El huerto del francés, de Paul Naschy
Objeto de reciente recuperación y restauración, fue uno de los proyectos más personales del icónico actor del fantaterror patrio, aquí delante y detrás de la cámara para ilustrar uno de los primeros y más truculentos casos de nuestra crónica negra: a principios de siglo, un “francés” de origen y su secuaz regentan un local de mala fama donde los señores de buena posición buscan pasar un rato agradable en compañía femenina… para acabar como abono para el bien cuidado huerto del dueño. Se dan cita numerosas jamonas de la época (María José Cantudo, Agatha Lys) en esta peculiar, algo irregular, al parecer bien documentada y de largo muy española mezcla de picaresca, psicokiller, tenebrismo goyesco, melodrama culebronesco… en cuyo centro no está sino la imponente presencia, la mirada de Molina (subrayado esto con efectos de sombras). Compone a un individuo cruel, frío, no exento de magnetismo, que mantiene tras las apariencias una doble o incluso triple vida de amante esposo, proxeneta y asesino, rodeado de mujeres que adoran con fervor a semejante joyita, así como quien no quiere la cosa. Frente a la creciente culpa del amiguete, nuestro “héroe” mantendrá su completa ausencia de escrúpulos morales hasta el inevitable y trágico final que les espera.
Más allá del simple terror con punto gótico y de los ocasionales desnudos de rigor (estamos en pleno destape) asoma el abismo de las clases sociales a modo de dedo en la llaga. El resentimiento, el afán desmedido de medrar social y económicamente, de ser reconocido por los de arriba, son las motivaciones principales de nuestro hombre, que de algún modo se encarga de satisfacer los más bajos instintos de quienes le desprecian. Se intuye una crítica a la pena de muerte en cierta equiparación entre los crímenes de unos y la justicia de otros, sorprendiendo la actitud desafiante, la escalofriante dignidad de quien no deja de ser el peor de los monstruos. Se incluye además durante los créditos una ficticia tonada popular a modo de romance que testimonia los hechos. La secuencia de la humillación a la prostituta sólo es una muestra de lo mal que lo pasan las damas de esta película, sometidas a todo tipo de perrerías, engaños, sufrimientos… la puesta en escena de Naschy, por su parte, la veo correcta, pero su peli la lastra una tendencia al sensacionalismo y a la provocación con tal de tocar temas “prohibidos”; crudísima e infame la descripción de un aborto, así como la inclusión de un estereotipado homosexual que se aproxima a la paródico o chusquero.
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