Doble cuerpo
Vapuleada en su día y quizá incomprendida reelaboración de
Vértigo y
La ventana indiscreta, en la que el director una vez más ofrece pocos reparos a la hora de reciclar muy posmodernamente o incluso plagiar a su referente más obsesivo, con tal de llevarlo más lejos, a su terreno de virtuoso, dueño y señor de la imagen fílmica. Se casca un thriller juguetón y sumamente tronado, inasumible a todas luces desde la verosimilitud y la lógica, pero tras el locurote quizá haya más control de lo que parece. De Palma sabe lo que quiere cuando apuesta por el metacine, y una vez superado el pajote visual, lo que propone no es sino acariciar el último gran misterio del cine; el de la mirada, o incluso más en concreto, la mirada entre inocente y perversa del voyeur, un elemento generador de emociones, de deseos, que desestabiliza y cuestiona la realidad, no tan neutro como queremos creer, que nos convierte en posibles víctimas manipulables… por mucho que nos creamos sanos y salvos en nuestra cómoda postura de espectadores. De igual modo, la película que vemos se quiebra ante nuestra mirada y nos toca cuestionar una ficción que se convierte en un baile de máscaras, de identidades, una sublime y cómica chorrada donde parecen anularse las diferencias entre ser y actuar.
Porque la vida de este pobre tipo se convierte en una de sus pelis malas ¿pero es que no lo era ya? ¿Dónde empieza y acaba la farsa? La gente se cachondeó fuerte en la escena del beso circular, y desde luego, no sin razón (el Brian lo da todo), haciéndose el chiste más explícito cuando lo repite una vez más y nos deja, directamente, con el culo al aire (literal). De nuevo, una filigrana narrativa con destellos muy clásicos, con ese seguimiento en el centro comercial y posteriormente por un escenario como de ensueño, o ese adentrarse en el mundo de la pornografía, que es parodiado totalmente y comparte la misma idea de morbo, de ver sin ser visto, que es una trampa mortal. Otros elementos clave serían el diseño circular del edificio, los disfraces y artificios bien visibles desde el primer minuto. El trauma sexual, el vampiro vampirizado, el erotismo en torno a una feminidad cambiante pero idéntica. El malo malísimo y sus planes retorcidos, que también es el amigo del alma. Un asesinato absurdamente sensacionalista, una secuencia final grandilocuente en espacios abiertos… y una ruptura memorable de puro onírica que es lo de Frankie goes to Hollywood, en forma de videoclip o de inmersión en un ochenterísimo país de las maravillas.