Mi conclusión, después de unos días intentando digerir este fenómeno cinematográfico tan esperado, es que todos los acercamientos que se han hecho al mostrenco literario de Herbert en lo audiovisual se han quedado cojos en algo y no acaban de funcionar. Este por desgracia no es una excepción, aunque es curioso comprobar que todos tienen sus aciertos parciales. La de Lynch tenía grandes problemas, pero al menos podemos decir que es la historia completa. La serie (vista, aviso, tirando de fast forward) es una cutrada absoluta, muy teatral además, pero al menos recogía y desarrollaba la base de culebrón intergaláctico, con sus tensiones, intrigas cortesanas, etcétera. Este Dune de Villeneuve se ofrece como una propuesta tan megalómana que cualquier resultado diferente al de ser una obra maestra parece que iba a suponer un fracaso rotundo; es un ir muy a las claras a por la posteridad, a amasar un pastizal y generar otro fenómeno fan… de una productora desesperada por tener su propio pelotazo de taquilla, de resucitar las sagas épicas que marcaron aquellos 2000 para cuyo revival queda cada vez menos.
Empiezo por unos aciertos que para mí están todos en el espectáculo visual: apabullante empaque, musicote zimmeriano y diseño de producción, fotografía… aunque no le pongo pega a la acción ni a la estética tirando a “apagada”, hubiera agradecido una mayor diferenciación de las facciones (oscurantismo religioso -Bene Gesserit-, militarismo demencial -Sardaukar-, simples ambiciones nobiliarias -Harkonnen-…) en lugar de ser todos muy oscuros y terroríficos. Me parece que por instantes el canadiense sí que consigue crear un misterio con sus imágenes, un mundo fantástico con peso, con detalles por explorar; Paul durante los últimos instantes en su planeta (muy deudor esto de SW), las escenas en paralelo de la muerte del duque, con ese anillo que lo dice todo (aunque luego lo verbalizan), trucos de montaje para representar los poderes mentales… o todo el ceremonial y exhibición de poder en torno a esas casas aristocráticas. El humor cabía en la ecuación, y algo queda aisladamente, pero entonces tendríamos a la Brigada de la Adultez sollozando mucho en las redes. Sugerente también esa cultura fremen, sea a través de la evocación erótico-orientalista un poco trasnochada, como pueblo inescrutable con su propia cosmovisión… o bien en una pesadilla de sangre, violencia y fanatismo; hay identidades complejas, como la de la ecóloga dividida entre dos mundos, o actitudes (la de los nuevos “colonizadores”) ingenuas, que en sus buenas intenciones no entienden que el colonizador siempre es colonizador aunque se haga pasar por civilizador.
El error creo que está en el planteamiento argumental, intentando dar forma cerrada y a la vez abierta a lo que sólo es la mitad de un arco narrativo sencillo, tipo relato “de aprendizaje”. Algo que no deja de ser una estrategia comercial ya es una manera de entender el blockbuster que todo lo concibe en términos de sagas, universos, continuidades (la frase final de Zendaya, tan cantosa que da risa). Anticlimático y muy flojo el tramo final, media hora postiza de aventuras desérticas que nos la soplan a tales alturas… pero dejar esto fuera sí que hubiera sido asumir descaradamente la peli como capítulo de serie de TV extralarga. Una película que pasa de puntillas sobre toneladas de información relevante y lo deja todo a medias; desde los mil aspectos socioeconómicos, filosóficos, ecológicos, etc. del original hasta la riqueza de relaciones y conflictos de unos personajes aquí reducidos a esbozos… la novela, por cierto, diré que en sí es un buen pifostio, pilladísimo también por los pelos y que exigiría una buena reelaboración para cualquier intento de adaptación. Paradójica hipertrofia narrativa que sin embargo cuenta poco y apenas concede relevancia, sin ir más lejos, a la famosa “especia” que en el fondo es detonante y clave de todo. Con ganas, aún así, de ver una segunda parte, por si funcionara mejor como díptico. Y con más ganas aún de ver, si es posible, a la niña satánica, a Saddam Hussein con sus pilotos-engendritos estelares, y por encima de todo, a un Feyd Rautha a ser posible muy buenorro, untado de aceite y acuchillándose muy sensualmente con Chalamet (me quedaré con las ganas fijo).