Cuando hablar (opinar) se convierte en un delito que afecta a tu vida, profesional y personalmente, que te etiqueta de forma negativa, estamos hablando simple y llanamente de una dictadura. Lo hemos visto con el MeToo: personas todavía inocentes (al menos, por ahora, que eso de que alguien es inocente hasta que se demuestre lo contrario es patriarcal y habrá que revisarlo) han visto arruinados su carrera, su prestigio y su vida, y han sufrido un acoso más propio de otras épocas que estúpidamente, algunos creíamos superadas. Con el simple acto de opinar ya ocurre lo mismo.
Hace poco tuve una absurda... charla (me niego a considerarlo conversación) sobre los toros. Comencé expresando mi desagrado y mi repulsa a usar animales para "espectáculos" sin ningún fin práctico, y terminé (aún no sé muy bien como) con alguien soltando espumarajos porque soy un asesino que come cadáveres, ya que manifesté (mi opinión) que matar animales para comer no me parece mal, mientras no se les haga sufrir innecesariamente.
Mi ¿interlocutor? en ningún momento consideró que mi opción resultase algo normal o respetable. Yo era un monstruo.
Nunca se planteó durante la conversación, que puedan existir diferentes estilos de vida o puntos de vista. Comer cadáveres está mal, eres un monstruo. punto. De hecho se le "escapó" que es abusar del débil y que un comedor de carne no es diferente a un pederasta, aunque luego dijo que yo no lo había entendido bien
Pero lo que más me sorprendió es la enorme cantidad de ODIO que esa persona tenía dentro. Solo por no pensar, o no vivir como él ha elegido vivir. Era "todo tiene que ser como yo digo, es el único modo posible, el resto sois criminales", con una cantidad de desprecio y odio a personas que han decidido no vivir como él... en cierto modo, me da pena. Creo que se trata de una generación de personas que han vivido un momento histórico muy dulce y están acostumbrados a que todo en casita se hace como ellos quieren y si no, pataleta. Y el resto del mundo, por supuesto, debe ser igual que su casa.
En realidad es todo muy sencillo de explicar: estamos normalizando la locura y obligando a respetarla a golpe de decreto ley.