Estos días de desconecte internetil me he visto 2. Sé que me he extendido un poco más de lo acostumbrado (sí, me he pasado un pelín, jeje) pero si no fuese así me dejaría muchísimas cosas en el tintero (sorry):
Alicia en el país de las maravillas:
[align=justify:2jjck9aw]Si hay algo que no se le puede negar a la película desde el primer momento en que nos adentramos en ese maravilloso y estrambótico mundo imaginario y cerrado es que tiene una inventiva increíble (claro que también podríamos achacarle el mérito más al libro que al filme en sí. También podríamos entrar en un claro y abierto debate de cuan fiel es la película al libro pero eso para otro día pues… no he tenido nunca la oportunidad de leerlo).
Desde pequeño que no pasaban ante mis ojos todas estas aventuras y todos estos personajes pero ya desde mi infancia siempre tuve una idea fija con cada pase y es que no entendía nada de lo que allí pasaba. Me gustaban muchísimo los dibujos pero no comprendía el porqué de la situación de según qué momentos o porqué sucedían las cosas de esa manera. Una vez llegaban los créditos finales siempre me dejaba una sensación de no haber contemplado una película sino un cúmulo de aventuras sin conexión entre sí más allá de que Alicia pasaba por ahí. Lo cierto también es que de esta película recordaba muchas cosas pero otras tantas se habían quedado en el olvido más absoluto, escenas que ya ni recordaba que existían y que me ha sorprendido / alegrado volver a encontrar. Escenas que ya iré indicando a lo largo de mi (extensa) crítica.
Los tiempos cambian y las percepciones, opiniones y comprensión son completamente distintas a las de cuando uno es pequeño. Vista por fin con otra mentalidad indicar que la película sigue estando igual, el tiempo no ha hecho mella en ninguno de sus fragmentos ni en ninguno de sus personajes o dibujos. Es increíble como ese mismo tiempo tiene a bien mantener en la perpetuidad según qué películas y esta es una de ellas. Comenzamos con esa puesta en escena idílica, en medio de un parque, con una fotografía digna del mejor 3D pues tiene una perspectiva, una profundidad y un colorido digno de ser enmarcado en un cuadro. Mientras la cámara va acercándose a la protagonista de esta compleja historia disfrutamos de un río claro, que se mueve perfectamente, unos paisajes repletos de color y que la cámara juega muy bien con ellos.
Alicia, una niña imaginativa, repleta de fantasías típicas de la infancia, desatiende la clase de historia de su hermana (un personaje muy bien perfilado, remarcado con esas facciones de adulto pues sus rasgos son muy serios) mientras que los de Alicia son más atractivos pero sin caracteres cómicos o cartoonescos como sí lo serán los del resto de personajes una vez entremos en toda la fantasía desbordante. La fisonomía, los rasgos y las formas serán muy parecidos a las de Wendy de Peter Pan (no así su carácter y estilo). Es gracioso que la canción de Alicia “en mi mundo”, una canción con una declaración de principios excelente, muy melodiosa y que transmite tranquilidad pero a la vez deseos de poder conocer esos mundos, no iba a ser así sino que iba a llevar la melodía, tono y estilo de la canción principal de los títulos de crédito de Peter Pan (cosa que luego desecharon). Alicia, ese personaje icónico de la cultura popular, con ese vestido tan remarcado, permanente en la cultura colectiva (vestido azul de delantal blanco) me sigue pareciendo un personaje algo encaprichado de sí mismo y un tanto mimado en maneras y modos pero que sigue siendo un personaje aceptable a las alturas que estamos.
La animación, en todo momento, guarda un estilo correcto y consecuente con la realidad de los tiempos que corrían en aquella época y es todo muy serio y acertado hasta llegar el elemento discordante que nos adentrará en el mundo de fantasía: ese conejo blanco, de rasgos muy bonachones, cómicos y con ese reloj de grandes dimensiones que a la vez nos hará querer saber hacia dónde se dirige con tanta prisa (ataviado de indumentaria y elementos humanos, cosa que sucederá en todos los personajes menos en uno: el gato “risón” que no contendrá indumentaria alguna). El sueño de Alicia se ha hecho realidad, un sueño simbólico y real a la vez pues aquello ya es pura fantasía. Una vez nos introducimos en la madriguera de conejo acudimos a un mundo completamente distinto, extraño, original y sin cordura alguna (el descenso lento por el agujero es realmente inquietante). A partir de aquí y una vez ha finalizado la película uno descubre que los diálogos, el guión y las historias, en sí, en general, no han tenido relación unos con otros pero de eso se tratan los sueños y pesadillas de cada uno. Nada tiene cordura con la realidad.
Claro que también uno debe permitir, en cierto modo o forma, que las cosas sucedan así pues si uno intenta encontrar algo de raciocinio es más que posible que se sienta defraudado o engañado in extremis. Lo gracioso del tema es que las cosas que aquí acontecen tienen salero en la forma de ser narradas y cada pequeña historia que puebla la película en sí tiene ese qué para ser, como mínimo, recordado con una pequeña sonrisa en el rostro. Nos encontramos con esa pequeña aventura con el picaporte (una escena muy bien plasmada con las perspectivas y tamaños – algo que sucederá en casi toda la película, con la sensación de irrealidad y pérdida de coherencia con todo). Como las lágrimas de Alicia se convierten en mar y el picaporte se lo traga para ir a parar a un mar real (aquí descubriremos otro personaje extraño pero a la vez simpático: El sr. Dodo). Hilarante ese intento de secarse alrededor de una roca mientras el agua los sigue mojando. Uno de los momentos más hilarantes de los muchos que hay.
Luego vendrán Tweddley Dee/ Tweddley Doo, personajes clónicos, muy graciosos que nos contarán esa historia tan tremendamente triste (con moraleja incluida, como no podía ser de otra forma) que es la terrible historia de las ostras (historia, que por cierto, había olvidado por completo, ya no la recordaba). Personajes tan caricaturescos como son la Morsa – impactante como convence a esas pequeñas, con un engaño tan elaborado y un baile tan Flautista de Hamelín – o ese carpintero interesado y bobo a la vez. Dos personajes muy típicos de la factoría Disney pues su animación es muy típica de la lista interminable de cortos perfectos. Luego vendrá la escena de gigantismo extremo con la casa de conejo, donde volverá a salir el sr. Dodo (una escena que creo que lo único que consigue es retardar el ritmo de la película pues en sí, al menos bajo mi punto de vista, no aporta gran cosa a la historia pues ya hemos visto a Alicia crecer unos minutos antes). Indicar que Bill, la lagartija deshollinador me ha recordado demasiado a la lagartija amable de Los rescatadores en Cangurolandia, no me extrañaría que hubiesen utilizado su diseño.
Dejamos atrás estas historias y entramos en la escena más bonita y que más me conmueve desde siempre, que recordaba así y que me ha alegrado volver a encontrar. Es una escena donde todo es perfecto. Es la escena del jardín, con tanta variedad de plantas y tan bien representadas. Me maravilla como según la flor le atribuyen un carácter más duro, más cómico, más grácil, más animado, etc. Pero la escena crece con la maravillosa canción “la fiesta del jardín”. Es una canción preciosa, muy bonita, con un montón de registros y todos increíbles (la forma de plasmar la canción con esa animación tan bella es quizás de lo mejor de la película, con permiso de un par de escenas que estarán por llegar). Lo increíble es que las flores, al descubrir que Alicia no es una flor, se vuelven agresivas y racistas (algo muy fuerte y que no caía en ello cuando era pequeño). Incluso la humillan mojándola y la expulsan de su lado. Quizás la escena más real de todas.
Y aquí viene otro de los personajes que más olvidados tenía de la historia. La oruga fumadora. Un personaje extraño, un peculiar ser cuya gracia está que habla con letras de humo (“¿Quién eres tú?”) pero que más allá de la anécdota y de la gracia de su forma y modo creo que tampoco aporta gran cosa a la película. Sí hace gracia las extrañas formas y maneras de su diálogo pero nada más, al menos conmigo no logra ser un personaje destacable después de todo. Dejando atrás esta escena nos encontramos con un mítico personaje: el genuino (y extraño) gato “risón”. Un personaje muy intrigante, difícil de describir, pues cuesta acomodarse y comprender sus métodos y modos. Magistral como su presencia siempre será remarcada por esa sonrisa de media luna, esos dientes tan grandes, esa risa estruendosa y lunática al mismo tiempo pero lo mejor del caso es que aunque no lo entendamos nos gusta. Más tarde nos introducimos en la parte más divertida, hilarante, jocosa e ingeniosa de toda la película. Toda la escena del Sombrerero loco y la liebre. Dos personajes dignos del mejor estilo / humor de los Hermanos Marx o Tip y Coll. Un humor endiablado, irónico, afilado, perpetuo y digno de los mejores elogios (frase tras frase me he reído como un tonto, quizás donde más, con risa sincera y locuaz, no podía parar). Esa magnífica canción “Feliz no cumpleaños”, divertida por su sincera realidad o esa manera de destrozar el reloj del Sr. Conejo (perfecto: desgranando todas las piezas, metiéndole de todo – mantequilla, azúcar, limón pero no mostaza pues no es un sándwich (brutal, imposible no reírse con ello)) descubriendo que no funcionaba porque “eso era lo que tenía: dos días de atraso” y con diálogos incoherentes entre sí junto con la anécdota de que Alicia nunca toma té aunque lo intente en muchas ocasiones podría decir que si la escena de las flores es la más bella de todas la de El sombrerero loco y la liebre es la más divertida y la más completa en todos los sentidos.
Seguimos a Alicia sin seguir comprendiendo porqué pasan todas estas cosas o porqué todo este mundo tan personal y a la vez tan extraordinario no tiene coherencia en ninguno de sus pasajes (de ahí que nos adentremos en otro fragmento completamente onírico como es ese bosque donde los animales tienen forma de herramientas o utensilios cotidianos: magia en estado puro cuando todos los objetos animados desaparecen con las lágrimas). Y por último, ante la siguiente aparición del gato, acudimos a la escena final de la película, la escena quizás más recordada de todos los tiempos(al igual que su personaje): el mágico mundo de la reina de corazones. Todo es maravilloso y siniestro a la vez pues que un personaje decida decapitar a todo aquel que no le complazca es demasiado retorcido incluso para una película animada de esta índole. La canción “las rosas hay que pintar” es una canción muy divertida y muy marchosa pues nos presenta las maneras y modos de la reina (sin haberla visto aún).
El ejército de naipes, perfectamente plasmados y coreografiados, es digno de aplauso, perfecto, transmitiendo ese militarismo rígido e intransigente (sólo hay animación amable en los naipes que pintan las rosas). La presencia de la Reina de corazones es gloriosa, con esos rasgos que la afean, con un carácter que sería la locura y un prestigio absoluto para cualquier psicoanalista y un deleite enfermizo por eliminar a sus súbditos que no cumplen con sus caprichos y haciendo del rey un calzonazos de altura (de ahí que su tamaño sea enteramente desproporcionado con ella). El partido de cricket, con esos flamencos realmente alocados, es quizás casi una cortina de humo para acabar en el juicio más extraño de la historia universal pues… ¡se declara a Alicia culpable antes de escuchar a los testigos! Pero cuando estos acuden, siendo sus testimonios más estrambóticos que el juicio en sí no puede uno hacer otra cosa que admirar y aplaudir.
Cuando Alicia despierta después de esa agobiante persecución, quizás lo más extraño de toda la película, pues damos saltos en el tiempo, en los escenarios y con los personajes entremezclados, descubrimos que la hemos acompañado en el viaje más extraño de toda la factoría Disney sin haber sacado nada en claro. Un sueño que en sí nos demuestra que las fantasías de una niña no tienen que ser de por sí coherentes. Eso es algo que no comprendía cuando era pequeño: que los sueños son siempre oníricos, que no tienen explicación alguna. Aunque sigo pensando que la película podría tener algo de cordura pues no hay relación tangible entre una escena y otra, que a la película en sí cuesta cogerle el aprecio y el cariño que se le suele tener a otros clásicos y los personajes no son del todo coherentes en comparación con otros de otras películas no se puede negar que dentro de esa imaginación desbordante sí pueden llegar a conseguir quedar en el recuerdo como son el Sombrerero Loco y la Liebre, el Gato Risón, la reina de corazones o el Sr. Conejo y que el filme, dentro de lo que cabe, sí sabe marcarse un tanto en cuestión de que, como mínimo, no engaña en su propuesta y no engaña en su resultado, que eso, a estas alturas, ya es el todo. No ha pasado a ser de mis favoritas pero sí que ha logrado subir un tanto mi aprecio por ella.[/align:2jjck9aw]
El libro de la selva:
[align=justify:2jjck9aw]Obra maestra (y ya van…) de la factoría Disney – la última que supervisó el maestro antes de fallecer – la cual siempre me ha parecido perfecta, en todos los sentidos y en todos los aspectos. La película sigue estando igual de fresca como la última vez que la vi. Se nota el cariño de los animadores, el arte de los dibujos, de los escenarios, el mimo en los personajes y el respeto por la historia, dotando a la película de un ritmo y una aventura que nunca cesa, que sabe estar a la altura del momento y que nos traslada a un mundo idílico, perfecto y embriagador pues tanta belleza es difícil de contemplar en un solo visionado.
La película nos adentra en el clásico literario de Rudyard Kipling, el mítico “El libro de la selva”. Llama la atención que a diferencia de la mayoría de clásicos aquí los títulos de crédito carecen de canción distintiva o propia siendo la protagonista una BSO muy melodiosa, muy templada pero con fuerza y carisma. La presentación del escenario es la apoteosis, la maravilla personificada, la maestría hecha animación. Esa catarata, llena de fuerza, la vegetación, con esa frondosidad y esa perspectiva con profundidad de campo, esas plantas, esa frescura en el ambiente… está todo tan bien dibujado que ya con los decorados nos vale para admirar y aplaudir ante tanta experiencia con el mágico mundo de la animación.
Algo que siempre me ha gustado de esta peli, entre tantas y tantas cosas, es que los secundarios son más protagonistas casi que Mowgli. El primer personaje principal será Bagheera, esa pantera sabia, llena de buenos conocimientos y buenas intenciones, una delicia de dibujo animado, un Pepito Grillo, si se me permite la comparación, que siempre está ahí y que su corrección y sapiencia convence y conmueve. Su narración en voz en off es maravillosa, un paradigma del buen cine. Algo que siempre me ha gustado de esta escena es como Disney ablanda y transforma el instinto animal de supervivencia en el instinto protector del dibujo animado pues Bagheera decide proteger a Mowgli dejándolo al cuidado de la manada de lobos (perfecta recreación de ese bebé metido en una cesta, transmite tanto en tan pocos segundos que nos conmueve y nos convence, de todas a todas).
La película no cesa nunca, jamás. Sigue adelante, sin apenas tropezones ni falta de ritmo y lo mejor de todo es que cada cambio de escena tiene su personaje secundario, a cada cual más perfecto, con esos diseños y esa caricaturización bonachona y blanda en cada uno de los personajes a excepción de la reunión de los lobos, con un diseño perfecto (un momento exquisito, con una iluminación oscura, azulada y seca) para encontrarnos con Kaa, esa serpiente sibilina, manipuladora y un puntazo de dibujo animado (su diseño será muy parecido a Sir Jhis, de Robin Hood, al igual que la manera de hipnotizar, película, que por cierto, utilizará muchos fragmentos de metraje, ideas y diseño de personajes de esta, de ahí que se notase la carencia de ideas en aquellos momentos). Su manera de oprimir e intentar comerse a Mowgli es realmente inquietante y perfecta en realización pues así es como realmente matan las serpientes de esa especie.
Hago aquí un alto para comentar que Mowgli, ese niño escuálido y de corte de pelo extraño, siempre me ha parecido un secundario en toda regla pues aunque es cierto que es el protagonista de la película y de la historia el carácter y el diseño de los demás personajes siempre me ha parecido muy superior. No quiero decir con ello que sea un mal personaje, jamás se me pasaría por la cabeza tal cosa, pero no es ni de mis favoritos ni me parece uno de los mejores de la factoría.
Pasamos por la marcha de los elefantes, una escena que siempre me ha parecido la menos interesante de todas pero que contiene unos personajes divertidos e inocentes (el diseño y la variedad de los elefantes me gusta muchísimo). Su canción, “la marcha de los elefantes”, es muy pegadiza, con mucho ritmo pero no es la más recordada o la que más se tararee. Ahora, es muy divertido ver la inventiva de plasmar el cargo y la marcha militar en un conjunto de paquidermos.
Seguimos las aventuras y el intento desesperado de esta gran pantera por llevar a este “cachorro humano” a la aldea del hombre, a la civilización de su especie para encontrarnos con el personaje más emblemático de toda la película, Baloo. Su canción, “Busca lo más vital”, es toda una declaración de principios e intenciones. Una canción que ya con el primer acorde nos transporta a un mundo de diversión y fantasía. La simbiosis que hay entre personaje y canción es maravilla en estado puro. Baloo, un vividor con aires de grandeza pero de muy buenos sentimientos será, a la postre y entre comillas, una mala influencia para los buenos consejos de Bagheera pero esa ya da igual. El personaje está creado de tal forma que su forma de ser, sus frases, sus maneras, sus andares y su diseño nos convence de todas a todas. Es el secundario perfecto (pero lo increíble es que aún falta más. También indicar que el diseño de Baloo se utilizaría para Little John de Robin Hood).
Pero no puede haber dos sin tres y como enlazan el relax en el río, entre los dos nuevos amigos, con esa plasmación del agua, real y casi tangible, con el secuestro y presentación del Rey Louie es magistral, toda una clase de realización en guión y tempo. El mundo de ese lunático orangután es magnífico. Otra de las escenas que siempre me ha gustado ya desde pequeño porque es una escena que es perfecta en todos los aspectos. Nos adentran con la canción “Quiero ser como tú” (¿Quién no la ha cantado y bailado alguna vez?). Una canción que engancha desde el primer momento, que tiene ritmo, con toques de Jazz y Swing como pocas en la historia. Pero ya no es sólo la canción sino la animación que hay mientras la escuchamos – extraordinario y divertidísimo ese personaje secundario de pelo blanco roba escenas de campeonato. Esa manera de ir subiendo peldaños y esa manera de bailar es impagable. Esa intención de conseguir el fuego para ser humano a cambio de conseguir que el niño se quede en la selva es incomparable. Pero cuando acaba la canción nos encontramos en una persecución a contra reloj frenética, sin parangón, que deja boquiabierto a cualquiera (lástima que casi toda la plantilla ya estuviese en el mediometraje de “El Sr. Sapo” pero casi que se le perdona). Ver al Rey Louie intentando evitar el derrumbe de su ciudad es algo que de tan patético conmueve y te hace llorar de risa, garantizado.
Hasta aquí la película sigue estando perfecta, con la dosis justa de aventura, acción y humor pero dejamos paso al melodrama blando como esa reunión entre Bagheera, la voz del conocimiento, razonamiento y sabiduría y Baloo, la voz del corazón y los buenos sentimientos. El paraje es perfecto y las frases están llenas de sentimientos. Disney supo jugar muy bien con ellos, cierto que son un poco maniqueos pero con buenas intenciones en fondo. Excelente como la iluminación pasa de ser más oscura a más clara hasta llegar al amanecer porque parece real. Pero la cosa no para aquí sino que sigue con ese paseo matutino entre Baloo y Mowgli provocando la huída desesperada en plena selva (una selva que aquí ya se convierte en realidad pura pues es más frondosa, con una extensísima variedad de plantas y vegetación, con rayos de sol filtrándose entre las hojas y que para mi gusto es uno de los mejores escenarios dibujados en una película Disney).
Nos encontramos, por primera vez con Shere Khan, uno de mis villanos favoritos de la historia. Su diseño es maravilloso, perfecto, sus rasgos son angulares, pérfidos, gruesos (cómo muestra las uñas o como pone los ojos, entornándolos según la escena, dotando al personaje de una villanía letal y a la vez animal, digna de la mejor fauna, y a la vez implantándole rasgos cómicos y caricaturescos) aparte de ser un traidor y un villano temido. La segunda incursión de los elefantes, en este caso, yo la habría hecho más escueta y el encontronazo entre Kaa y Mowgli igual (la canción “confía en mi” es muy siniestra y a la vez hipnótica, al igual que los métodos de la serpiente) pero no importa mucho porque la reunión entre el tigre y el reptil no tiene precio por todo, desde la animación hasta los diálogos (esa manera de mostrar las uñas y meterlas dentro de la nariz es impagable).
El color, el tono y el ritmo se vuelven más melancólicos, casi dramáticos. Ese paraje desolador, solitario, al igual que ese niño desvalido que no tiene nadie en quien confiar, es de un color gris, como la soledad. Hasta aquí todo había sido color, vida, risas y aventuras pero el dramatismo más absoluto se hace patente. De ahí que los secundarios sean unos buitres, con un look muy parecido a los Beatles (“¿Qué vamos a hacer?”). Su canción “Amistad” es muy melancólica en sus comienzos para luego pasar a un estilo muy parecido al estilo de las canciones del mítico grupo (la canción original era mucho más fiel a la esencia de sus canciones). Con un final muy fiero, con una rabia y una tensa acción entre el villano más pérfido y el amigo más leal, sin dejar atrás ese monólogo lastimero y triste (ambientado con esa aureola de perpetuidad e inmortalidad) llegamos al final de la historia.
Un final real como la vida misma. La parte que demuestra que el dicho castizo “tiran más…” es más certero que el sentido de la vida más humano. La presentación de esa niña, al son de “en mi hogar”, una canción remarcada con cantos muy vibrantes y cálidos, le enseña a Mowgli el camino a ese mundo que tanto ha estado evitando, un mundo que desconocía y temía. Es tan real ese hipnotismo en el que se encuentra ese niño ante la belleza inocente y profunda sin parangón de esa niña que no duda ni un segundo en abandonar todo por lo que ha luchado y venerado convirtiéndose, con esa entrada tímida en la aldea del hombre, en un futuro hombre de bien.
Es otro clásico atemporal, por el cual el tiempo tampoco pasa. La historia está muy bien llevada, sin excederse en la sensiblería boba que quizás le hubiese quitado la magia que contiene. Los personajes no son esquemáticos ni simples, cada cual con un carácter propio, como si fuesen personajes de verdad. La BSO es ejemplar. Tanto las canciones, que son pegadizas y eternas, como la melodía de las escenas, siendo muy melodiosa y ambiental en la mayoría de los casos logrando que sea una pieza más del puzle. Su ritmo, en su justa medida, ni muy lento ni muy rápido y siendo exacto en la medición, al igual que los escenarios, hacen de “El libro de la selva” un clásico marcado a fuego en el tiempo y el Olimpo de los grandes títulos Disney sin pecar de ingenuidad o cariño nostálgico. El mérito es todo suyo.[/align:2jjck9aw]