Respuesta: David FINCHER
“Es Zodiac quien habla…”
Si hay una sola palabra que pueda resumir el “Zodiac” de Fincher esa no es otra que obsesión. Obsesión que acaba convirtiéndose en el vicio y perdición de todos y cada uno de los integrantes de esa magistral obra maestra de la década pasada. Da igual del tipo que sea. Personas obsesionadas con dar caza a un asesino en serie, personas obsesionadas con el alcohol y la droga, personas obsesionadas con matar por el mero y simple hecho de ser figura de portada y captar la atención en los medios de comunicación.
Con un ojo clínico, paulatino y exponiendo con todo lujo de detalles las investigaciones policiales en las cuales está basada esta magna obra, Fincher dedica con esmero y sin reparar en detalles todos y cada uno de los acontecimientos acaecidos en torno a uno de los asesinos en serie más buscados y que por circunstancias de la vida, por la falta de compenetración, por la inteligencia oculta en un verdugo de aspecto paleto y retraído que supo jugar con todo el mundo y por contar con la falta de medios acabó convirtiéndose en uno de los pocos serial killers que logró eludir la justicia más allá de la lógica aparente.
Una película de dos horas y media que acaba convirtiéndose en un documento gráfico sin precedentes, con tal cantidad de datos, nombres, lugares, fechas y situaciones que uno debería ir con una libreta y bolígrafo para no perder el hilo de todo el caudal de información recibida. David Fincher crea una historia amparada en un triángulo de investigación de distinto alcance. Entre un policía (excelente Ruffalo), un reportero (brillante y roba planos Downey Jr.) y un boy-scout inteligente pero obsesivo hasta lo imposible convertido en dibujante del diario local (perfecto Gyllenhaal), todos llegan hasta el máximo sabiendo que en lo que se encuentran metidos puede llevarles a perderlo todo.
Fincher siempre me ha convencido mucho más cuando se adentra en el género del suspense, con esa sordidez y crudeza pero sin pasar a lo grotesco gratuito. Zodiac es la plasmación de cómo las generaciones, la situación social, la inocencia acaba truncándose por un mal mayor. Y la película le hace a uno pensar hasta donde puede llegar la incompetencia y el no hacer las cosas con el pretexto del ego. Y lo más triste de todo es que aún teniendo la verdad delante, las razones válidas para dar caza a un monstruo, por mucho que todo encaje cual puzzle, todo está atado con la cadena de ser “casos circunstanciales” (excelente momento donde Gyllenhaal narra paso a paso las fechas de las cartas recibidas ante un Ruffalo atado de pies y manos pero que acaba convencido de que ha estado todo el tiempo delante del único sospechoso).
Una película inteligente que no tiene la necesidad de recurrir a la sangre y la casquería para causar la perplejidad y la malsana sensación de habitar un lugar donde ronda un asesino sin posibilidad de escape. El guión juega perfectamente con esa sensación de misterio, con esa sensación de no estar libre de morir a manos de cualquiera: la escena del sótano, quizás la más llamativa y recordada al respecto, juega perfectamente con nuestra psique. Sabemos que es imposible que ese hombre de pose y voz siniestra sea el asesino pero tan sólo hace falta entrar en un sótano oscuro y apagar una bombilla para acabar en las fauces del lobo.
Zodiac, el asesino que se acabó convirtiendo en un fenómeno social sin precedentes y que deparó una cultura alrededor consiguiendo ser, incluso, el elemento clave en el cine de acción policial de los 70. Sin ir más lejos, una de las películas en las que se encuentran los protagonistas de la películas, es “Harry el fuerte”, cuyo asesino letal se hace llamar Scorpio.
Vemos como es un asesino que requiere / necesita / exige la atención a través de claves encriptadas, cartas anónimas a los periódicos, contacto con investigadores a través de la televisión. Eran otros tiempos. La fama efímera de una mente desquiciada. Y cuando todos creemos que el asignarse un apodo – sobrenombre tan exotérico nos damos cuenta que no es tan fiero el león como lo pintan. Una marca de reloj, una mira objetiva o el plano de un celuloide son válidas para encajarlo todo dentro de una fantasía que gira siempre en torno a lo mismo: cine, espectáculo, exposición y por más que lo analicemos jamás daremos con la razón o clave exacta de su empleo y significado. Es la ambigüedad pura de la existencia.
La ambientación lograda para esta película lo es todo. Desde esas calles digitalizadas (unos efectos especiales deslumbrantes por la total ausencia de su presencia), esa ropa, esa ausencia de desconfianza en la gente hacia el vecino: brutal la secuencia donde la mujer sube al coche del asesino. Ese grito es tan conciso y directo. Añadiéndole una BSO amparada en temas musicales icónicos en sí mismo.
Y si bien es cierto que en Se7en no éramos testigos del asesinato sino simples espectadores del lugar del crimen, aquí la violencia empleada y los asesinatos (a excepción del acontecido en el lago) es más bien seca, cruda pero nunca desagradable in extremis, demostrando una vez más que Fincher no disfruta ni abusa de lo grotesco más allá de lo necesario. Lo que aquí importa son las vidas de los que tuvieron que darle caza y para ello no reparará en gastos, métodos y técnicas para que nos adentremos en sus vivencias, sufrimientos (personales, familiares, populares y cotidianos) para demostrar como es el día a día en un caso de difícil deducción y solución, a la vez que consigue un retrato lo más fidedigno posible de unos tiempos y uno de los más sórdidos casos de la América de los 70.
Por ello es imposible no mencionar al gran Harris Savides, con un montaje espectacular, conciso, frío (en el buen sentido de la palabra) y que no escatima en ofrecer lo justo y necesario en cada momento y no decaer en aburridas declaraciones. Porque a la postre esto es una especie de documental vivo, un documental que no escatima en ofrecer paso a paso todo lo que aconteció, sin olvidar nada (incluso plasmando a la perfección esa paulatina rutina que hace que, tristemente, nos olvidemos sin quererlo de lo más doloroso y se acabe convirtiendo en un recuerdo pasado) y procurar darle un empaque digno y meritorio del aplauso de la crítica.
Su clasicismo, su aroma a cine con mayúsculas, como se hacían los thrillers de sólida realización y gusto a exquisito, con esa fotografía perfecta con ese tono cálido para los interiores pero fría, rota por la luz del exterior, como si de un lugar lúgubre y terrorífico se tratase (la caravana del supuesto asesino, el interior de los coches, el sótano, etc.) hacen de Zodiac una obra maestra sin paliativos y uno de los 3 mejores trabajos de Fincher hasta la fecha.
Spike Lee lo intentó con su “Sumer of Sam”, (S.O.S, un reclamo para algo incomprensible), pero tristemente no consiguió ofrecer, aún viéndose muchos aciertos, algo tan sólido como este filme.