Dionysus in '69 (1970). Si algo está claro en la filmo de De Palma es que en sus películas el aburrimiento está prohibido, si alguien se pensaba que la grabación de una obra de teatro experimental podía ser un coñazo ya le digo que, tratándose de De Palma, esto no es así ni por asomo. Es curioso porque cuando se habla de un cineasta arriesgado, normalmente, el riesgo se suele referir a lo poco comercial que es poder aburrir al espectador, pero el riesgo de De Palma está en las mismísimas antípodas de ese perfil, está en la auténtica locura de sus propuestas.
Aquí tenemos a esta compañía de teatro con su íntimo y depalmanísimo William Finley como protagonista, Dioniso, de esta tragedia griega de Eurípides, Las Bacantes, de la que se respeta bastante el nudo argumental, el enfrentamiento entre el rey de Tebas y Dioniso, pero se pone el acento en varios aspectos rompedores, por una parte la fisicidad y la sexualidad explícita (es una peli muy del foro, salen culos, tetas y hasta vergas) de unos ritos absolutamente hipnóticos (espectacular el que hay en el primer tercio), la violencia en el clímax, en general un énfasis en el éxtasis colectivo de lo dionisíaco; por otra parte, la deconstrucción de la obra y sus constantes toques postmodernos de manera que Dioniso se presenta como William Finley y es consciente de la propia representación y juega con esas dos dimensiones para interactuar con los otros personajes, hay alguna línea bastante genial "
yo soy un dios, tu no y esto es una tragedia, así que las apuestas están contra ti", todo este metajuego también está relacionado con el tipo de representación interactiva que es la obra, el público puede participar en los ritos y puede hacer lo que quiera, ni siquiera hay asientos, está rodado como en un gran hagar.
El papel juguetón de Dioniso en esta deconstrucción equipara la sabiduría de un dios con la consciencia de que, en realidad, se está interpretando y rodando. A la vez, aprovecha el hecho dionisíaco en términos de libertad para introducir discurso político explícito, nombrando Vietnam, alcalde, presidente Johnson y llamando a la insurrección. La obra establece una dicotomía entre la escena y el público y De Palma abraza esa dicotomía y la transforma en una entre lo real y lo cinematográfico, toda la película rima con el
Be Black, Baby de
Hi, Mom en este sentido; es el arranque de su famosa pantalla partida y, además, la lleva hasta el extremo, todo el tiempo sale aunque, a veces, por motivos de intensidad narrativa, una aparece en negro. Es cierto que muchas veces una de las pantallas está con el público y sus reacciones a lo que se ve en la otra, pero también vemos la escena desde dos tomas diferentes en muchas otras ocasiones, incluso experimenta en un momento dado con crear una imagen simétrica duplicando e invirtiendo la imagen real (que no sabemos cuál es de las dos). De Palma adapta fenomenalmente el concepto de teatro interactivo con esta duplicidad de pantallas y consigue transmitir y hacer 100% cinematográfico el teatro filmado.
En el baile del primer tercio de metraje es especialmente fantástico cómo lo filma y lo monta, la manera en la que consigue transmitir la expresividad de la performance, uno de esos grandes momentos paradigmáticos que pueblan su filmografía y que es antecedente directo y claro de la fiesta loquísima del clímax de
El fantasma del paraíso.
Una propuesta a la vez loca, salvaje, divertida, experimental e intelectual, de la que De Palma dice que es su preferida de ese período junto a
Hi, Mom, dice que son las dos que le salieron más como tenía en la cabeza. A falta de ver
The Wedding Party, coincido en que son las 2 mejores.