Era lógico que esto acabara estallando en San Fermín. Cuantos años de propaganda hemos tenido, de tertulias y pseudo-periodismo valorando las fiestas, en base a fotos de borrachos y tocamientos de tetas. Y no se organizaba debate alguno en torno a supuestos delitos, ya que de primeras nadie preguntaba a la supuesta víctima, aunque eso si, todos hablaban en su nombre. Todo era un juicio moral. Del "todas putas" al "todos violadores". Sin término medio. Nadie asumía como posible la opción de que una tía subida a hombros de un tío, disfrutara siendo el centro de atención de una plaza llena de garrulos calientes. Afear la conducta al que tiene la mano muy larga, pero no a la que se despelota en mitad de la calle. Eliminar toda responsabilidad que atañe a las mujeres, pobres víctimas del sistema. Si te levantas la camiseta y alguien te toca una teta, le metes una hostia como se ha hecho toda la vida de dios, pero no pidas que el estado te asista. Y la próxima vez ya no te levantarás la camiseta. Y si el alcohol sirve de exonerante, a la misma excusa se puede agarrar el hombre.