Lo que me pasas es una porquería.
¿Y éste? ¡Habla un Francés!:
Así innovó Hitchcock la técnica cinematográfica | Notas | Sector Cine
¿Cómo es que Alfred avivó el suspenso? Diferenciándolo de todo lo que no es, aceptando que el
thriller no es terror, que no busca causar un impacto o susto momentáneo, sino generar tensión, adentrar al espectador a un trance en el que no sabe lo que le espera,
combinando de manera precisa la estructura con el lenguaje cinematográfico, la música con la imagen, innovando el encuentro de la técnica con el arte:
"Para protegerse del público, Hitchcock acometió la tarea de seducirlo aterrorizándole, haciéndole reencontrar todas las emociones fuertes de la niñez, de cuando se juega al escondite tras los muebles de la casa tranquila, cuando estaban a punto de atraparte en la gallina ciega, cuando por las noches, en la cama, un juguete olvidado sobre un mueble se convertía en algo inquietante y misterioso [...] El suspense es, antes que nada, la dramatización del material narrativo de un film o, mejor aún, la presentación más intensa posible de las situaciones dramáticas." - François Truffaut
De la revista "Ya no tan de moda" JOTDown:
– La esencia del cine
El lenguaje
El cine es una escritura con imágenes en movimiento y con sonidos. (…) Las imágenes de una película no tienen poder ni valor más que por su posición y por su relación. (Robert Bresson).
Los lingüistas afirman que el lenguaje es un sistema estructural, en el que cada uno de los elementos se define por sus relaciones con los otros, de forma que el sistema no se explica solo por la suma de los elementos, sino por la suma de los elementos más la suma de las relaciones que estos mantienen entre sí. Y es precisamente el montaje lo que convierte al lenguaje cinematográfico en una suerte de sistema estructural, dado que sirve para relacionar cada plano individual con todos los demás planos de la película. En cine, los planos por sí solos no tienen demasiado valor, porque el sentido de cada plano se define por las relaciones que se establecen, mediante el montaje, entre él y los demás planos de la escena o la película. Es por eso que la escala o el ángulo de un plano individual no tienen un significado concreto y cerrado, sino que su significado se determinará en comparación con la escala o el ángulo de todos los demás planos de la película. No hay encuadres independientes, sino un conjunto de planos interdependientes conectados por el montaje. Así, la película (el sistema) no se explica solo por la suma de planos (elementos), sino por la suma de planos más la suma de todas las relaciones que estos mantienen entre sí. Montar no es pegar un plano detrás de otro, sino sobre todo establecer conexiones entre cada plano y los demás para construir sentidos por comparación o por contraste. Esa es la gramática del cine.
Joder, me has pegado la tontería de las CITAS.
Lo que subrayas no lo dijo François Truffaut, sino el autor del texto de la página. Lo de Truffaut es solo lo que está entre comillas.
Pero sí podemos hablar de Jacques Rivette, que lleva repitiendo toda su vida que el cine no es un lenguaje. Incluso se lo recordó Serge Daney en Cinéma, de notre temps: Jacques Rivette. Le veilleur y Rivette volvió a confirmar lo que llevaba diciendo siempre, que el cine no es un lenguaje.
Curiosamente, si leemos el primer artículo de Rivette como crítico, publicado por el Bulletin intérieur du Ciné-club du Quartier Latin en enero de 1950, descubrimos que no le negaba al cine la condición de lenguaje, pero lo concretaba de tal manera que, realmente, es como si se la hubiera negado desde siempre.
"‘Content’, in its natural effort to express itself, becomes form and language: the living organism is not formless (only the artificially animated is). An act of faith is demanded: in natural power, in the vital force of the interior universe to be born to the sensible world and to express itself, naively: the fact of passing into being, into appearance,
shapes it automatically—at least, if no ‘regret’, no prejudice, no complex, no (paralyzing) stench of the ancient rhetoric throws off the game, the magnetic field of the natural miracle, and if no apprehension, no impatience, no lack of faith causes the hand guiding the camera to tremble. We’re suffering from suffocation, from rhetorical intoxication: we have to go back to another cinema—transcription onto celluloid, simple ‘writing’, the establishment of a universe and its concrete realities, without personally interfering with the machinery (…). Simply to inscribe onto film the manifestations, the mode of life and being, the tiny individual cosmos; to film coolly, documentarily; to let the universe live, while the camera is reduced to the role of witness, of the eye. Jean Cocteau was right to introduce the notion of
indiscretion: it could not be better said. One must become a ‘voyeur’. When we stop looking for them (‘You wouldn’t have found me if you had looked for me’), visual discoveries follow one another non-stop, in the link that successively observed phenomena have between them, and in their relationship to a gaze they don’t suspect: they are not acting for this gaze. They are in their natural state."
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"Film certainly is a language, and a profoundly signifying one. But it is a language composed, precisely, of concrete signs, which resist being reduced to formulas. It seems unnecessary to recall the unity of the frame, of the take: irremediable record of the instant. There lies the mistake of every literary approximation (grammars, syntaxes, morphologies) no matter how well intentioned. Invariably, systematization neglects, a priori, the complexity of sensible reality as it mounts its theoretical edifice. In this medium, it cannot have grammars, or rule-bound syntaxes, but only empirical routines, hasty generalizations. No shot can be fit to a formula that misses its rich complexity, the virtuality and power that, in their very confusion, are the reality of the shot’s existence. If we attend to this, we can discern some of the lines of force that orient by dint of following the direction taken by the sensible particulars (which remain imponderable) of the magnetic ‘field’. This is nothing at all like words, like abstract and conventional signs, which are organized according to stable rules. A shot always remains on the side of the accidental, of a momentary success that cannot be repeated. A sentence, conversely, can be rewritten at will. Syntactical and rhetorical conventions are consubstantial with the word, and have to participate in the same social convention if they are to allow mutual understanding: Jean Paulhan’s crusade against literary ‘terror’ finds its justification in these facts.
(1) But syntax and rhetoric, in film, are an artificial veneer thrown over the living, which escapes them, or which they paralyze, freeze, and kill: no Paulhan is conceivable here, where Terror alone is the law. Natural expression, which, in a conventional and artificial language, must conform to its conventions and artifices, demands a lawless language, always improvised, created, always tentatively adventurous: a continuous improvisation, a perpetual creation."
...
"
Editor’s note
- Jean Paulhan (1884-1968), a famous French writer, literary critic and publisher. Rivette is most likely alluding to his noted work of literary criticism The Flowers of Tarbes, or Terror in Literature, published in 1941."
We Are Not Innocent Anymore
Y luego ya podemos ver la negación completa en su artículo sobre Kapò de Gillo Pontecorvo, publicado por Cahiers du Cinéma en junio de 1961:
"Hacer una película es, pues, mostrar ciertas cosas, es al mismo tiempo, y mediante la misma operación, mostrarlas desde un cierto ángulo, siendo esas dos acciones rigurosamente indisociables. Del mismo modo que no puede haber nada absoluto en la puesta en escena, ya que en lo absoluto no hay puesta en escena, el cine tampoco será nunca un «lenguaje»: las relaciones entre el signo y el significado no tienen ningún valor aquí, y no desembocan más que en herejías tan tristes como la pequeña Zazie. Toda aproximación al hecho cinematográfico que trate de sustituir la síntesis por la suma, la unidad por el análisis, nos remite inmediatamente a una retórica de imágenes que no tiene ya nada que ver con el hecho cinematográfico, no más que el diseño industrial con el hecho pictórico. ¿Por qué esta retórica sigue siendo tan querida por aquellos que se autodenominan «críticos de izquierdas»? Quizá es porque, al fin y al cabo, éstos son antes que nada unos irreductibles profesores, pero si desde siempre hemos detestado, por ejemplo, a Pudovkin, a De Sica, a Wyler, a Lizzani, y a los antiguos combatientes del IDHEC, es porque la materialización lógica de ese formalismo se llama Pontecorvo. Piensen lo que piensen los periodistas express, la historia del cine no vive una revolución cada ocho días. Ni la mecánica de un Losey, ni la experimentación neoyorquina le afectan en mayor medida que las olas de la playa a la paz de las profundidades. ¿Por qué? Porque unos no se plantean más que problemas formales, y otros los resuelven todos con antelación al no plantear ninguno. ¿Pero qué dicen más bien aquellos que realmente construyen la historia, los que también llamamos «hombres de arte»? Resnais confesará que, así como tal película de la semana le interesa en su calidad de espectador, sin embargo es ante Antonioni ante quien tiene el sentimiento de no ser más que un amateur. Sin duda, Truffaut hablaría del mismo modo de Renoir, Godard de Rossellini, Demy de Visconti; y así como Cézanne, contra la opinión de todos los periodistas y cronistas, fue impuesto paulatinamente por los pintores, también los cineastas impondrán a la historia a Murnau o Mizoguchi..."
Hernán Weisz: De la abyección - Jacques Rivette
Ahora puedes decirme que no piensas leer más citas, y me parece perfecto. Nadie te obliga a hacerlo. Pero creo que si reflexionas un poco sobre esto que te paso, podrás entender el motivo de que no me guste llamar al cine lenguaje. Es un sentimiento que tengo desde hace mucho tiempo, y Rivette simplemente explica muy bien ciertas intuiciones.
Yo he tenido profesores lamentables, con una visión absolutamente cerrada de lo que puede ser el cine. Gente que poco tenía que ver con la cinefilia y en cuyas clases sobre cine jamás se citaba una sola película. Personas que te mandaban hacer storyboards de una escena que te planteaban y luego se enfadaban porque creían que no se podía utilizar un primer plano para eso o que esa escena estaba mal planificada. Claro, estaban atados a una visión unidireccional del cine. Los cinéfilos que tuvimos la mala suerte de sufrir a semejantes profesores siempre salíamos comentando lo mismo: si ellos, por casualidad, planteasen una escena que hubiera salido en una película de Ingmar Bergman y nosotros la desarrollásemos usando exactamente los mismos planos que utilizó el maestro sueco, nos dirían que no es válida, que sobran primeros planos o algo por el estilo. Jamás entenderían que el cine no es un lenguaje, que un director te puede usar un primer plano para cubrir una única escena y otro veinte. Que en el cine, como decía Rivette, las relaciones entre el signo y el significado no tienen ningún valor. La realidad de la que se sirve el cine transciende cualquier tipo de gramáticas, sintaxis y morfologías.
Que muchos directores intenten reducir el cine a un lenguaje no significa que este lo sea en esencia.