Respuesta: Clint Eastwood. El post.
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Sin perdón (
Unforgiven, 1992)
Destruyendo (perfectamente) el mito.
Así veo yo “Sin perdón”. Clint Eastwood, que se nota que transpira western, pólvora e iconismo por todos los poros de su piel decide explotar desde los cimientos el mito del héroe anónimo y acabar contando la verdad.
Una verdad dura, melancólica y sobre todo humana. Así lo plasma el maestro en varias escenas a lo largo y ancho del metraje de este puntal clave del género y del cine serio y fundamental de los 90.
Se podría empezar por el mismo William Munny (interpretado magistralmente por Clint). No conocemos en primera persona la vida previa al comienzo del metraje. Sólo sabemos que fue un auténtico badass, que no le importaba apretar el gatillo contra mujeres y niños y que disfrutaba haciéndolo, con la botella al pimple y sin remordimiento alguno. Pero la película empieza enterrando a su esposa, a su salvación y vive con ello. Así como el Joshie Wales de “El fuera de la ley” (podría pasar por una continuación de aquel personaje) aquí también interpreta a un granjero con serias dificultades para sacar adelante su granja y su familia. Un mito reventado. El pistolero tiene familia y encima cuida de ella.
Pero podríamos continuar por la desmitificación de casi todos los personajes de esta historia. Billy el inglés (imprescindible Richard Harris) quien viene acompañado de su biógrafo personal (y es presentado a través de novelas gráficas como un héroe frío como el acero) y se descubre que no es más que un ser cobarde, rastrero y a la vez humano que vive de su gallardía fantasiosa impresa en papel. O el héroe que se hace viejo y necesita ayuda contando con un amigo de fechorías (Morgan Freeman) que intenta redimir también su pasado, a su manera, y con un chaval que vive de la gallardía de matar pero no ha apretado el gatillo en su vida y que está ciego (en todos los sentidos) por hacerlo.
Un western crepuscular, tan grande como el mismo que abre la película, que muestra una vez más, como a Eastwood le gusta,
la humanidad que hay detrás del hombre que aprieta el gatillo frente a sus enemigos. Eastwood es un hombre que vive para salvar al inocente pero sin preocuparse en eliminar a cuantos hombres pueda o necesite. Y otra vez más rompemos el mito. Aquí, Will es un hombre que se arrepiente de su pasado, que (mal)vive con sus pecados pasados, que no desea volver a quitar una vida. Como bien dice en una de sus frases “Matar es muy duro”.
Eastwood se torna poético a través de la cámara y el guión (un guión que fue rondando durante mucho tiempo hasta tomar forma) y siempre con la figura de su fallecida esposa presente en cada uno de sus gestos y decisiones. Una mujer que no tenemos el gusto de conocer, sólo en un montículo bajo un árbol en un atardecer precioso.
Pero su carácter está tan marcado a fuego en la vida de Munny que será quien lo guíe en todas sus decisiones (el momento en el que Munny rechaza los servicios de la prostituta por respeto a ella son tan fuertes y bellos al mismo tiempo que es imposible no sentirse conmovido).
De ritmo pausado, como se paladean las grandes obras, y sin necesidad de florituras ni poses innecesarias pero con una cámara envidiable, de técnica perfecta, “Sin perdón” es, desde luego,
una oda a la parte salvaje del ser humano y de cómo, según las circunstancias y el momento adecuado está en nuestra mano dejarla florecer o retenerla como un caballo. Pero Eastwood es un hombre de acción, un creador de héroes (a su pesar) y da lo que todos estamos esperando.
Y si hay que hacerlo que mejor que crear una historia cruda y directa: dos malas bestias le cortan la cara a una prostituta y por ende el hombre trata a la mujer como ganado (nada más hay que ver cual es el castigo por tan indescriptible acción). Y aquí es donde Eastwood juega sus cartas de una forma magistral. ¿Cómo? Presentando la villanía del ser humano con la forma de Gene Hackman interpretando a un sádico y despiadado Little Bill que no duda en emplear la violencia y la ley a su antojo sin dar protección al vaso más débil, en este caso la mujer.
Como ya hizo Eastwood en “El jinete pálido”, su vena más justiciera frente al ser desvalido (en este caso una mujer) vuelve a florecer. Y como reza el título, no puede haber perdón para nadie: ni para quien emplea la injusticia ni para quien abusa de ella pero sobre todo para quien intenta huir de su propio pasado como es el caso de Munny.
Esa explosión de violencia descontrolada en el climax final donde los demonios interiores florecen a punta de pistola es uno de los finales más impactantes del género y de la filmografía de Eastwood. Y al igual que la figura del predicador, Eastwood desaparece primero ante una intensa lluvia y luego desapareciendo del lado de su esposa en el último plano.
Eastwood planifica y expone como se hacen los clásicos: templado, recurriendo a campos abiertos (la fotografía y las localizaciones son perfectas, como si de una leyenda eterna se tratase). Añadiéndole una BSO melancólica, apagada pero haciendo incapié en los sentimientos y emociones, Clint Eastwood, el maestro consigue un pedazo de cine que una vez hayamos fallecido y desaparezcamos en el recuerdo, aún ahí, “Sin perdón” seguirá siendo un clásico inmediato pero sobre todo atemporal.