Entiendo la posición de
@Tozzi. No estoy nada de acuerdo con el en este tema, pero entiendo que pase de debatir. Se me ocurren cien cosas mejores que hacer con mi escaso tiempo que intentar razonar con la turba de un foro de Internet.
Además, ¿de qué serviría? ¿Vamos a arreglar algo unos u otros? No. Todo va a seguir el curso que alguien ha querido. Ni decidimos ni decidiremos. Sólo nos queda el pataleo, en Internet o en cualquier otra parte. Lo que ocurre es que, con el tiempo, esa necesidad de patalear es cada vez menor.
Y, por si fuera poco, este tema es preocupante y con una capacidad de desgaste total, así que meterme en ello puede sacar lo peor de mi. Como padre de dos hijas, no paro de pensar en estos asuntos, con la sensación de que el actual feminismo (el histérico, el de pelo de colores, el de Twitter) no sólo no es bueno, es que es contraproducente, malvado y perverso, vengativo, cruel, engañoso, pueril...
Así que me cabreo. Porque yo quiero que mis hijas sean libres de ir donde quieran, de hacer con su vida lo que quieran. Quiero que sean felices y que nada ni nadie les haga daño nunca. Y eso no se consigue creando crías estúpidas dependientes del sistema. Porque eso es lo que están creando: descerebradas que no van a saber vivir sin el abrigo del estado.
Yo quiero que mis hijas sepan defenderse solas, no que el estado criminalice a la mitad de la población para que no les haga falta defenderse. Quiero que sepan que son libres de hacer lo que les de la puta gana, pero que no sean tan imbéciles como para irse a los sanfermines solas y borrachas el día siguiente a cumplir la mayoría de edad, comiéndole la boca al primer gañán que se le acerca y que le puede doblar en edad. Quiero que puedan cumplir sus ambiciones y metas, pero sin ganar oposiciones trucadas. Quiero en definitiva una sociedad igualitaria, no que cojee de una pata para compensar el cojeo de otra.
Es justo lo contrario a lo que se está haciendo ahora. Sobreprotección, engaño, mentira, ridículo constante... Así no se arregla nada, así lo único que se consigue es tapar un problema con otro. Es barrer debajo de la alfombra. Porque cuando vayan por la zona más chunga de la ciudad, no siempre habrá un policía mirando. Porque cuando se enfrenten a un problema real, se preguntarán por qué no son capaces de salir de el si todo antes fue tan fácil. Porque cuando se den cuenta de que les están pastoreando las mismas histéricas que dicen ser representantes de la libertad de la mujer, igual ya es demasiado tarde para que espabilen y sean unas mujeres de verdad.
Así que por mi parte paso de enredarme en debates. Ejerceré mi derecho al voto según crea conveniente y, como padre, educaré a mis hijas para que sepan lo que hay en el mundo real. Y, por supuesto, la opinión que les daré estará muy lejos de la moda actual. No quiero que acaben haciéndole la cena a un gañán, pero tampoco quiero que vivan engañadas.
Quiero que sean fuertes, independientes y con carácter. Y eso no se lo va a dar ninguna de esas payasas que viven muy bien de tertulias, libros y charlas, engordando estadísticas y demonizando a sus hermanos, padres y abuelos.