Respuesta: Cine Español
Discúlpenme Cortés, discúlpenme los fans. Pero allá voy...
(Id, Rodrigo Cortés, 2006)
Una crítica hacia el mundo de los concursos de premios extratosféricos y como la letra negrita nunca se tiene en cuenta, precisamente la que conlleva a sus vencedores a un mundo de destrucción y por ende de infelicidad desconocida. Cortés da el salto a la gran pantalla con esta ópera prima donde la narrativa resulta excesiva y el centro de atención para dejar a un lado lo que realmente hace que la película funcione: el guión. En este caso el director cree poseer un estilo vanguardista, (supuestamente) agresivo, recurriendo a todo tipo de efectos, técnicas y juegos de cámara que lo único que consiguen es lastrar el metraje y marear más que ofrecer. Emplea todos y cada uno de los efectismos recurrentes para darle un empaque videoclipero donde Cortés cree poseer algo realmente bueno y digno de estudio.
Sin ir más lejos toda la película está plagada de un estilismo contraproducente pues lo que él considera transgresor o quizás revolucionario se queda en algo más bien artificial, algo que le cuesta convencer(me) de que lo que estoy viendo es algo importante o necesario para la trama o que simplemente puede ser la mejor opción para la narrativa de la historia. Todo lo contrario. Marea y se pierde. En uno de los momentos de la película el economista que le dará la clase vital de su vida al protagonista de la historia le dice que lo que menos necesita es un trapecista. Pues así veo yo las artes de Cortés. Un trapecista en la cuerda floja sin red. Es comprensible que pueda funcionar / puede que no. Yo me encuentro en el bando del segundo.
Porque contamos con una historia sencilla, encerrada en una filosofía psicológica sobre los (posibles) bienes y los (grandes) males de la supuesta felicidad procedente del dinero y la creencia de que el dinero soluciona los problemas. Pero la película intenta ir un poco más allá. Intenta exponer, en las mejores partes de la película, una clase didáctica, concisa y mucho más interesante de como la economía, los bancos, Hacienda y la ingenuidad del individuo no es tan clara como la pintan aunque sea más sencilla de lo que pueda parecer.
Reitero: Chete Lera como el economista que suelta verdades universales es lo mejor de todo el metraje. Sencillo, conciso y directo. Sus frases y diálogos son lo único interesante de toda la película. Porque es donde más interés por contar y donde hay más cine que en ese supuesto artificio visual al que nos somete el director (lástima que calce sin venir a cuento ese caballo blanco a modo de simbolismo artificial).
La película además cuenta con un humor, un estilo y una historia digna del mejor cortometraje. Un estilo que hubiese funcionado a las mil maravillas. Aquí se tercia en algo reiterativo, comenzando con una pequeña filosofía Kafkiana, donde el personaje es consciente de su situación aún estando ya muerto (no spoilereo nada, así comienza la película) pero tristemente no es más que una pequeña historia estirada para conseguir convertirlo todo en un largometraje.
No niego el esfuerzo empático de Leonardo Sbaraglia por convencer con su protagonismo y sus (supuestas) dotes interpretativas pero es que sinceramente no logro simpatizar con alguien como él. Y lo peor no es él. Si uno analiza friamente es simplemente un eslabón más en la cadena de personajes infames y envueltos (o inyectados) de un carácter estúpido, superficial e histriónico. Porque el filme intenta ir de serio cuando más bien es simple, intenta ir de cómico cuando más bien es chirriante e intenta ir de transcendental cuando más bien es confuso. Creo que me/nos ha intentado vender el traje del emperador.