contra sedes del PP (en Galicia sobre todo) sin repercusión alguna en los medios.
 
Respuesta: Cajón de sastre

bueno, la Iglesia que pida lo que quiera, un estado democrtico peticiones hay por todos sitios.

la galeria Fresh lo he tenido que googlear, le doy la misma importancia que a los artefactos que estallan habitualmente contra sedes del PP (en Galicia sobre todo) sin repercusión alguna en los medios.

:patatastraigo

No estoy hablando de esas noticias, que son otro debate. Hablo de que en España sigue habiendo mucha presencia de la Iglesia. Y ya no hablemos en los pueblos pequeños.
 
Respuesta: Cajón de sastre

Y lo de Fresh es una noticia relacionada con el cristianismo.... no puede ser tan difícil de entender.
 
Respuesta: Cajón de sastre

pero es que en España sigue habiendo mucha presencia de gente que se siente y define católica, ¿tan dificil es de entender?

y la asignatura de religión es optativa.
 
Respuesta: Cajón de sastre

pero es que en España sigue habiendo mucha presencia de gente que se siente y define católica, ¿tan dificil es de entender?

Pero si el que ha dicho que el "cristianismo" no lo ves por ningún lado eres tú. :disimulo

y la asignatura de religión es optativa.

¿Optativa a qué? Lo que es es tiempo perdido, además de absurdo y discriminatorio, y costeado por todos los españoles (incluídos los no católicos).
 
Respuesta: Cajón de sastre

que no haya una alternativa de calidad no es un problema de quien opta por la religión (y yo estudié ética cuando eramos 4 gatos, tampoco es que tenga interés especial)


sobre lo primero no es contradictorio, mucha gente confunde una presencia en la socedad de unas creencias con un poder establecido que no es tal, salvo, si acaso, manifestación de lo primero.
 
Respuesta: Cajón de sastre

a mí no me importaría que no se impartiese religión en la educación, pero entiendo que a mucha gente sí le importa y como simple opción que no impone a los demás, no veo el problema.
 
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